La botella y La almendra o mejor dicho en catalán La Ampolla y La Ametlla son dos pequeños pueblos ubicados en la costa del Mediterráneo en donde el origen de sus nombres se ha perdido en el tiempo. Pueblos de pescadores y casitas blancas, de acantilados y pequeñas calas, de cuentos de piratas, moros y cristianos y también de historias de la guerra civil.
Dos días antes de llegar hasta allí estábamos participando del Travel Bloggers Meeting en Tarragona, al sur de Cataluña y no teníamos ni idea de donde quedaban La botella y La almendra como les decimos cariñosamente.
Tarragona se sitúa a poco más de una hora de tren de Barcelona y es conocida por sus Castells, las famosas competencias de torres humanas; por su pasado romano y porque en las afueras se ubican las refinerías de la petrolera Repsol (vieja conocida de los argentinos) principal fuente de trabajo de toda la zona.
Al finalizar el encuentro de viajeros y gracias a los organizadores Victoria y Eddy, por intermedio de la Oficina de Turismo de Terres del Ebre nos hicieron una invitación a la que nos fue imposible negarnos. Solo nos dijeron vengan a caminar libremente, conozcan nuestras playas, calitas escondidas y acantilados y después nos cuentan. Solo con estos datos ya estábamos dispuestos a darnos una vuelta por allí. Pero además nos comentaron que con tanta caminata nos podía dar hambre, así que nos invitaban a almorzar en un restaurante de la zona. ¡Perfecto entonces! Respondimos.
El lunes a la mañana temprano nos tomamos el tren en la estación de Tarragona y cuarenta minutos después nos bajamos en L´Ampolla, el más pequeño y lejano de los dos pueblos. El cielo estaba encapotado y preanunciaba una tormenta que no solo nunca se dio, sino que terminó convirtiéndose unas horas después en una tarde soleada. Al llegar allí paseamos por la costa sembrada de veleritos, entre unos pocos turistas con las solapas de sus camperas levantadas.
Como comenzaba a lloviznar y el clima no estaba para largas caminatas, decidimos ir a almorzar y a esperar que mejore el tiempo. Entonces nos subimos a un taxi en dirección al restaurante ubicado en un camping en la ruta conocida como GR-92 que une los dos pueblos. El camino, ideal para hacer senderismo, es de gran belleza, sembrado de pinos, playas arboladas y enormes casas de fin de semana, muchas de ellas con carteles de Se vende o Se alquila. Silverio, nuestro chofer, nacido en L´Ampolla, panzón y bonachón nos contó que entre la crisis económica y la burbuja inmobiliaria con millonarias especulaciones y luego sonoras quiebras, toda la zona está llena de viviendas vacías.
Rato después llegamos al camping Ametlla Village Platja, que a la hora del mediodía era puro silencio. Caminamos entre cabañas, bungalows, casas rodantes y carpas hasta el restaurante, ubicado enfrente de la piscina y a pocos metros de una preciosa calita en la playa. Recordar lo que comimos allí nos hace alucinar pepinillos de colores como nos repetía siempre nuestra amiga Juliana, cada vez que algo la impresionaba demasiado. Allí nos dejamos guiar por el mozo, muy atento y gran conocedor del menú. Primero arrancó trayendo unos pequeños pancitos con tomate, oliva y anguila ahumada, el comienzo era ideal.
Un par de minutos más tarde nos sirvió dos copas de vino blanco de la cuenca del Ebro y dispuso la entrada que constaba de dos platos: Cigalas braseadas con aceite de oliva, exquisitas y Mejillas de atún con vegetales, excelente. Como principal: Arroz con bogavante (una especie de langosta suave y carnosa popular en esta zona) con este plato se llegó al pico de la tarde, decir que era un manjar es poco. No nos quedó espacio ni para el postre. En nuestra euforia culinaria poco faltó para que le diéramos un abrazo de agradecimiento al chef Marc Antón y a todo su equipo.
Tras la comida salimos tambaleantes y satisfechos y para bajar un poco todo, decimos hacer caminando los cuarenta minutos hasta L´Ametlla. El sol estaba bien alto y el aire del Mediterráneo nos transportaba casi en el aire por calitas desiertas y playas de rocas y caracoles en donde cuentan los historiadores que desembarcaban piratas moriscos mientras que las ordenes de monjes guerreros como los templarios les presentaban batalla.
Desde los acantilados podíamos ver a presurosos senderistas que sin perder el ritmo se internaban en la arboleda y cada tanto en algún rincón fresco aparecían familias de picnic. En temporada alta dicen, es mayor la cantidad de gente que anda por allí, pero nosotros remontamos casi siempre nuestro camino en soledad. En algunos recodos del camino en donde finas lenguas de agua se internan en la costa se pueden ver refugios de la guerra civil con el Mediterráneo brillante a la derecha y pelícanos y gaviotas que sobrevuelan lentamente todo el lugar.
La caminata nos despabiló y llegamos a L´Ametlla, más grande que L´Ampolla, con el tiempo justo para dar una vuelta por sus callecitas que suben y bajan, con pequeñas tiendas y bares en donde pagando 2,5 euros se puede tomar 1 caña (cerveza) acompañada con una tapa de jamón serrano. Nos miramos, dudamos, nos tentamos, pero nos convencemos que lo mejor para nuestra salud es pasar por lo menos dos o tres horas más sin probar bocado. Se nos va el tiempo mirando los barquitos blancos que reposan en el muelle y llegamos a la estación con el tren pitando el último aviso de salida.
Agradecimientos
Victoria Rodriguez y Eddie Lara Brito Organizadores del Travel Bloggers Meeting
Silvia y Neus Diputación de Tarragona Turismo de Terres del Ebre
Vuelvo a decir que me parece maravillosa la nota, los lugares también. Y como decía, los Solá venimos de allí, mi abuelo nació en Manresa. Mi tatarabuelo fue director del Correo de Barcelona. Po qué no viajan a Manresa y averiguan algunas cosas de la flia? Mil besos
¡Lástima que no lo arreglamos antes. Hubiera estado lindo ir a Manresa a conocer los orígenes de la familia!
Como siempre se alimentan bien ustedes!!! El otro día estuve comiendo en un restaurante catalán y les recomiendo las gambas al ajillo!!
Besos
Que hermosura de lugares!!!
Ya me guardé esta entrada en favoritos para repasarla cuando ande por allá!
Abrazos viajeros 🙂
Flor