El café humea en la mesa junto al mate y las tostadas con mermelada de frutilla. Roma tiene tanto para ver, que esta vez jugamos a un juego antes de salir. Es así: por sorteo uno elige en dónde comenzar el recorrido y el otro en dónde terminarlo. Con dos condiciones: que se pueda hacer todo a pie sin morir en el intento; y que el camino tiene que seguir lugar por lugar la dirección que lleva el anterior y nunca ir para atrás o desviarse. Sí, somos gente complicada, ya lo sabemos.

Los dados hacen que empiece yo. Elijo el Castel Sant´ Angelo, me intriga ese antiguo edificio circular junto al Tíber, comunicado por un túnel con el Vaticano. Caro me ametralla con sus ojos, siempre quiere arrancar por el Coliseo. Santa María in Trastevere dice, aplaudo, nos encanta ir a cenar a esa zona. Ya tenemos punto de partida y de llegada ¿Y en el medio? Nos manoteamos el mapa como dos chicos, Piazza Navona, de nuevo su mirada asesina, porque la Fontana di Trevi otro de sus preferidos queda fuera de nuestra línea imaginaria. Campo Di fiori, confirma Caro; Barrio Judío; Teatro Di Marcello. Listo, justo enfrente del teatro pasando la Isola Tiberina se ubica el Trastevere. ¡Ya tenemos itinerario completo! Miramos con ojo clínico que la línea entre los dos puntos esté según lo acordado, rubricamos el acuerdo con un beso y salimos.



El Castel Sant´ Angelo (10 euros por persona) tiene una historia fascinante, fue mausoleo, prisión, tribunal, fortaleza, muralla real para evitar invasiones y barrera mágica contra la peste. En sus salones muchos de los papas más polémicos de la cristiandad vivieron y tomaron decisiones que repercutieron en medio mundo. El emperador Adriano comenzó su construcción con el sueño de que fuera su mausoleo para la eternidad en el 135 dC, dos años antes se había iniciado la edificación del puente que lo conectaría con la margen izquierda de la ciudad. Si en Roma todo remite al pasado lejano, al de mil o dos mil años atrás, el camino por el puente sobre el Tíber que tiene días en que sus aguas parecen espesas como la crema de pistacho, es un verdadero túnel del tiempo. El castillo tiene seis niveles desde los inferiores en donde se encontraban las cenizas no sólo de Adriano y su familia, sino de otros emperadores; hasta llegar a la estatua del Arcángel Miguel y más arriba en una cafetería de vistas impresionantes. Cuenta la historia que para el 590 la ciudad moría azotada por la peste y no había manera de frenarla hasta que el papa Gregorio I tuvo una visión, la del Arcángel justo en la cima del castillo y envainando su espada, en señal de que perdonaba a los hombres y terminaba con la epidemia. La peste se fue tan bruscamente como había llegado y el mausoleo de Adriano cambió de nombre por el de Sant´Angelo en honor a Miguel el ángel que aplacó su propia ira.
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Una gran opción para conocer el Vaticano por dentro es la visita guiada por los Museos Vaticanos y la capilla sixtina

Alejandro VI el temible papa Borgia, a fines del siglo XV hizo reacondicionar las defensas, construir nuevas y modernizar los salones para utilizarlos para fiestas y lugares de reunión. Aprovechando que años antes se había construido el Passeto di Borgo, un túnel subterráneo de 800 metros que lo une con el Vaticano, era el lugar perfecto para manejar los hilos de la política, detener opositores o refugiarse en tiempos de invasiones o de inestabilidad. En las celdas del castillo hubo presos prominentes como el sacerdote y astrónomo Giordano Bruno, quien por la herejía de afirmar que la Tierra giraba alrededor del sol pasó siete años encerrado (también Galileo Galilei conoció involuntariamente las tenebrosas mazmorras del castillo).
Es un invierno cálido en Roma, de colores ocres en sus hojas, de un verde oscuro en el Tíber, de miel, rojo y damasco en sus edificios y sus faroles, de paredes descascaradas, tanto como sus árboles; de ruidos de motores, de motos que nos pasan raspando, de italianos que hablan a los gritos mientras gesticulan para completar la idea; de legiones de turistas orientales.

Siempre que la visitamos, Roma nos hace pensar que es una especie de cuadro milenario en donde los pintores han ido realizando sus obras de arte unas sobre otras, a una capa le sigue la siguiente, muchas veces reutilizando trazos de la anterior. Con los mármoles del Coliseo se construyeron catedrales y palacios, el panteón de Agripa terminó siendo la iglesia Santa María de los Mártires y la Piazza Navona hacia donde nos encaminamos fue el Stadium de Domiciano en donde se realizaban festivales atléticos al estilo griego, carreras de caballos y conciertos de música. También increíblemente, en fechas especiales se inundaba parte de la plaza para convertirla en un lago. Ahora mismo es fácil imaginar aquellos tiempos, sus dimensiones siguen siendo casi las mismas, salvo que en el lugar en donde estaban las gradas para miles de espectadores, se ubican bellos edificios como la iglesia de Santa Inés de la Agonía, el palazzo Pamphili (embajada de Brasil) o el palazzo Braschi que en su interior guarda el museo de Roma. Distribuidas entre pintores, músicos y turistas están las tres bellas fuentes de la plaza. La más famosa, la fuente de los Cuatro Ríos, diseñada por el gran Bernini.

Cruzando la avenida Vittorio Emanuele II nos adentramos en el Campo dei Fiori, otro de nuestros lugares preferidos de la ciudad. Durante el día los puestos de venta se distribuyen por toda la plaza con exquisiteces como diferentes clases de paté de trufa negra, blanca, a la pimienta; también hay aceites de oliva y bolsitas con especias ya preparadas para hacer las salsas para las pastas preferidas de los romanos, a la puttanesca, carbonara o arrabiatta; incluso se pueden degustar licores de almendra, limón, naranja o grappa. En el centro de la plaza se encuentra la estatua de Giordano Bruno, el mismo que estuviera en las mazmorras del Castel Sant´Angelo, ya que fue aquí mismo en donde fue quemado vivo en la hoguera por hereje, a principios del 1600, por entre otros cargos “tener opiniones en contra de la fe católica y hablar en contra de ella y sus ministros”. Las trattorias que circundan toda la plaza tienen sus mesas con manteles de colores, estufas que simulan fuego verdadero y mozos que invitan a probar sus comidas. En cuanto notan que alguien mira de reojo los pizarrones con los precios, se lanzan a invitar enumerando sus delicias. Esta vez no hay tiempo, comemos mientras seguimos nuestro camino, sandwiches de porchetta (3,5 euros). Si algún día se acaban estos sándwiches, que se acabe el mundo también, quedarían muy pocas cosas por las que luchar.




Camino a la Sinagoga, corazón del barrio judío nos metemos por angostos callejones que dan a plazoletas. Sabemos que llegamos cuando las trattorias también tienen comida kosher y el plato principal son los riquísimos alcauciles a la judía (carchiofi alla giudia). Actualmente es un barrio apacible junto al río, pero en tiempos de Mussolini y el nazismo más de dos mil personas fueron secuestradas y deportadas a los campos de exterminio. Pequeñas placas de metal los recuerdan. Hay paredes descascaradas, calles de adoquines, ventanas con flores, bicicletas sin dueño, gatos que esperan junto a las mesas de las osterias (similar a las trattorias, pero usualmente atendidas por sus dueños). A metros de la sinagoga un camión militar con soldados armados hasta los dientes, son la única nota discordante que indica que vivimos en un mundo peligroso. A pocos metros aparecen las ruinas del teatro di Marcello, el único que queda en pie de la época imperial. Se construyó por iniciativa de Julio Cesar y ejecución de Augusto hace poquito más de dos mil años. Si bien está deteriorado por el tiempo, su estructura se mantiene firme y permite reconocer su esplendor.


Cruzamos el ponte Fabricio, del otro lado el Cestio, por el medio de la isla Tiberina para llegar al Trastevere. Este barrio fue por siglos el de los inmigrantes y trabajadores de clase baja, con el tiempo también comenzó a poblarse de artistas, pintores, músicos, escritores y bohemios. La Piazza di Santa Maria in Trastevere, con la basílica y la fuente constituyen el corazón del barrio, pero lo mejor es callejear por la calles de adoquines sampedrinos, de sombras color ámbar, de risas y cervezas, de balcones con flores y paredes castigadas por el tiempo. El aroma a la leña encendida, al tomate y al oliva que despiden las pizzerías nos hace dudar, finalmente cenamos quesos y fiambres en un pequeño local, con vino rosso de la casa. ¡Hermoso día, recorrido cumplido!



TIPS
El Castel Sant´Angelo abre todos los días de 9 a 19.30 hs. El primer domingo de cada mes el acceso es gratuito.
Hola chicos!!! Necesito sugerencias para dormir en roma. Con mi esposo haremos nuestro primer viaje a Europa en julio y arrancamos en Roma. Desde que empezamos a armar el viaje los sigo!!!! Gracias x todo! Majo
Majo gracias por escribirnos!En Roma dormimos muchos días en casas de familia, estilo couchsurfing, pero recuerdo un buen hotelito, limpio,bien ubicado, moderno, con todo lo necesario y a buen precio se llama San Jouan guest house, cerca de San Giovanni Laterano. Roma tiene muchos barrios donde dormir: el Trastevere, cerca de la Piazza de la Republica, de Piazza Spagna o del Panteón de Adriano. La zona de los cercanos a Termini es la que menos me gusta.
Abrazo
Hola Chicos, me dijeron que me hospede en Trastevere por un lado, y leo mucho en Termini. Cual me aconsejan? Queriamos hacer todo caminando, de este modo ahorrar en los transportes, me gustaba Trastevere pero me dijeron que es un poco lejos para hacer salir caminando y llegar de noche.
Rocío, te aconsejo el Trastevere, es verdad que queda un poco más lejos del Coliseo y demás, pero es un barrio con mucho ambiente, repleto de restaurantes y bares. Si estuvieron todo el día paseando por la ciudad, a la noche seguro se van a quedar por ahí. Igualmente Roma es grande, pero no tanto, en colectivo o tranvia para ir de un lugar a otro no se tarda más de diez o quince minutos. Lo que si hay que hacer fila, porque el transporte es medio descontrolado. Saludos!