Qué ver y hacer en Ámsterdam: Barrio rojo, Casa Museo de Ana Frank, canales, mercado de flores y plazas.
Llegamos a Ámsterdam por la tarde, con el cielo gris oscuro y bastante fresco, por no decir muy frío. ¿Dónde está la primavera? Nos alojamos en un muy cómodo departamento que nos prestó por unos días Killo un amigo español que vive allí con su novia holandesa, a pasitos del río Amstel. Todo en la ciudad queda a pocos metros de algún río o canal y eso la vuelve encantadora. Cuatro notas de Ámsterdam, un picadito de qué ver y hacer en Ámsterdam: Primera vez en msterdam, Ámsterdam: tres días en bicicleta o Ámsterdam y alrededores: de Van Gogh a los molinos de viento.
En pocos minutos el cielo ya está negro y en nuestras ganas de ganarle a la naturaleza, salimos a las apuradas con nuestras bicicletas también prestadas. Pero ella manda y al rumor de pequeñas gotas golpeteando sobre el agua, se suma el viento y luego un verdadero aguacero que además de bañarnos nos manda de vuelta para adentro. Empapados y mascando bronca nos sentamos a esperar con impaciencia y por suerte no dura mucho la tormenta, pasan unos cuantos minutos y como por arte de magia el agua se detiene y el cielo se vuelve limpio, con una que otra estrella. Salimos esperanzados pero también con desconfianza, los faroles comienzan a encenderse al costado de ríos y canales, en donde se ubican montones de casas flotantes que con sus ventanas abiertas invitan a fisgonear cómo es la vida dentro de ellas.



Los puentes de piedra están iluminados con pequeñas bombitas rojas y cada tanto pasan botecitos con sus dueños sonrientes con una copa de vino en sus manos, una invitación a la envidia, sana y de la otra. Ahora sí, caminamos lentamente, entre charcos que brillan en el pavimento y el aroma de las flores mojadas que te llenan el alma. En los restaurantes las parejas toman vino tinto mientras que en los grupos de amigos predomina la cerveza. Mientras tanto las bicicletas verdaderas dueñas de la ciudad vuelven a tomar las calles como es su costumbre.



Plaza Rembrandt

Llegamos a la plaza de Rembrandt llena de bares, restaurantes y colores y de allí se abren callecitas con varios locales, los comerciales todos cerrados, los de comida y bebida todos abiertos. Hay mucho movimiento y la juventud aprovecha que el tiempo no está tan feo como suele estar.

Por allí vemos una parrilla argentina, no nos sorprende, en muchas ciudades del mundo también las hay. Pero luego aparece otra y luego otra más. El “efecto Reina Máxima” pensamos, las debe haber puesto de moda. Es mucho para mí, son tantos los recuerdos que cruzan por mi mente, tantos los meses que no pruebo una buena parrillada argentina, que empiezo a delirar. Veo chorizos y morcillas gigantes que vienen a mis brazos, trozos de vacío y entraña, tiras de asado y chinchulines que me llaman a su encuentro. Caro está igual pero se controla, mantiene la compostura, yo me paro en la puerta de las parrillas, leo el menú, miro las fotos de los platos, saco cuentas de cuánto cuesta, paso mentalmente del euro al dólar y luego al peso. Prometo ahorros significativos al día siguiente, pero Caro es una viajera de objetivos claros, inquebrantables, así que seguimos andando.





Son más de las 22 hs y volvemos a la plaza Rembrandt absorbiendo todo lo que vemos y pensando en dónde vamos a cenar. Mientras tanto, las parrillas se suceden, no es broma, contamos más de veinte y en un recorrido de unos cuantos minutos. ¿Cuándo se habrá desatado el furor parrillero en Ámsterdam? ¿De qué país será la carne? ¿Será de vacas argentinas? En uno de estos restaurantes vemos una promoción: 20 euros más la bebida por parrillada para dos personas; excede nuestro presupuesto vamos a comer solo sanguchitos los próximos días, pero como decía mi querido abuelo Miguel, los gustos hay que dárselos en vida.



Plaza Dam y Barrio Rojo, el corazón de Ámsterdam
En los días siguientes disfrutamos de la ciudad a pura bicicleteada. Empezamos nuestro día en la , corazón de la ciudad, con la Nieuwe Kerk, (la Iglesia Nueva) y el palacio real, a unos pocos metros empieza el famoso Barrio Rojo en donde las trabajadoras sexuales esperan la llegada de clientes detrás de los escaparates de pequeños locales, la prostitución es legal en esta ciudad.





Frente a estos establecimientos se yergue la Oude Kerk (la Iglesia Vieja), el edificio mas antiguo de Ámsterdam, de principios del siglo XIV. De un lado el templo y del otro las prostitutas, en la Argentina no sería posible algo así, sería un escándalo. Preguntamos y nos cuentan que no podría ni tendría que ser de otra manera ya que el templo se construyó en parte, gracias a las chicas. La historia es así: por siglos, marineros, mercaderes y soldados que llegaban a la ciudad eran en su mayoría casados y además “buenos cristianos” entonces antes de enredarse en los brazos de estas damas, pasaban por la iglesia para que el sacerdote les expiara sus pecados, los que cometerían en unos cuantos minutos. Estos hombres recibían el perdón de la Iglesia, para tranquilidad de su atormentada alma y por esto pagaban unos buenos dinerillos hasta por adelantado. Ámsterdam es una de las ciudades de mente mas abierta del mundo y eso nos gusta mucho y además nos intriga, siempre preferimos que los temas más complicados se discutan y se expongan y no que se los esconda detrás de una falsa moralina.



En esta zona se ubican también los famosos coffee shops, en donde se puede encontrar y comprar prácticamente de todo, legalmente solo está permitida la entrada a los mayores de 21 años: Marihuana, hongos alucinógenos y polvos exóticos.





También hay montones de sex shops con los más extravagantes aparatos, videos, libros y muñecas inflables.





Mercado de Flores
Andamos por el mercado de las flores en donde es impresionante la cantidad de tulipanes y bulbos que se pueden comprar y donde también te venden kit de semillas de cannabis y marihuana para empezar a hacer tu plantita.





Voldenpark
Vamos al Voldenpark en bicicleta a respirar aire fresco; nos sentamos al costado de los canales a ver la vida pasar, mientras los patos y las gaviotas se acercan a pedir comida; entramos a queserías exquisitas que te permiten probar todos los quesos que quieras gratis; aprovechamos los happy hours de los bares para conseguir los vasos de cerveza a 1,5 euro. Entre caminatas y pedaleos, surge la inevitable necesidad de ir al baño y esto es algo sumamente molesto en Ámsterdam. Casi todos son pagos, con códigos en las puertas y en algunos locales hasta te cobran el servicio aparte, aunque hayas consumido.




Qué hacer en Ámsterdam: Free Tour de Sandeman
Una tarde Caro junto a sus amigas argentinas Cynthia y Paola se anota para hacer el free tour de Sandeman por el centro histórico, tour gratuito y muy interesante. Mientras tanto yo aprovecho para sentarme en un bar junto al canal para escribir un poco y tomar algún trago.





Casa- Museo de Ana Frank

Una mañana vamos hasta la Casa-Museo de Ana Frank, la niña judía que escondida de los nazis, escribía sus sentimientos en un diario. Recorremos la casade pisos de madera y ventanas tapiadas en donde ocho personas consiguieron ocultarse por más de dos años hasta que los primeros días de agosto de 1944 fueron encontrados, secuestrados y enviados a los campos de exterminio. Ponerse solo por un segundo en la piel de esa niña, de todas esas personas nos causa pavor y una tremenda tristeza e incomprensión por la extrema maldad del ser humano. Solo Otto Frank, padre de Ana consiguió sobrevivir, todos los demás murieron en manos de los nazis. Hasta el día de hoy persiste el enigma de quién los denunció.


Plaza Spui y Plaza Leidseplein



Al salir de allí, todavía con las sensaciones de lo que acabamos de ver, damos vueltas por Ámsterdam tratando de reencontrarnos con la belleza de la ciudad, andamos junto a exquisitos canales, cruzamos puentes repletos de bicicletas, pasamos por un mercado de carpas blancas y apetitosos aromas en medio de una avenida, vamos hasta la plaza Spui y luego a la Leidseplein con sus artistas callejeros, bandas de música, bares y restaurantes. Es nuestra última noche en Ámsterdam, las luces de la ciudad brillan en el agua, mientras empiezan a encenderse los faroles de las callecitas que dan al río. Al otro día seguimos viaje, lo maravilloso de viajar, lo triste de viajar. Viajar es también acostumbrarse a dejar lugares increibles detrás, acostumbrarse a vivir con el temor a no saber si vas a regresar algún día. Caminamos de la mano por la orilla mientras tarareamos sin darnos cuenta: “Quereme así, piantao, piantao, piantao… trepate a esta ternura de loco que hay en mí, ponete esta peluca de alondra y volá, volá conmigo ya.. Vení, quereme así piantao, piantao, piantao, abrite a los amores que vamos a intentar la trágica locura total de revivir, vení, volá, vení, tra…lala…lara..” Gracias Astor, Negro Lavié y todos los locos que se atreven a soñar.
buenísima la nota de Amsterdan, me encanta tener la posibilidad de compartir sus experiencias de viajes. Gracias
Muchas Gracias Ana!!! A nosotros también nos encanta compartirlo con ustedes. Saludos!!!
Gracias, es un regalo muy grande y valioso.
Muchas Gracias a vos Ron! Saludos!
Gracias. !!!
Volví a revivir mi viaje a esa hermosa ciudad.