Novi Sad y FruskaGora
Novi Sad y la fortaleza de Petrovaradin fueron todo un hallazgo para nosotros, no teníamos muchas referencias y disfrutamos mucho nuestros días allí.
Novi Sad es la segunda ciudad en población de Serbia (después de su capital Belgrado). Es de tamaño medio, se ubica en el norte del país, en la región autónoma de Vojvodina y merece una visita, no tenemos dudas. Y no sólo por sí misma sino también porque es un excelente punto de partida para visitar los monasterios ortodoxos y los antiguos pueblos que se ubican en los valles de las montañas del parque nacional Fruska Gora.
A Novi Sad la podemos dividir en sus dos orillas, emplazadas a los lados del río Danubio. A la derecha Petrovaradin, la gran fortaleza de la ciudad, con sus antiguas casas a sus pies, calles de adoquines, olor a leña que crepita en las cocinas y silencio, mucho silencio. Del otro lado del Varadinski most (hay dos puentes más) la más poblada y bulliciosa ciudad de Novi Sad. Al cruzar el puente, el río se ve oscuro, con unas pasarelas a sus costados donde esforzados deportistas hacen footing. En las alturas brillan los muros de la fortaleza con su Torre del Reloj y las sombrillas de sus restaurantes. El boulevard Mihajla Pupina, bordeado de parques a un lado y de edificios pétreos y cuadrados de la era comunista al otro se interna en el centro de la ciudad.

En la plaza central y en las calles peatonales que la rodean se encuentran los edificios más importantes, el Ayuntamiento, la neogótica iglesia cristiana, el antiguo hotel Vojvodina, el teatro Nacional y la iglesia serbia ortodoxa con el elegante palacio del Arzobispo a su lado. Novi Sad es una prestigiosa ciudad cultural, cuenta con dos importantes universidades, varias facultades e institutos tecnológicos, además todos los años en verano se realiza el famoso festival de música llamado Exit que congrega a miles de personas. Así que además de familias paseando se pueden ver muchos jóvenes de diferentes edades, todos estudiantes que charlan en largas filas de mesas que se agrupan a lo largo de la peatonal.



Las calles de los alrededores también tienen mucha vida, con sus bares y restaurantes en bonitos patios interiores. La oferta gastronómica es muy buena y para todos los bolsillos. En los días que pasamos allí comimos a lo grande. Uno de ellos fue en el Plivnica Gusan: champignones salteados con arroz y una tabla de carnes asadas a manera balcánica con cerdo, salchichas, pollo enrollado en panceta y cevaps, las salchichas de carne picada que son el pan de cada día en esta zona. Con papas fritas, gaseosa y cerveza, pagamos unos diez euros, aprox. Lo único que hay que tener en cuenta es que en toda Serbia está permitido fumar en el interior de cualquier edificio, incluidos restaurantes por supuesto. Nosotros en los que pudimos, tratamos de comer afuera. Si pueden gastar un poco más, vayan al Fish & Zelenish, especializado en pescados y mariscos, es pequeño, romántico, ubicado pasando la iglesia ortodoxa, tuvimos allí una cena inolvidable.
Nos alojamos en Fortress Apartmani, a los pies de la fortaleza de Petrovaradin, en una calle de casas bajas, antiguas y destartaladas. Los cuartos son modernos, luminosos y dan a un patio, está atendido por sus dueños con gran amabilidad.

En nuestro segundo día, nublado y templado, con solo caminar unos metros ya empezamos a subir los escalones hacia la fortaleza, no hay casi nadie en los alrededores. A medida que ascendemos aparecen muy lindas vistas de la ciudad al otro lado del río, también se pueden ver las cúpulas de las iglesias, el campus de la universidad de Novi Sad y a lo lejos la playa Strand, la única con infraestructura que posee la ciudad. La Torre del Reloj preside la fortaleza y sus murallas se extienden por cientos de metros. En el siglo XVII fue una de las fortificaciones más importantes de Europa y la principal de los Balcanes en tiempos en que esta zona fue gobernada por el imperio Austrohúngaro. Además de todo lo que vemos en la superficie con sus restaurantes, museos y galerías de arte, también cuenta con 16 kilómetros de galerías subterráneas que se pueden visitar en parte.

En Terasa, almorzamos una buena picada de quesos y fiambres, siguiendo la línea de lo bien que comimos en esta zona. Tras la comida, dejamos pasar el tiempo caminando por los senderos de esta centenaria fortaleza, con sus bastiones, cañones y muros defensivos, al no haber casi turistas, se puede sentir el viento rozando los árboles o silbando entre los muros.

Para visitar el parque nacional Fruska Gora y los templos ortodoxos elegimos hacerlo con Serbian Private Tours y no nos equivocamos, pasamos un día espectacular. Los tours se pueden iniciar desde Novi Sad o desde Belgrado, a tan solo una hora de viaje. El parque nacional con sus valles que descienden de la montaña es de gran belleza. Primero nos detenemos en el monasterio Krusedol, del siglo XVI, que guarda los restos del rey Milan Obrenovic y que está custodiado por monjes serios, de largas barbas y vestidos completamente de negro. Se respira paz, naturaleza, la iglesia es pequeña y en la parte de afuera en un aparador de dos estantes los creyentes prenden velas. La parte de arriba es para rezar por los vivos, la de abajo para recordar a los muertos.
El segundo templo de la visita se ubica a unos pocos minutos y fue reconstruido luego de ser seriamente dañado durante la Segunda Guerra Mundial. Se llama Staro (old) Hopovo y está ligado a la otra familia real Serbia, siempre enemiga de los Obrenovic, la casa Brankovic.
Para llegar al tercer monasterio, tenemos que esquivar varios buses con charlatanes jubilados que disfrutan de la visita. Se llama Novo (new) Hopovo, con sus cúpulas decoradas con hermosos frescos; a diferencia de los templos cristianos, la misa se sigue en su totalidad de pie. Solo pueden sentarse enfermos, ancianos o embarazadas, en las pocas sillas que hay.
Luego visitamos el pequeño pueblo Sremski Karlovci que tienen importantes edificios de la época del imperio Austrohúngaro, la catedral ortodoxa y la fuente de los Cuatro leones; saliendo de la plaza llena de turistas, como por arte de magia, recupera su tranquilidad pueblerina. Estaba en obra la calle principal por lo que mucho no pudimos caminar.
En unos minutos salimos de la ruta principal para tomar angostos caminos entre la vegetación en donde se puede ver la auténtica vida de los habitantes de Vojvodina, sus casas de techos a dos aguas, con chimeneas que humean todo el día, pilas de leña acomodadas en los rincones, hileras de viñas, perros que descansan al sol. En uno de esos angostos senderos aparece el restaurante Podrum Miljevic. En su galería de madera nos recibe su dueño llamado Dragan, simpático y amable. Allí vamos a disfrutar de una de nuestras mejores comidas en los Balcanes. Pero antes nos introduce en la frescura de su cava, con cientos de botellas y botellones de vino de hasta 54 litros de su propia producción, además de otras delicias como aceites de oliva, conservas y dulces. Brindamos con raki, charlamos un rato, nos cuenta que es ingeniero, pero luego de muchos años en grandes compañías, decidió emprender esta nueva vida junto a su familia.
Nos sentamos al lado de un hogar donde los leños envían una tierna calidez. Por la puerta ventana se filtran los rayos de sol de lo que podría ser un frío día de primavera mientras comienzan a llegar los platos. Primero unas pequeñas tartas de hojaldre, queso y cardos de la zona, muy bien para empezar. Luego una tabla de quesos y fiambres artesanales, de gran calidad: variedad de salames, queso con miel y jamones ahumados. Luego un plato de osobuco, tierno, exquisito, acompañado con salsa de champiñones. Cuando ya no damos más llega el pollo salteado con morrones y papas al horno. Con cada plato Dragan nos presenta diferentes vinos de su bodega para que el maridaje sea perfecto. El postre lo esperamos en la galería exterior bajo el sol, Beauty, la perra de la casa, aparece cariñosa para darnos la despedida, tenemos que partir, pero los lindos días pasados en esta zona del mundo siempre nos acompañarán.
Fantástico relato!
En unos días estaré por allí, espero disfrutarlo tanto como vosotros.
Saludos