Feria de Córdoba, Andalucía
Llegamos a Córdoba pasadas las dos de la tarde tras un viaje de cuatro horas y media en bus desde Madrid. Ni bien salir de la terminal que se ubica en la parte nueva de la ciudad, a diez minutos de bus de la parte antigua, notamos que todo está bastante revolucionado. Las mujeres pasan vestidas con sus típicos trajes gitanos, con grandes flores en la cabeza, niñas y niños también van vestidos a la manera tradicional y jóvenes y estudiantes universitarios andan con remeras con divertidas consignas. Todos los buses pasan completos y hay embotellamientos en el tráfico. No necesitamos ser Sherlock Holmes y su inseparable amigo el doctor Watson para saber que sucede algo fuera de lo común en la ciudad.
Como se nos está escapando la tarde nos subimos a un taxi y ahí mismo le preguntamos al chofer si es día festivo. Tras mirarnos como si recién bajáramos de un plato volador nos dice con ese timbre tan andaluz -“Pues claro, hay Feria.” La respuesta no disipa nuestras dudas y como necesitamos más información Caro le pregunta qué tipo de feria. La respuesta no se hace esperar -“Feria, como la de Sevilla, pero aquí..” Nos sigue faltando data así que volvemos a preguntar. ¿Y qué se hace allí? -“Pues que se va a hace, se come, se bebe y se baila..” (sic) El chofer satisfecho con su respuesta guarda silencio y nos deja en la puerta del hotel, tras cobrarnos 9 euros ¡lo caros que son los taxis por aquí! Al entrar volvemos a preguntar y el único dato que se adiciona es que la Feria, como todos los años se organiza en honor de Nuestra Señora de la Salud y que no nos preocupemos por el horario porque dura hasta que las velas no ardan. Así que tras dar unas vueltas por la ciudad y cuando baje el sol, nos iremos hasta la feria allí nomás al otro lado del Guadalquivir.
Primero caminamos los pocos pasos que nos separan de la antigua mezquita, que desde la caída de los musulmanes es catedral cristiana. Ingresamos por su bello patio de los naranjos y pagamos 8 euros cada uno por la entrada. Su interior es sencillamente impresionante, en donde el arte romano, hispano y musulmán por momento se conjugan y por otros mantienen su individualidad dándole un encanto particular a todo el recinto.
Luego damos una vuelta por lindas callecitas de balcones encantados, comemos un sanguchito (montadito) de jamón ibérico al paso, pasamos por el alcázar con sus mateos esperando enfrente y luego estamos listos para cruzar el puente romano hacia la feria. Este puente merece una buena mirada porque es una obra maestra de la ingeniería antigua y además tiene unas vistas espectaculares.
Feria de Córdoba
Seguimos camino hasta el lugar en donde se ha instalado la Feria, a medida que avanzamos vemos más y más gente. Cruzamos el puente nuevo sobre el Guadalquivir en donde ya se ubican puestos de ropa, churrerías y chiringuitos y más allá a lado izquierdo una larga pasarela con miles de jóvenes tomando todo lo que se les pueda ocurrir, riendo y charlando. Allí nos damos cuenta de lo que significa la Feria, no exageramos si decimos que debe haber más de diez o quince mil personas por allí, difícil hacer la cuenta, pero pueden ser más. A pesar de que corren ríos de alcohol todo se desarrolla en un ambiente festivo, también es amplio el dispositivo policial.
Nos quedamos un rato allí entre el murmullo general, las carcajadas y los brindis. ¡Qué manera de tomar por favor! Todo es muy colorido ya que los estudiantes universitarios llevan remeras de diferentes colores con leyendas como “si bebes no traduzcas” para los traductores “si vienes conmigo te haré perder el juicio” para los estudiantes de derecho.
Después de un rato vamos hacia el otro lado en donde se ubica la feria más típica con variedad de juegos mecánicos, desde montañas rusas, autitos chocadores y casas del terror, hasta tiro de dardos con premios, vendedores de globos y decenas de puestos de todo tipo. Miles de familias comparten allí con sus niñas vestidas con volados y colores y sus niños con pantalones negro, faja y camisa blanca.
Pasando los juegos y stands, aparecen amplias calles peatonales con las llamadas casetas, todas de entrada libre, que son restaurantes, boliches y tablaos, la mayoría todo esto junto, armados y decorados para la ocasión.
Todos están a pleno de gente. Difícil elegir. Nos sentamos en uno que con maravillosa rapidez saca tapas de jamón serrano, de queso, tortillas varias, montaditos y por supuesto cañas y copas de vino tinto o del fresco tinto de verano (sprite con vino y limón). Todo es algarabía y baile, de fondo suena alto Bandoleirooo, bandoleiraaa. Luego de hincarle el diente a unos montaditos de lomo salimos a la calle bulliciosa y nos metemos en otro local en donde ya todo se ha convertido en pista de baile. Allí las parejas van y vienen al ritmo de Volare, oh oh cantare, oh oh oh oh, nel blu dipinto di blu, felice di stare lassu, entre taconeos, gritos y copas.
Son más de la una y la fiesta sigue y sigue, nosotros iniciamos el camino al hotel, pensando que no nos mintió en nada el chofer del taxi. En las ferias de Córdoba se come, se toma y se baila. Y a lo grande.
Los chicos de El Viaje me hizo a mí viven en Andalucía hace varios años y escribieron un post muy completo sobre qué hacer en Andalucía, se los recomendamos.