Enero 2012

Gili Trawangan de noche

Pocas cosas en la vida son tan hermosas como los atardeceres en la playa, en cada isla o ciudad y en cada época del año no existe uno igual, siempre cambian, siempre son diferentes. Nos quedamos hasta que el último destello se esconde en el horizonte y lentamente nos vamos hacia el hotel. Las islas Gili de noche te invitan a descubrir un nuevo paraíso.

Atardecer en Gili Trawangan, Indonesia

Cuando ya la noche tomó la posta, la piscina se encuentra desierta y alumbrada con luces amarillas que le dan romanticisimo e intimidad a pesar de que se ubica frente a la avenida principal. A un costado varios de los profesores y profesoras de buceo charlan y toman cerveza luego de su día de trabajo. La caminata nos agotó así que sin pensarlo dos veces nos metemos en la pileta llena de agua de mar filtrada, en casi todas es así ya que no abunda el agua dulce en esta zona. De noche la isla parece una aldea encantada, sin ruido de motores, con los cascos de los caballos que tiran de sus carros y las bicicletas que pasan despacio. Es nuestra primera noche y no estamos seguros de donde cenar, entonces caminamos por la avenida principal mirando, sintiendo, explorando.

Gili Trawangan de noche, Islas Gili, Indonesia

Gili Trawangan de noche, Islas Gili, Indonesia

En uno de los extremos de la isla se ubican los dos o tres hoteles más caros, también hay lindos restaurantes con las mesitas sobre la playa y alumbrados con velas y faroles. Son cerca de las nueve y todo el mundo o está cenando o está buscando donde hacerlo. Los cocineros de chaquetas blancas muestran sus pescados y mariscos e informan a los clientes sobre precios, clases, tamaños y calidad, ya que se venden por peso y uno puede elegir el que quiera.  Es un placer caminar por esas callecitas en donde se escuchan risas y música y el chocar de los cubiertos y las olas que pegan contra la costa. Pero todo esto en un murmullo, nada de estridencias, no hay embotellamientos ni aglomeraciones.

Gili Trawangan de noche, Islas Gili, Indonesia

Gili Trawangan de noche, Islas Gili, Indonesia

Gili Trawangan de noche, Islas Gili, Indonesia

Desandamos nuestros pasos, pasamos por un bar al aire libre que ya tiene varias de sus mesas ocupadas con parejas y grupos de amigos tomando tragos y cervezas y llegamos a un pequeño mercado ubicado a cuatro o cinco cuadras de nuestro hotel y con algunos carros estacionados en el frente.  El mercadito tiene varias filas de tablones que hacen las veces de mesas con sus respectivos bancos y alrededor varios puestos de delicias marinas. El ambiente es bullicioso, un poco oscuro, pero los aromas te invaden. Caro se sienta y me dice que elija, que confía en mi.

Mercado nocturno en Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Mercado nocturno en Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Me dirijo a uno de los puestos en donde hay más gente (sobre todo locales, que son los que más  conocen) y converso con la vendedora que me muestra la pesca que tiene a la venta. Hay mucho para elegir, pescados que no probamos nunca y bichos que no sabíamos que existían y que son una tentación. Finalmente elijo barracuda asada al ajo, pulpo a la pimienta negra y langostinos king a la parrilla más dos cervezas Bintang. No puedo esperar a que llegue la comida, me intriga su realización así que me deslizo a la parte de atrás del puesto para ver como cocinan. Son dos, la mujer que me atendió y un hombre que trabajan perfectamente sincronizados. Es atrapante verlos cocinar y a la velocidad con que lo hacen, revolean woks en donde saltean mariscos, vigilan los pescados que se asan sobre brasas, fritan calamares, rellenan langostinos, hierven arroz. Con nuestros tres platos listos me voy para la mesa. Todo está riquísimo, aunque Caro abandona rápidamente el pulpo porque está picante, sabroso pero picante. El calor es intenso pero la cerveza helada hace que se tolere bastante bien.

Mercado nocturno en Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Al lado nuestro se sientan un español de Mallorca y un italiano de Génova que conversan animadamente. Nos unimos a la charla. Son dos buscavidas que hace años que viajan por el mundo. El español hace tiempo que está instalado en Bali, trabajando de lo que encuentra. Son divertidos y tienen pinta de chantas, no sería buena idea comprarles ni siquiera una bicicleta. La charla deriva en la situación europea, los problemas económicos y la alta desocupación. El italiano dice que todo es culpa de una conspiración del Vaticano que hizo emigrar a Italia a búlgaros y rumanos para que haya mayor cantidad de católicos y estos les saque el trabajo a los italianos. El español asiente convencido y suma a la teoría de su amigo que en España los que les sacan el trabajo a su gente son los marroquíes y ecuatorianos. El italiano asegura que franceses y alemanes se quieren quedar con toda la riqueza de Europa y que si sigue así la cosa se viene la revolución, él mismo ya tiene un arma en su casa para partir al combate en primera fila. Son muy interesantes estar charlas para nosotros. Además de mostrarnos otras miradas nos hacen reflexionar en cómo los prejuicios pueden viajar con las personas a cualquier parte del mundo. Ellos mismos son migrantes que buscan ganarse la vida en otros países y al mismo tiempo se quejan de otros migrantes que hacen lo mismo. Además nos impresiona la manera en que se diseñan y admiten las más disparatadas teorías que se van repitiendo de boca en boca. Igualmente cualquier loca teoría que escuchamos, muchas veces nos hace repensar si existe algo de verdad en ella. Luego de la charla volvemos lentamente al hotel, algunas luces se han ido apagando, pero todavía hay movimiento en la calle y un par de barcitos con música y chocar de copas.

Otro atardecer mágico nos encuentra en la playa al día siguiente con tonalidades rojas y anaranjadas que se pierden en el mar infinito. Iniciamos la vuelta por la costanera, en donde empiezan a encenderse de a poco los faroles y los restaurantes comienzan a ubicar en sus puertas los aparadores con hielo y la pesca del día. Si se camina en silencio se puede escuchar el crepitar de las parrillas que comienzan a encenderse. Al llegar al hotel repetimos chapuzón en la piscina que está desierta  y cuando volvemos a salir nos introducimos en este pueblo con ese aire mezcla de tranquilidad y bohemia, sin bocinazos, sin frenadas, solo algún relincho de los caballos de los carros.

Atardecer en Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

En la pileta del hotel de las Islas Gili, Indonesia

Muchas caras son las que vimos el día anterior, otras son las que llegaron en los barcos esta mañana. Dudamos si volver a comer en el mercado barato, rico y bullicioso o darnos el gusto de hacerlo en alguna mesita perdida en la playa junto al mar. Caminamos lentamente tomados de la mano mientras los aromas a pescado frito y cangrejo a la parrilla nos envuelven y las farolas amarillas emiten leves haces de luz.

Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Finalmente nos decidimos por la mesita junto al mar. Es un poco más caro que el mercado pero la pesca es fresca y cocinada delante nuestro.Nos acomodamos en una mesa sobre la arena a metros del agua, iluminada con un pequeño farol.  En la parte cubierta canta una mujer, acompañada de un guitarrista, no lo hace mal, pero grita demasiado. Una vez sentados, voy hasta el frente del local a elegir lo que vamos a comer, me defino por dos Red Snapper rojos (pescados) de medio kilo cada uno que el cocinero tira al instante a la parrilla y unas papas asadas. La noche es cálida, estrellada, en el horizonte para el lado de Lombok se ven relámpagos, pero en Gili Trawangan la noche está encantadora.

Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

Pedimos un vino blanco indonesio, de la isla Bali,  es nuestra última noche y queremos brindar con algo diferente. Se llama Hatta white, fresco, tomable, demasiado cítrico. Los alaridos de la cantante cesan y toma la posta un hombre joven que con buena dicción canta un par de temas de los mexicanos de Maná. Cuando termina lo felicitamos y le preguntamos si sabe español, en inglés nos dice que no, que aprendió las letras de forma cacofónica. Disfrutamos de la cena, charlamos, le damos un pedacito de pescado a un gato que pasea por la playa y en cuestión de minutos son seis los que tenemos alrededor nuestro.

Gili Trawangan, Islas Gili, Indonesia

A eso de las doce andamos por la playa hacia el hotel, qué placer pisar la arena blanda, fresca con los pies descalzos!  Nos sale tararear “Quien dice que no duelen las huellas en la arena, tu huella el mar se la llevó pero la luna sigue ahí, pero esa luna es mi condena…” del grupo colombiano Los Bacilos. La luna está grande y brillante, es un regalo para nosotros más que una condena. Las luces de la isla se van apagando, todavía se pueden ver parejas tomando algo a la luz de las velas y mirando el mar. Nuestros hotel está silencioso y en penumbras, el joven encargado mira televisión sentado en uno de los sillones y apenas si levanta la vista cuando pasamos frente a él. ¡A dormir, qué lindas son las noches en las Gili!

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