Y también la ciudad de la leyenda del dios tortuga y la espada restituida, del tráfico endemoniado, de la comida exquisita y de las motos. ¡Cuántas motos!
Llegamos al aeropuerto de Hanoi al atardecer, pasamos rápido por migraciones y presentamos la visa que previamente habíamos tramitado en Bangkok. En el avión nos encontramos con Víctor un “amigo” de una de mis mejores amigas y juntos nos subimos a un taxi, negociamos arduamente y al final arreglamos por 320 mil dongs, unos 16 dólares, nos parece un poco caro pero el día está frío y lluvioso y la noche avanza rápidamente.
Nos dirigimos al Old Quarter, la parte antigua de la ciudad, con buena oferta de hoteles baratos y buena gastronomía, rodeada por el mágico lago Hoan Kiem. El aeropuerto se ubica bastante lejos del centro de la ciudad, el viaje dura más de una hora, en donde avanzamos lentamente por una autopista abarrotada de motos y autos entre charcos, a bocinazo limpio, con el chofer que lo único que nos dice es “Messi, Messi” además de estornudar todo el tiempo. Al llegar damos una vuelta por la zona, con una gran cantidad de personas que te ofrecen alojamiento. Analizamos calidad de hoteles y discutimos precios. La oferta es amplia pero hay que estar atentos porque muchas veces te ofrecen cuartos disponibles, el hotel de afuera parece lindo y bien ubicado y cuando entrás te avisan que en realidad están completos y procuran llevarte a otro. En este caso nosotros siempre desistimos esta opción, primero porque nos parece que se trata de publicidad engañosa y segundo porque nos ha pasado que te hacen caminar varias cuadras con las valijas a cuestas para cansarte y que te pierdas un poco, y entonces no te niegues al nuevo alojamiento propuesto.
[E]l frío es intenso, no nos esperábamos estar temperaturas y estamos vestidos con ropa de verano, así que nos decidimos por el Hanoi Central Hotel, en la calle Dinh Liet, a una cuadra del lago Hoam Kiem. Un joven nos acompaña hasta la puerta y nos da su tarjeta para que la presentemos y luego él pueda cobrar su comisión. El hotel no está nada mal, tiene baño privado, TV y AC, todo por 15 dólares. El cuarto es amplio y bien decorado, el único problema es que la ducha eléctrica no calienta demasiado. Quizás en un clima templado sí, pero con el frío que hace es imposible bañarse. Nos ponemos lo poco de abrigo que tenemos en las valijas, dándonos cuenta que la moda hace mucho que nos ha abandonado, yo ni siquiera tengo un pantalón largo, y salimos a la noche de Hanoi.

Hanoi, es la capital de Vietnam y sede del gobierno. Queda en el norte del país cerca de la frontera con China. Saigón o Ho Chi Minh queda al sur y es la capital económica
Salimos al lago Hoan Kiem, con su puente de madera iluminado de rojo es el alma de la ciudad y cuenta la leyenda que es allí en donde el dios tortuga dorada Kim Qui proveyó la espada mágica que salvó a la ciudad. La historia es así, siempre teniendo en cuenta que como todas las leyendas, tiene varias versiones: A principios del siglo XV Hanoi se encontraba en manos de los ejércitos chinos, el emperador Le Loi resistía la invasión pero se encontraba acorralado. Fue en las inmediaciones del lago en donde el emperador recibió de la boca de la tortuga gigante una poderosa espada que aumentaría sus fuerzas y ayudaría a vencer al enemigo. La espada era propiedad de Long Vuong el Rey Dragón. Gracias al poder de la espada mágica los ejércitos vietnamitas que eran notablemente inferiores, lograron vencer y expulsar a los chinos de su territorio. Un año después el emperador Le Loi navegaba por el lago Ho Luc Thuy el lago de agua verde, así era como se llamaba, cuando volvió a encontrarse con la tortuga que le señaló que debía devolver la espada a Long Vuong. Le Loi le entregó la espada y la tortuga se internó en las aguas del lago para restituírsela a su verdadero dueño, desde ese momento el lago pasaría a llamarse Hoam Kiem el lago “de la espada restituida”. Volvemos al hotel a descansar, a la mañana siguiente nos espera un gran día con Phuong o Juana como la llamamos, una amiga vietnamita de Caro.
Al despertarnos sigue la llovizna y nos cuentan que hace quince o veinte días que esta así y que es probable que el mal tiempo se mantenga por tres semanas más. Con Caro nos miramos con desconsuelo. Más allá del clima, la gente sigue con su ritmo habitual en un torbellino de actividad, motos cargadas hasta lo imposible, carros y gente y más gente vendiendo lo que sea.
Seguimos nuestro camino entre callejuelas pasadas por agua, repletas de negocios con sus mercaderías bastantes mojadas. Vemos cómo a pesar del frío, cientos de vietnamitas se sientan en las veredas en pequeños grupos bien juntos en banquitos de plástico a comer humeantes cuencos con sopa.
10:30 Nos pasa a buscar Juana que nos tiene preparadas varias sorpresas. Después de los saludos de rigor, nos subimos a un taxi y nos dirigimos al Hoi An Chicken Rice, su restaurant preferido, de pequeñas salas en varias plantas ubicado en la calle Cua Dong. A decir verdad estábamos más para el desayuno que para el almuerzo, pero está bueno a veces ir acomodándose a las costumbres de cada lugar. Cuando nos bajamos del taxi nos dice que ni se nos ocurra pagar nada, porque ella invita todo y por supuesto cumplirá su promesa. En todo el día no va a dejar que paguemos ni un centavo, sin importar lo que protestemos. Nos ubicamos en una mesa del primer piso mientras nos cuenta que en Vietnam se acostumbra pedir varios platos diferentes que se agrupan en medio de la mesa y todos pican un poco de todo. Nos dejamos guiar por Juana en una experiencia culinaria exquisita. Son las once de la mañana y no paramos de comer hasta las dos de la tarde. Sopa con hongos y cilantro, una especie de guiso en cazuela de barro con pollo trozado y hongos de diferentes clases, sopa de caldo de pescado con fideos y verduras, rolls de cerdo y deditos de verdura recubiertos con una fina masa de arroz. No nos pidan los nombres de la comida en vietnamita porque estábamos demasiado concentrados en saborear.
Tras lo que sería la primera tanda de comida una moza ubica en medio de la mesa un calentador eléctrico y sobre ella una olla con un caldo espeso y humeante, en ella los comensales van poniendo los ingredientes para que se terminen de cocinar: zanahorias, cebollas, ajíes, hierbas varias y lo mejor, pequeños trozos de pato.
Mientras comemos conversamos un poco de todo y esto nos ayudar a comprender algo de la realidad vietnamita. Juana nos relata lo difícil que fue la guerra y la post guerra de Vietnam (ellos la llaman la guerra de Estados Unidos) con la destrucción, las muertes, el miedo y la falta de alimentos. Nos cuenta que ahora las cosas están mucho mejor, pero es difícil conseguir un buen trabajo si no estás afiliado al partido comunista. También charlamos de cuestiones culturales y se asombra cuando le contamos que existen muchas universidades gratuitas en Argentina con muy buen nivel académico ya que en Vietnam es muy costosa la educación. Ya estaba pensando en mandar a sus hijas a estudiar a Buenos Aires. Después de preguntarnos por nuestra fiesta de casamiento, ella nos relata que en su país las bodas son cortas, sin baile, con mucha comida, no se hacen de noche y se llevan a cabo en cualquier día de la semana, lo único importante es que tiene que ser día de buen augurio. También que la decisión de los padres de los novios es determinante para que se efectúe el matrimonio. Ellos tienen que estar absolutamente de acuerdo con la unión, sino la boda no se llevará a cabo. Realizan dos fiestas, una con cada lado de la familia. (se ve que no quieren altercados, je) y con los amigos se juntan sólo para cenar o tomar unos tragos en otro momento. Y ahí somos nosotros los que nos asombramos.
Caro: A Juana la conocí en septiembre del 2011 con motivo de una beca para periodistas a la que asistí en la Republica de Taiwán. Ella es productora de programa de juegos en televisión. Está casada y tiene dos preciosas hijas. Disfruto muchísimo poder reencontrarme con amigos de diferentes partes del mundo cuando tengo la oportunidad de viajar a sus ciudades de origen. Allí te convertís en un huésped de honor en donde podés conocer el lugar y las costumbres de la mano de un local y eso es algo que no tiene precio.
Terminada la comida nos dirigimos al teatro de las Marionetas de Agua, otro de los símbolos de la ciudad, la buena de Juana compró entradas para las 14:30 hs., así que salimos rápidamente y en unos minutos estamos entrando al teatro que se encuentra abarrotado de turistas. En la lista de precios pude ver que las entradas costaban 60 mil dong cada una (3usd). El espectáculo recrea antiguas leyendas vietnamitas, una pequeña banda de música se ubica a un costado y las marionetas se mueven sobre el agua, manejadas desde atrás por una serie de varillas. Al finalizar el espectáculo los hombres y mujeres que daban vida a las marionetas también entran al agua vestidos con sus trajes tradicionales. No dura mucho, menos de media hora y con tanta comida reconozco que estaba más para una siestita que para disfrutar del arte vietnamita.
Cuando salimos no llueve, pero el frío sigue siendo intenso. Paseamos por las inmediaciones del lago, en donde parejas de jóvenes caminan de la mano, luego salimos a una zona de avenidas anchas, casas de ropa de grandes marcas y hoteles de cadenas internacionales. Pasamos por la Kem Trang Tien la única heladería que estaba abierta en los años de la guerra, Juana nos contó cómo los domingos de esa época cientos de personas hacían cola por horas para degustar un heladito.
Como nadie utiliza los semáforos y todo el tráfico se maneja de manera anárquica y descontrolada, cruzar una calle o simplemente caminar por cualquier vereda pone en juego la vida de uno y no estoy exagerando. Juana conocedora de esto cruza normalmente frente a miles de motos, algunos autos y varios taxi-bicicletas, que la esquivan como en una especie de juego electrónico. Ella nos dice que esta es la única manera de cruzar una calle en Hanoi y tiene razón. Nosotros la seguimos, pero el miedo a que una motito te levante por el aire no se va nunca. La mano levantada haciendo la señal de stop ayuda para creerse que es un escudo, pero no es necesaria.
En medio del paseo conseguimos nuevo hotel en donde nos aseguran que funciona el agua caliente, es el Camellia Hanoi en la Chan Cam Street, 20 dólares el cuarto doble. El sol va cayendo y Juana sigue con la misma energía, pasamos rápidamente por la antigua universidad que esta cerrando y no nos dejan entrar, luego nos dirigimos al Lenin Park, hasta llegar al mausoleo de Ho Chi Minh, edificación cuadrada e imponente con destellos rojos que fluyen de su interior. Justamente fue en este lugar en donde el 2 de Septiembre de 1945, el presidente Ho Chi Minh estableció la República Democrática de Vietnam, tras derrotar a los invasores franceses.
Lamentablemente no pudimos ingresar al mausoleo en donde se encuentra el cuerpo embalsamado de Ho Chi Minh porque tiene horarios muy restringidos de visita. Seguimos nuestro camino entre edificios gubernamentales, del ejército y embajadas y como son las siete Juana nos dice que es hora de ir a cenar. Todavía nos dura la panzada del mediodía, pero no admite discusiones y nos propone dos opciones: pollo al estilo vietnamita o pizza. Elegimos esto último porque ante lo inevitable de seguir comiendo por lo menos pensamos en algo un poco menos pesado. En el camino pasamos por dos grandes lagos el Ho tay o lago del oeste y el Trac bach, una zona de hoteles, restaurantes y una muy bonita pagoda que se interna en el agua entre flores iluminadas con velas. En esa recorrida confirmamos que se puede comer perro, cuando los vimos colgados cual pollos y el cartel de Dog sobre ellos. Pobrecitos…eso sí que nos causa disgusto.
Vamos a comer al Hot Rock Seafood y Bar, en la av Hoang Dao thuy una calle de doble mano con restaurantes y bares. Este local también tiene pequeños salones en varios pisos, comemos nuestras pizzas que le ponen un poco de todo, camarones, salchichas, jamón y más. ¡Y nosotros que pensamos que eran mas livianas! En las mesas de al lado los comensales reciben pequeños trozos de carne cruda que untan con manteca y asan ellos mismos en un roca chatita que está hirviendo. Juana nota que nos parece apetitoso y nos indica que tenemos que pedir ese plato para probarlo, le rogamos que no, ya no nos entra mas comida. Al final de la cena nos abrazamos y prometemos que volveremos a vernos, ella que todavía tiene energía, se dirige a buscar a sus hijas que están en la casa de su suegra, en donde volverá a cenar, ya que sería muy descortés que no lo hiciera.
Nosotros nos volvemos en un taxi con cronómetro y vamos siguiendo el camino en nuestro mapa para evitar que el taxista nos pasee demasiado. Cuando bajamos cerca del hotel todavía es temprano, así que nos vamos a un bar de la otra cuadra que tiene wifi, a tomar unas copas y rearmar nuestro itinerario. Volvemos a chequear en internet el clima en todo Vietnam y sigue igual, lluvia y frío por varios días. No se recomienda visitar la bahía de Halong hasta que mejore el tiempo. Nos preocupa, veremos que hacemos