Esmirna en Turquía es el segundo puerto más importante y la tercera ciudad más poblada detrás de Estambul y Ankara. Famosa por sus bares, discotecas y noches de fiesta, los más conservadores del país la llaman la “infiel”.
Cómo llegar a Esmirna en Turquía
Es muy fácil llegar a Esmirna, lo pueden hacer en avión y arribar al aeropuerto internacional Esmirna-Adnan Menderes, a unos 18 kilómetros de la ciudad; en tren, en ferry y por supuesto en autobús. En nuestro caso, utilizamos este último transporte. Son unas 6 horas de viaje desde Canakkale. La estación se ubica a unos 7 kilómetros del barrio de Alsancak, en donde nos alojaremos. Una buena y rápida opción es tomar un taxi, exíjanle al conductor que encienda el contador. Suelen hacerlo, pero siempre conviene dejar las cosas claras antes de emprender un viaje.
La ciudad de Esmirna o Izmir tiene más de 3000 años, fue construida, destruida y vuelta a construir una gran cantidad de veces. Una de ellas fue por orden de Alejandro Magno, tras la guerra con los persas. Siglos más tarde, a finales del II dC fueron los romanos por orden del emperador Marco Aurelio los que levantaron los cimientos que un terremoto había derrumbado. Por sus calles aseguran los expertos caminó el poeta Homero, autor de La Ilíada y La Odisea dos de las máximas obras de la literatura occidental.
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Nuestro hotel es el Gran Vía hotel, está en la zona más movida y divertida de la ciudad, el barrio de Alsancak y a una cuadra del Kordon, el paseo marítimo, a orillas del Mediterráneo. Es una zona de encantadoras callejuelas y peatonales, repleta de restaurantes, bares, discotecas y negocios de indumentaria y de vestidos de novia.

Caminar al atardecer por la costanera es realmente placentero, el Kordon es un parque que se desliza en paralelo a la costa. Hay picnics, parejas, grupos de amigos, familias, gente haciendo gimnasia, otros escuchando música. Nos sentamos a tomar una cerveza y disfrutar del paisaje mientras vemos como el sol se esconde en el horizonte.
En busca de un lugar donde cenar, caminamos por la peatonal Kibris Sehitieri en donde hay mucha gente y flamean las banderas turcas. En las callecitas que la cortan hay mesas abarrotadas de comensales, ruidos y sabores; y se consume alcohol como en cualquier capital europea. En algunas mesas la botella de rakia se combina con las de cerveza. No por nada Esmirna es considerada como la ciudad más occidentalizada de Turquía.
Barrio antiguo, muelle y mercado
En un puestito de buen aroma comemos bureks, esas deliciosas tartas de hojaldre rellenas de queso, verdura o carne. Luego caminamos por la costanera. Nos dirigimos hacia el barrio antiguo de Esmirna. Es un día de sol, y viento. El mar está picado, salpica cuando uno se acerca. Llegamos hasta el muelle, el Pasaport Iskelesi desde donde salen los ferrys y más adelante nos metemos a curiosear en el Mavi – Konak pier, que guarda un shopping, con locales y restaurantes frente al mar.

A unos 5 minutos de caminata se llega hasta la plaza principal con su torre del Reloj en el centro y a un lado la mezquita Konak. Hay mucha gente paseando por aquí, artistas a la gorra, turistas y familias. La Torre del Reloj tiene 25 metros de altura, cuatro pisos y delicados trabajos en mármol.

Las calles alrededor de la plaza son comerciales con miles de puestos y negocios: joyerías, de doners, de frutos secos y dulces y de flores. Por detrás de la plaza se despliega el Kemeralti Bazar. En las puertas de muchos locales cuelgan los amuletos azules que protegen contra el mal de ojo, los llaman boncuk.
Andamos entre mezquitas, como la Salepçioglu inaugurada en 1896 y la mezquita Hisar de 1598, la más grande de la ciudad. En las calles angostas hay teterias de manteles coloridos, que dan a plazoletas con árboles que dan sombra. Los gatos rondan por ahí con su habitual elegancia, algún que otro perro, bien comido, pero parece extranjero en esta tierra felina. Mas restaurantes, cafeterías, algunas que dan a lindos patios interiores, almorzamos sabrosos doners de pollo y seguimos recorriendo este bazar con sus aromas y frutos secos.
Por las noches cenamos en restaurantes con sus mesas al aire libre, mientras la brisa calidad mueve los manteles blancos y desde la pared nos miran serios los cuadros de Ataturk. Esmirna fue una ciudad de gran tradición griega, con una población mayor a la turca. Pero con la Primera guerra Mundial, la invasión de los ejércitos griegos de 1919, la contraofensiva turca victoriosa y la expulsión de todo ciudadano heleno, por décadas fue un tema tabú esta relación. Muchas personas murieron en estos eventos. En los últimos años las cosas están más tranquilas y podemos degustar un exquisito mix de comida turco-griega. Empezamos con los mezzes, el equivalente del tapeo español. Hummus, pasta de berenjena ahumada, champiñones encurtidos, crema agria, ensalada de aceitunas negras, queso feta, tomate deshidratado y pepino, taramosalata, pasta de huevas de pescado, con jugo de limón y aceite de oliva; y de principal, lubina a la parrilla con papines, todo muy rico.


Kulturpark
Nuevo día y nos quedan muchas cosas por ver en Esmirna. Primero vamos caminando hasta el parque principal de la ciudad, el Kulturpark. Extenso, es el parque más grande de la ciudad con 420 metros cuadrados. En el interior hay varios museos, salas de teatro, de conferencias, deporte y arte en general. Hay una pista de atletismo de 1.850 metros de largo, piscinas, canchas de tenis, un parque de atracciones, una laguna, y algunos restaurantes.


Ágora
Luego nos dirigimos al Ágora. Es un predio enorme, deben ser unas cuatro manzanas, es un museo al aire libre con vestigios de los períodos griego, romano, bizantino y otomano. El precio de la entrada es de 100 liras turcas, sin embargo desde fuera se puede llegar a observar la magnitud del lugar. En el ágora se llevaban a cabo muchas de las más importantes actividades públicas en la antigüedad. Se realizaban reuniones, asambleas, discusiones políticas y labores comerciales.

Kadifekale
Nos quedan dos atracciones en las alturas de Esmirna: una es el Kadifekale, el castillo de la ciudad, construido por uno de los generales de Alejandro Magno, Lysimachos. Está ubicado en la colina de Pagos, todavía mantiene sus murallas, almacenes y cisternas y otorga bellas vistas de la ciudad a sus pies. Y el asansör Binasi, una torre de ascensores que conecta la parte baja con la alta en el barrio de Konak y fue construida en 1907. Otorga bellas vistas y además se puede tomar algo en su confitería.
