Se termina el año del Dragón y comienza el de la Serpiente de agua. Un año que según los expertos puede venir con reflexión, cambios y sorpresas. Más allá de creer o no, lo que más nos gustó fue poder participar de una fiesta única del año nuevo chino en Bangkok.
El 9 y 10 de febrero se festejó en todo el mundo el Año Nuevo Chino. Así fue en Buenos Aires, en Belgrano y sus barrancas que se llenaron de gente para ver el espectáculo de los bailes de dragones y serpientes. Y así fue nuestro año nuevo chino en Bangkok, en donde pudimos, lejos del pago, aprovechar para darle la bienvenida al año de la Serpiente de Agua (no se asusten que parece que no es tan mala) en el populoso Chinatown.
La comunidad china se encuentra muy presente en la mayoría de los países del sudeste asiático. En Bangkok, la capital de Tailandia, viven más de 60 mil inmigrantes chinos solo en esa parte de la ciudad. La comunidad china se instaló allí a finales del siglo XVIII cuando Bangkok se convirtió en la capital del Reino Thai y desde ese momento no ha parado de crecer.
Los festejos del Año Nuevo son el evento más importante del calendario chino y producen una de las migraciones más grandes del planeta. Millones de personas viajan a visitar a sus familias o las reciben en China. Las celebraciones comienzan el primer día del primer mes lunar y se festeja a lo grande, en donde predomina el color rojo, los dragones y por supuesto la comida.
En Bangkok, Chinatown es abigarrado, populoso, con miles de puestos de venta durante el día y otros miles de comida durante la noche. Bajamos del bote colectivo en el muelle Rajchawongse del río Chao Phraya (15 bath cada ticket), el sábado a la tardecita y la multitud ya había tomado las calles. Algunos tuk tuk o autos intentaban hacerse camino entre la muchedumbre, pero era casi imposible.
Es tradición durante estos días usar el color rojo y si es posible vestir con los típicos trajes chinos y así estaba vestido prácticamente todo el mundo. Menos nosotros. No fue por rebeldes, solo que esta vez nuestras mochilas no llevaban ropa de ese color así que como turistas desentonábamos un poco entre la marea colorada. Los padres visten a los niños y les compran pequeños dragones y serpientes de plástico con tamborcitos o luces incorporadas, mientras comen castañas asadas al por mayor.
Así como en Occidente el Año Nuevo se suele festejar con una gran comida en una casa, es tradición china comer, comer y comer, pero en los restaurantes o puestitos de la calle. Paso que dábamos, había carritos con comida y mesas con sillas totalmente completas. Para cuando quisimos unirnos a la opípara cena tuvimos que hacer fila y esperar mínimo media hora… parece que todos habían decidido prolongar sus sobremesas y comer como si fuera la última vez. Como suele verse en los países asiáticos, las mesas se abarrotan de platos diferentes y desbordantes de comida, todos comparten un poco de todo. Langostinos empanizados o a la parrilla, pescados, sopas, fideos y el infaltable steam rice, o simple arroz blanco hervido para acompañar lo que sea, sobre todo si es picante porque funciona como un bálsamo para el paladar.
Al día siguiente, domingo 10, también nos hicimos una escapada al barrio Chino, pero esta vez un poco más temprano. Igualmente a pleno, parece haber más gente que el día anterior todavía. Son las 4 de la tarde y nos dicen que a las seis va a haber un desfile, que va a pasar una de las princesas de Tailandia que es una estudiosa de la cultura china y además venerada por el pueblo. Nos parece interesante y divertido presenciar esto, así que paseamos entre la multitud, compramos alguna bebida, probamos cosas que no deberíamos y esperamos.
Cientos de policías de la Casa Real empiezan a vallar la calle y la gente extiende sus mantas y se sienta en primera fila a la espera del desfile. Pasan las horas sin que el evento comience… ya nos sentimos un poco decepcionados…queremos ver los dragones y las serpientes bailarinas… Nada de nada. Solo el calor humano, climático y de las cientos de cocinas ubicadas en las veredas.
Ya casi cuando habíamos bajado los brazos y lentamente iniciábamos la vuelta al hotel, a pata porque era imposible conseguir tuk tuk, aparecen rápidamente una serie de carritos con la princesa (imposible saber cuál es) y varios funcionarios y damas de compañía. Ni dragones, ni tambores, ni colores. Fue tan breve todo que casi nadie se dio cuenta de nada, solo los policías que nos advertían que estaba prohibido sacar fotos. Igualmente los miles allí no se preocuparon demasiado, en dos minutos todos los puestos ocupaban la calle y todo el mundo a darle al diente, con más fuerza todavía para recuperar el tiempo perdido. Volvemos caminando y escapando de la multitud con Lean y Lu una pareja de argentinos que habíamos conocido en Koh Tao y con quienes compartiríamos largas y charlas y varias cervezas en los días siguientes