Holi: Colores, polvo, agua y risas en una de las fiestas más divertidas, pintorescas e importantes del Hinduismo
Llegamos a Katmandú el 25 de marzo, un día antes del festejo de Holi una de las celebraciones más importantes en India y Nepal, países en donde la mayor parte de la población profesa el hinduismo. El origen más aceptado de esta fiesta tiene que ver con una antigua leyenda que cuenta la historia del todopoderoso Jirania Kashipú, conocido como el rey de los demonios. Este rey quería asesinar a su hijo Prajlad por adorar al dios Vishnú (máxima deidad hindú) y para ello envió a su hija Holika que mediante un engaño y un manto mágico debía lograr que su hermano se terminara quemando en una pira de fuego. La cuestión es que por esas cosas de la vida, la que termina muriendo es ella misma y luego Vishnú también se encargará de su padre. Es por esto que la noche previa al Holi se encienden hogueras en las calles de pueblos y ciudades para evocar estos antiguos sucesos. Más allá de la leyenda que tiene los clásicos y atrayentes componentes de toda buena historia: amor, odio, traiciones y acciones heroicas, Holi es una fiesta en donde se reparten regalos y se llama a confraternizar con el prójimo. Además es una excelente ocasión para festejar la llegada de la primavera y con ella las lluvias que regarán los campos luego del aplastante calor de la temporada seca. Pero lo más llamativo del Holi es el festival de colores que se disfruta por la calle. La alegría de este día es desbordante.

Caro y Machi festejando Holi
Muy temprano a la mañana veíamos y escuchábamos desde la ventana de nuestro hotel como caían baldazos de agua desde las terrazas de las casas, corridas, risas, polvos de colores que volaban por los aires y ni siquiera los que iban en moto se salvaban. Salir íbamos a salir, de eso no teníamos ninguna duda. Era nuestro primer Holi y no estábamos dispuestos a perdernos la fiesta. Pero al mismo tiempo estirábamos la salida, ya que las recomendaciones eran muchas y al parecer los nepalíes no son de andarse con chiquitas en esta fiesta. Principalmente nos recomendaban no llevar cámara de fotos y que nos pusiéramos la peor ropa que tuviéramos, lo mismo con el calzado. En eso andábamos mientras al Ganesh Himal (nuestro hotel) iban llegando turistas de salida tempranera que regresaban pintados completamente de la cabeza a los pies. Así que respiramos hondo, nos armamos de valor, agarramos nuestra cámara a prueba de agua, envolvimos la otra en naylon y pa frenti.
Salimos a las calles principales del barrio Thamel y allí el gran descontrol: toda la gente afuera, grupos de niños corriendo con bombitas de agua, chorros de agua desde las azoteas cuando uno menos se lo espera todos los negocios cerrados y solo improvisados tablones de venta de las bolsitas con los dichosos polvos de colores. En algunos esquinas también policías tratando de poner un poco de orden. Caro tenía mucha expectativa, la adrenalina se sentía en cada uno de sus gritos y risotadas. Las primeras cuadras nuestra limpieza inmaculada contrastaba con el colorido descontrol de la ciudad, parecía como si nadie se animara a pintarnos. Hasta que uno se animó y allí se acabó todo, o mejor dicho empezó. Al principio las pintadas son delicadas, generalmente van a la cara o al pelo, pero cuando se juntan unos cuantos pibes jóvenes, las manos van hacia otras partes del cuerpo. Lo puede decir Caro que casi tiene que trompear a uno que se quiso hacer el vivo. Igualmente el clima es muy alegre, ruidoso y pintoresco.

Hombres repartiéndose el polvo de colores
De cada esquina salían grupitos de jóvenes y adolescentes gritando desaforados Happy Holi y buscando como víctimas centrales a los turistas que pasaban con sus amplias sonrisas disfrutando a pleno de estar en el lugar indicado en el momento justo
Andamos a los saltos, nos ligamos pintadas de todo tipo y color hasta que nos refugiamos en un restaurante a juntar fuerzas, sacar algunas fotos y lavarnos aunque sea las manos. Cuando nos ve el mozo nos pregunta por qué nos estábamos lavando los colores si ese era un día de alegría, para disfrutarlo con los colores de la primavera.
Tras unos minutos salimos de nuevo, por delante nuestro pasan grupos de nepalíes pintados simil terroríficas máscaras y turistas teñidos de arco iris.

Nena nepalí riéndose de la pinta de un turista

Turista comprando agua de colores
Cuando vemos a varios chicos que al habérseles acabado los polvos de colores comienzan a llenar las botellas de agua con barro, sentimos que nuestro Holi en las calles ha terminado. Nuestro regreso al hotel a paso rápido no está exento de varios gritos de Happy Holi y más pintadas en lo que queda de nuestra destartalada humanidad.

La televisión también festeja