Un gran amigo que reservo su nombre me dijo poco antes de arribar a la ciudad: “En Milán empezás mirando a las minas (mujeres) y terminas mirando a los hombres…”. Sin animarme a negar o confirmar dicha afirmación, en Milán se nota que hay dinero, hay lujo, hay sofisticación y un amor extravagante por la moda; en un palabra hay buen gusto, salvo por Berlusconi, hijo pródigo de la ciudad, pero ese ya es otro tema. Trajes de corte perfecto, zapatos lustrosos, aroma a perfume, camisas entalladas, camperas y gamulanes, gel o gomina, en los hombres. En las mujeres tacos extralargos, piernas al viento en el frío invierno, maquillaje que mejora lo inmejorable, vestidos, conjuntos, carteras, joyas, peinados de peluquería (perdonen mi limitado repertorio para describir el vestuario femenino). Con Caro miramos nuestras ropas de viajeros, luego a nuestro alrededor, nuevamente nuestro atuendo y…sí, no podemos andar tan mal vestidos en esta ciudad, sobretodo cuando tenemos la “suerte” de arribar en medio de la semana de la Moda. Parece a nosotros solo nos llegó “el anteúltimo grito de la moda”…¡Pero así es la vida del viajero! Y no la cambiamos por nada.



Viajamos en tren desde La Spezia hacia la capital de Lombardía, luego de haber visitado Cinque terre. El trayecto es de tres horas aproximadamente y el precio es de 19 euros por persona. Tenemos dos días en Milán para patear a sol y sombra. Arribamos a la estación Central, con sus altos techos de cristales y bóvedas, bella en su estilo. De allí es fácil alcanzar cualquier punto de la ciudad, Milán tiene un muy buen sistema de transporte con buses, subtes y tranvías (conviene adquirir el pase ilimitado por 24 hs a 4,5 euros para utilizar cualquiera de ellos).

Si viajan con poco tiempo no lo duden, primero a la Piazza del Duomo, sofisticada, amplia, a un lado la impresionante Galería Vittorio Emanuelle II y enfrente la catedral gótica de Milán, impresiona su majestad, su tamaño, sus cúpulas y paredes recubiertas de un mármol que va del blanco al gris, todo el conjunto es de gran belleza. Allí en mayo de 1805 Napoleón Bonaparte fue coronado como rey de Italia. En una de sus paredes laterales hay una pantalla de led gigante que pasa videos y publicidades, no se puede ser más fashion, un poco profano, pero fashion al fin.




En la galería Vittorio Emanuelle II todo impresiona, el lujo, sus altos techos y los precios de las marcas de mucha de la ropa más sofisticada que existe; saliendo por el lado contrario al Duomo damos a la piazza Della Scalla, de un lado el palazzo Marino y del otro la famosa Scala de Milán, uno de los teatros de Ópera más famosos del mundo. Entre directores y músicos han pasado por allí muchos de los más importantes de la historia, de Toscanini a Baremboin, de Pavarotti a María Callas. En el centro de la plazoleta la estatua del gran Leonardo Da Vinci. Ya nos encontraremos mañana con una de sus obras más emblemáticas “La Última Cena”.


Volvemos a cruzar la piazza del Duomo para tomar la vía Torino, nos vamos a comer al Navigli. Mientras tanto contingentes de japoneses sacan miles de fotos y los paparazzi que cubren la Semana de la moda, ya cansados de las fotos esperan que caiga la noche para poder tomar unos tragos y quizás pescar alguna modelo. La calle está repleta de locales de ropa, de zapatos y perfumes. Doblamos en la Corso Porta Ticinese, donde frente a la iglesia San Lorenzo Maggiore vemos antiguas columnas romanas y luego seguimos unos metros más hasta la misma Porta Ticinese. El Navigli es un curso de agua bastante raleado, pero toda la zona es excelente para cenar o ir de tragos. A los dos lados se ubican montones de bares y restaurantes que proponen variedad de comidas italianas, internacionales y también los de tipo Aperitivo. Estén atentos cuando en Italia ven un cartel con este nombre. Esta es una buena variante porque por 10 euros por persona (en este caso, en Roma encontramos a 8 por ejemplo), permite elegir un trago de la carta y comer libremente todo lo que el buffet del restaurante proponga. Nos sentamos en Spritz (recomendado por nuestros amigos Lety y Rober de Mochileando por el mundo) en una de las mesas de afuera bien equipadas con sus estufas de pie y cubiertas por un toldo. La bebida, puede ser un coctel, cerveza o vino y luego se puede atacar la mesa de quesos y fiambres, también hay pasta, pizza y algunos postres.



Después de una noche de sueño profundo y reparador en una de las muy lindas habitaciones de Línea Verde B&B, desayunamos a cuerpo de rey gracias a Danielle y su mamá Francesca dueños del lugar, que nos proponen unas inolvidables medialunas rellenas de crema de pistacho, otras delicias dulces, plato de quesos, té y jugo de naranja. Si pasan por allí pídanle a Danielle que les haga su especialidad, el café con chocolate de tres colores. El Bed and breakfast es la oda a los detalles y al buen gusto, acordes con la ciudad. Tiene dos habitaciones finamente decoradas en todos de verde y algo que no habíamos visto nunca…¡Un menú de almohadas!



Tenemos un día intenso, nuestra primera parada está lejos de las visitas convencionales. Nos subimos al subte, las líneas se diferencian por colores y tienen buenas conexiones entre sí y bajamos en la piazza Loreto, un círculo poco cuidado en donde alrededor pasan miles de autos por día. A primera vista no dice nada y nadie que no esté informado se podría imaginar lo que sucedió allí. Pero fue justo en ese lugar, en donde había una estación de servicio que ya no existe cuando el 29 de abril de 1945 colgaron ya muertos a Benito Mussolini, a su amante Clara Petacci y a otros prominentes fascistas. Habían sido ejecutados el día anterior por partisanos y sus cuerpos fueron colgados de cabeza para que todo el mundo los viera, festejara y también los ultrajara. En tiempos de guerras, crímenes y millones de muertes, no hubo tiempo para la moderación. El cuerpo muerto del dictador debía pagar todo lo malo que había hecho su dueño en vida. La plaza Loreto no había sido elegida al azar, allí mismo casi un año antes habían sido masacrados 15 antifascistas.

Siempre en subte, después de siete u ocho paradas, llegamos a Piazza Garibaldi, zona moderna y de diseño, con rascacielos y negocios y caminamos hasta Montenapoleone, que es una linda zona de restaurantes, embajadas y además se ubica allí la Academia de las bellas artes de Brera. Punto ineludible en donde se puede pasear por sus salas, su antigua biblioteca y por supuesto por su famosa pinacoteca que guarda algunas joyas como cuadros de Caravaggio, Piero Della Francesca, Andrea Mantegna, Rembrandt y El Greco entre otros grandes. Para los que anden con abstinencia de productos argentos, a unos metros se encuentra el consulado Argentino y allí cerca en la via Ciovasso 11 hay un local que vende productos nacionales: yerba mate, dulce de leche, alfajores, vinos, lo que quieran. ¡Pudimos comprar un kilo de yerba para continuar el viaje! euros bien gastados. De allí nos vamos al Castello Sforzesco, imponente, con galerías, museos y parques, otra visita impostergable en Milán, que además tiene varios sectores gratuitos.



Milán nos gusta, dentro de su tamaño mediano, con más de un millón de habitantes es diferente a otras ciudades de Italia, no nos parece entrar en comparaciones, es elegante, prolija y con muchas atracciones interesantes. Como la iglesia Santa María delle Grazie, donde se encuentra la Última cena de Leonardo, nuestra frutilla del postre. La entrada cuesta 6 euros y hay que sacarla con anticipación por internet porque son grupos reducidos los que ingresan a ver la pintura. Pero, y atentos al tip, también pueden presentarse directamente en la iglesia en la calle corso Magenta y con un poco de suerte comprar alguna de las entradas reservadas de los que no se presentaron. Los grupos son de unas treinta personas que acceden cada 15 minutos, esos mismos minutos son los que hay para admirar la pintura. Justo enfrente de la iglesia se encuentra la casa en donde vivió Leonardo, cedida por Ludovico Sforza, el moro, duque de Milán y quien encargó la pintura. Contemplar La Última Cena, así en vivo y en directo, después de haberla visto en tantas fotos y películas impresiona, fascina, parece que los minutos que nos dan no son suficientes.


Leonardo la pintó en la pared del refectorio (comedor) de este convento dominico entre los años 1495 y 1498 y utilizó una técnica nueva llamada “al seco” en la que estaba trabajando. La nueva técnica necesitaba alguna vuelta de rosca, ya que no fue la mejor para la conservación de la obra maestra que poco después de su finalización necesitó un largo proceso de restauración que todavía no acaba. Además la mutilaron los monjes al construir una puerta para que no se les enfriara la comida, soportó el maltrato de las tropas de Napoleón que tenían una guarnición en el lugar y los bombardeos de los Aliados en agosto de 1943 que destruyeron buena parte del convento. Pero cada tanto el destino, los dioses, la magia o la suerte, como quieran llamarla hacen que monumentales obras de los seres humanos resistan a todo, para que nosotros simples mortales, al verlas podamos ser por unos minutos parte de la historia.
Hola chicos! Espero estén bien. Increíble vuestro post, es un placer leerlos como siempre. Un artículo muy completo por su redacción y por su adorno fotográfico. Tremendas y bellísimas imágenes. Además agradecido por poder conocer el sitio de Mochileando por el Mundo. Así que me han aportado muchísimo. Y cerraba ese artículo esperando que alguién con su aporte lo enriqueciera un poco más. Bueno, ustedes lo han logrado!! Saludos.
Luis Marchetti @Luishy02
LA nota excelente, tomé nota de todo para hacer el mismo recorrido
Muchas Gracias Silvana!!! Buen Viaje!
Buenísimo chicos!!! Los leo yendo en tren, llegando en 2 horas. Graciass
Que bueno Pablo! Saludos!