Primero fue el viento fuerte que ingresaba por las ventanas, luego fue el inusual y cercano golpeteo de las olas, por último un tormentón de proporciones. Entre sueños me dije, listo zafé del buceo…
Pero no. A media mañana todo estaba en calma, la tormenta había pasado y Caro más que feliz con la perspectiva de bucear en un par de horas. Cinco días antes habíamos recorrido siete horas de bus desde Bangkok, una hora y media de espera en el puerto de Chumphon y luego un ferry de dos horas hasta Koh Tao la isla de buceo por excelencia en todo Tailandia (todo el trayecto 1000 Bath c/u = u$33). Y no sólo por sus corales y numerosa vida acuática sino también por sus precios baratos para el arte del submarinismo. El bautismo de buceo en Koh Tao era nuestro objetivo principal para visitar la isla
Por cuatro días había utilizado todo mi arsenal de estrategias mientras me hacía a la idea de que podía pasarla bien respirando por un tubo a varios metros bajo la superficie, entre corales puntiagudos, peligrosos erizos y quizás algún tiburón, quién sabe. Al cuarto día tuve que dar una respuesta concreta: “Mañana lo hacemos, ya resolví mis problemas internos, estoy con todo”. Ya habían quedado atrás las propuestas evasivas como “Viajamos mucho, descansemos” del primer día; el “Está increíble la tarde, aprovechemos la playa” del segundo; y el “alquilemos una moto, esta isla es especial para recorrerla” del tercero.
Es difícil de explicar qué me pasaba con el tema del buceo porque me gusta nadar y lo hago desde muy chico, además hemos hecho snorkel en infinidad de playas de América y el sudeste asiático, pero así y todo no terminaba de convencerme. Por la cabeza me daba vueltas la palabra claustrofobia que no tiene nada que ver con esto, pero como por primera vez en mi vida me hizo salir corriendo de los túneles de Cu chi en Vietnam, quizás había un poco de esto ante la imposibilidad de salir del agua. Buscando el origen de mi fobia me puse a buscar en internet y al parecer había contraído Batofobia, miedo a las profundidades del mar. La cuestión es que mientras todos estos dilemas corrían dentro de mí, Caro, por su parte averiguaba precios, visitaba escuelas de buceo, proponía cursos de tres, cuatro y cinco días, con inmersiones (así se llaman) de hasta 18 metros y los folletos se acumulaban arriba de la mesa.
Ahora me toca a mí. Soy buza profesional desde los 13 años, cuando mi papá me llevó a hacer el curso de Open Water Diver de Padi en Florianópolis, Brasil. Durante años, cada enero aprovechábamos y nos íbamos a hacer varias salidas por Arvoredo o Mata Fomem. Siempre mi dupla fue mi papá…Ya había pasado mucho desde la última vez que había disfrutado del placer inmenso que me da el respirar bajo el mar, sentir cómo las burbujas llenan mi cuerpo y lo recorren. Observar, investigar, nadar, descubrir. El año pasado ya moría de ganas de hacer una inmersión o fun dive como lo llaman acá, pero no me daba para hacerlo sola… quería hacerlo con Machi, sino no tenía dupla… Así que este año la propuesta era firme. En principio Machi iba a hacer el curso y yo un refresh para después luego sí disfrutar juntos ese momento único de la inmensidad del océano, su flora y fauna. En principio…
Negociaciones en la Isla del Estudio
Las negociaciones con Caro fueron arduas. Por un lado no estaba en mis planes pasarme cinco días bajo el agua y menos estudiando pesados libros arriba de la arena (no es broma, tenés que estudiar y te toman examen). Es curioso, la única isla del mundo donde se estudia tanto como se toma sol. Por otra parte, quería romper con mis miedos y de ninguna manera estaba dispuesto a aparecer en la página de periodistasviajeros.com, Facebook, twitter o cuanta cosa hay hoy, con titulares que anunciaran que no que me había animado a bucear. El arreglo fue: nada de curso de varios días, yo hago lo que se llama un Bautismo y Caro rememora y Confirma su título de buceadora.
Vuelvo yo. Lo primero que tenía que elegir era una escuela de buceo donde las clases fueran en español. Al ser una experiencia totalmente nueva para Machi donde debía incorporar muchos conceptos al mismo tiempo, el idioma madre es la base. Finalmente elegí PURA VIDA en Sairée, la playa principal donde nos quedamos. Con ese nombre no podíamos errarle. Es una agencia de buceo comandada por Oscar de Barcelona, que abrió sus puertas hace cuatro años. En la primera consulta nos recibió Miguel, un argentino de Quilmes que lleva trabajando ahí casi ocho meses. Como Machi había decidido probar solo el Bautismo antes de meterse de lleno en el curso de Open Water, cerramos el “Discover Scuba Diving” (Bautismo de buceo) por 2800 bath y yo por el tiempo que hacía que no buceaba un refresh de 1800 bath (60u$) con salida de barco y dos inmersiones incluidas. El OWD de Padi de 4 días costaba 9000 bath con alojamiento incluido (u$300).
Un bautismo y una confirmación
¡A bucear se ha dicho entonces! Subimos al barco con nuestro equipo armado: chaleco, reguladores, plomos, máscara, patas de rana y el tanque de aire esperándonos. Vamos en el techo camino a nuestro punto de inmersión, Japanese Garden en Koh Nang Yuan, uno de tres islotes unidos por bancos de arena, frente a Koh Tao.
Allí Miguel y Chili nuestro dive master de Pamplona empezaron a explicarnos la parte teórica. Machi miraba con los ojos abiertos y asentía mientras yo pensaba que lo estaban asustando demasiado con todos los peligros que pueden pasar si se hinchan los pulmones y explotan, si se te revientan los tímpanos, si pisas algún bicho venenoso, si… Después pasaron a explicar qué ejercicios prácticos íbamos a hacer bajo el agua, de respiración con regulador, de flotabilidad, de recupero de reguladores o utilización de regulador ajeno. Yo ya estaba disfrutando de antemano, pensaba que no recordaría mucho, pero a medida que avanzaban ya me sentía nuevamente una buza.
A mí el corazón me latía cada vez más fuerte, me explicaban los ejercicios y yo no podía hacer otra cosa que pensar en cómo iba a respirar ahí abajo. Terminada la explicación nos lanzamos del barco con todo el equipo. Junto con nosotros Chili y su acompañante Eve, una chica holandesa que habla muy bien español y que estaba haciendo las prácticas para dive master. Fuimos nadando de espaldas, así se hace, hasta un punto poco profundo en donde haríamos los ejercicios que tenían que ver con sacarse el respirador abajo del agua, encontrarlo y demás. Chili repetía es solo respirar, respirar, parecía el Ravi Shankar. Era verdad, lástima que me tragué unos dos litros de agua hasta entenderlo. Para el que no buceó nunca es muy complejo pensar en respirar por un tubito y al mismo tiempo realizar una gran cantidad de movimientos, vuelvo a repetir, abajo del agua. Además lo que más me preocupaba era no poder subir a la superficie cuando quisiera, ya que uno debe cumplir con una serie de pasos y además hacerlo muy lentamente. Tras el segundo calambre, un poco por los nervios y otro por estar largo rato arrodillados en el lecho marino, hice la indicación para arriba y al mejor estilo Gato Gaudio dije: «No la estoy pasando bien, renuncio». Por suerte Chili me convenció, digo por suerte porque es una experiencia increíble nadar entre corales y peces de colores. Para ratificar mi condición de buzo amateur bautizado participé de la segunda inmersión en donde pude relajarme y disfrutar un poco más de todo lo maravilloso que hay allí para ver.
Cuando escuche “no la estoy pasando bien” pensé que la aventura se terminaba en ese instante. Pero ahí aparecieron las palabras de Chili para lograr convencer a Machi que lo que seguía era increíble, que tenía que lograr cruzar la barrera de los necesarios ejercicios prácticos. Le dijo que cerrara los ojos, que sintiera su propia respiración y se olvidara del agua y sus profundidades. Así fue como en la segunda inmersión pudimos disfrutar corales de varias formas y colores y buena variedad de peces como “pink anemone”, “longfin bannerfish”, “tailfin batfish” además de una serie de ostras gigantes, erizos y barracudas.
Flotabilidad…es la palabra perfecta para describir una de las cosas que más me gusta del buceo, ese estar paralelo a los corales, arena y peces y nadar… pero flotar, no caer muy abajo ni subir demasiado, esa distancia preciosa que tenemos tan solo inflando y desinflando los pulmones, con esa respiración constante que me hace sentir como en una meditación profunda, calma y de adrenalina a la vez. La verdad es que lo disfruté y mucho. Confirmé mi pasión por el buceo a pesar de no poder ver alguna tortuga gigante, una raya o un tiburoncito…pero otra vez será…si lo logro convencer.
En este Bautismo por suerte no lloré tanto como en el primero y además terminó siendo una experiencia inolvidable. No quiero prometer nada, veremos en el futuro como siguen nuestras carreras de buzos.
Hermosa experiencia! Nosotros tratamos de ir buceando en cada pais que visitamos que tal la operadora con la que bucearon?
Hola Lau! Gracias por leernos. Super recomendable Pura Vida Diving Grupoos reducidos y muy buena onda de la gente además de respetuosos y cuidadosos con todo.
Hola Lau! La verdad que super bien! Grupos chicos, muy buena onda y muy respetuosos y cuidadosos con todo. Super recomendable. Pura Vida Diving
que linda experiencia y que bueno que Machi superó el momento y siguió . el relato me transportó al lugar con ustedes.