Diciembre 2011

[M]e despierto pasadas las 5 de la mañana. Caro duerme junto a mí. Pasaron 11 hs. del momento en que nos acostamos a tomar una pequeña y reparadora siesta. Miro a mi alrededor desconcertado, el cuarto está en penumbras, tardo unos segundos en reconocer en donde estoy, hasta que lentamente voy recordando. ¡Estamos en Phuket!

[C]omo todavía no amaneció, tenemos unos minutos antes de salir, así que nos damos una ducha caliente, repasamos nuestras guías y cuando vemos que los primeros rayos de sol empiezan a aparecer nos decimos ¡A explorar se ha dicho! La ciudad todavía está dormida, solo nosotros como únicos y desvelados testigos caminamos las cinco cuadras zigzagueantes que nos separan de la playa de Kata Beach. Ancha, desierta y de arena blanca, son cerca de las 8 y solo unos pocos ancianos caminan lentamente por la costa recibiendo la fresca brisa que viene del mar.

[singlepic id=519 w=600 h=400 float=center]

[U]nos cuantos botes long tail se mecen al compás de las pequeñas olas, amarrados con gruesas sogas a la playa. El agua planchada y turquesa invita a disfrutarla, pero seguimos nuestro recorrido, en silencio pensando,  contemplando el lugar. Del otro lado, a varios metros de la costa, se ubican hileras con decenas de reposeras, cada una con su sombrilla cerrada a la espera de iniciar su día. Por encima de nuestras cabezas, varias gaviotas revolotean mientras tratan de ubicar a su presa, cuando lo consiguen, con precisión de expertas se lanzan hacia el agua y se llevan el pez que todavía se mueve frenético en su pico.

[singlepic id=520 w=600 h=400 float=center]

[singlepic id=521 w=600 h=400 float=center]

[K]ata Beach tiene un largo de unos 500 metros en bahía entre dos cerros con vegetación, tras ellos se encuentra de un lado Karon Beach y del otro Kata Noi Beach. Recorremos la playa de punta a punta, nos sentamos en la arena, vemos como parejas de hombres mayores y occidentales van de la mano de chicas mucho mas jóvenes y orientales, seguramente tailandesas. No nos sorprende, lo sabíamos de antemano, es algo común y que ocurre hace años en esta zona.  Con el correr de los días iremos investigando más sobre el tema.

[singlepic id=522 w=600 h=400 float=center]

[singlepic id=518 w=600 h=400 float=center]

[I]niciamos el regreso al hotel para desayunar y repasar los próximos pasos a seguir, caminamos por la calle de la costanera, pasamos por enfrente del ostentoso Club Med que ocupa un predio enorme y sin calles intermedias que lo crucen, por lo que es sumamente molesto tener que rodear su extensa circunferencia. Nos quedan 2 hs. antes de hacer el check out, así que nos vamos a la pileta. Excelente, tranquila, solo nosotros estamos en ese momento.  Conversamos, analizamos y decidimos instalarnos en Patong Beach, la playa mas populosa con mayor oferta hotelera y gastronómica, pero también más descontrolada de toda Tailandia. Además nos intriga y queremos ver con nuestros ojos todo lo que escuchamos acerca de esta playa.

[singlepic id=518 w=600 h=400 float=center]

[S]alimos a la calle a buscar un medio de transporte que nos lleve a nuestro destino y como nos informan que esperar un bus puede extenderse por horas, optamos por uno de los famosos tuk tuk tailandeses. Los tuk tuk que hay de a miles, son  mini taxis de tres o cuatro ruedas y asiento para dos en la parte de atrás, coloridos, algunos destartalados, todos decorados a gusto del conductor. Paramos uno y comenzamos el proceso de negociación con el chofer. Con nuestras valijas y bolsos a cuestas estamos en desventaja y él lo sabe. Nos pide 400 bath por un viaje de quince minutos. (unos U$10) El precio es excesivo y regateamos pero el hombre no quiere bajar el precio. Finalmente conseguimos que nos lleve por 350, algo es algo. En Tailandia como en la mayoría de los países del sudeste asiático el regateo es una parte muy importante de la vida, es algo absolutamente común y nadie lo toma a mal. Todo precio se negocia y está en la habilidad que tenga cada uno para negociar, si pagará más caro o más barato por un determinado producto o servicio.

[singlepic id=523 w=600 h=400 float=center]

[L]o dicho, llegamos a Patong Beach en 15 minutos. La ciudad es grande, ruidosa, populosa, llena de locales de venta de trajes para hombre y casas de masajes tailandés y de cables y de turistas nórdicos, noruegos, suecos, todos rubios y altos, de ojos claros y pieles que si no las protegen del sol empezarán a arder en breve. El tuk tuk nos deja en la costanera, repleta de puestos de comida, el aroma a langostinos fritos y pescado asado a la sal nos hace dudar, las cervezas heladas colocadas en bateas con hielo nos llaman, pero primero el deber. El deber de encontrar alojamiento. Así que caminamos hacia el hotel, que habíamos buscado previamente por Internet. Para llegar, recorremos infructuosamente ida y vuelta la cuadra en donde el mapa nos indica una bocacalle que nos llevará hacia nuestro destino,  pero que nosotros por alguna extraña razón no podemos encontrar. Estamos en el lugar indicado, pero enfrente nuestro una maraña de puestos de ropa con techos de lona oscura y con lugar para que pasen las personas de a una, no nos permite ver el otro lado de la calle. Justamente esa calle “camuflada” como mercado era la que debíamos cruzar. Con el tiempo nos iremos dando cuenta que esto es algo muy común en Tailandia, de día muchas calles se convierten en mercados abarrotados de puestos de venta.  A tan solo 100 metros de la playa se ubica el hotel que elegimos, llamado Tatum Mansion, a 1400 bath la noche, serían unos U$40, ya que conseguimos mejorar el cambio del día anterior, a 35 bath por dólar.  El cuarto es cómodo y limpio, tiene baño privado, aire acondicionado, televisor y hasta una video casetera, con videos gratuitos. El precio sigue estando por encima de lo que dice nuestro presupuesto,  pero por lo menos cuesta la mitad que el hotel anterior. Cuando entramos a la recepción nos atiende un joven muy atento, un tanto amanerado, junto con su bulldog enano que se llama Louis, nos dice, en honor al famoso diseñador Louis Vuitton. Nos ladra con cara de pocos amigos al vernos, pero nos informa su dueño que Louis es fanático de los caramelos de menta que te ofrecen en el mostrador, así que si le damos uno se volverá el perro mas bueno del mundo. Eso hacemos, un caramelo y nos mueve la cola con la mayor de las simpatías.

[singlepic id=516 w=600 h=400 float=center]

[R]esuelto lo del hotel salimos a recorrer la ciudad, vamos directo y sin preámbulos hacia la playa. En la vereda de la costanera, de espaldas al mar se agrupan cientos de puestos de comida con exquisiteces conocidas por nosotros y otras exóticas que iremos conociendo. Como es pasada la hora del mediodía, nos sentamos a almorzar en una de las destartaladas mesitas que cada uno de los puestos tiene en su frente. Pedimos unos langostinos empanizados a 150 bath la porción, arroz con camarones y una cerveza Chang a 80 la botella grande de tres cuartos. ¡Todo delicioso!

[singlepic id=514 w=600 h=400 float=center]

[T]ras la comida, caminamos por la playa que es larga y está abarrotada de gente. La cantidad de puestos de comida, sumados a las interminables filas de reposeras y sombrillas la vuelven angosta. El mar está templado y tranquilo, azul y encantador. A lo lejos un enorme crucero reposa tranquilo y a su lado se ubican una buena cantidad de yates de todos los tamaños. El día está muy caluroso, por momentos se nubla y eso representa un poco de alivio a tanto sol. Una multitud de vendedores trajina sin parar tratando de colocar sus productos. Son cordiales pero insistentes y no pasan cinco minutos sin que pasen ofreciendo: lentes, tatuajes, semillas, pareos, cerveza, helados, exóticos ungüentos y cuanto producto se le pueda a uno ocurrir.

[singlepic id=513 w=600 h=400 float=center]

[singlepic id=517 w=600 h=400 float=center]

 [A]lquilamos dos reposeras con sus respectivas sombrillas a 100 bath cada una y pasamos la tarde descansando, leyendo, conversando, cada tanto un vendedor o una vendedora te coloca sin previo aviso un reloj en tu muñeca, un sombrero o hasta comienza a masajearte sin autorización. Hay que tener buena onda pero ponerse firmes porque la insistencia puede ser grande. Un joven solícito nos ofrece una bebida cada 15 minutos por reloj. Mi respuesta siempre es “later”  y con precisión suiza 15 minutos más tarde vuelve a repetir su pregunta.

[singlepic id=513 w=600 h=400 float=center]

[E]l alquiler de la sombrilla y reposeras viene incluido con amistosas mujeres que te sacuden la arena con escobita de follaje natural cada vez que empieza a volverse una playa en sí misma. El sol va cayendo cerca de las seis de la tarde, estamos en temporada alta y la gran cantidad de turistas extranjeros nos lo confirma. Sin embargo diciembre se corresponde con la temporada fresca…con 30 grados de temperatura media. ¿Nada mal, no?

[box] Si te perdiste la anterior aventura:  Un par de horas en Kuala Lumpur y seguimos camino hacia el Paraíso de Phuket [/box] 

[box] Continuá leyendo la siguiente aventura en Tailandia:  La noche en Patong Beach, ¿El paraíso del pecado? [/box] 

Dejar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.