“Dos días en la vida nunca vienen nada mal, de alguna forma de eso se trata vivir…” suena el gran Fito Paez, en una pequeña radio del único bar que está abierto en la zona.

San Pedro de Atacama, Chile

Son las 7:45 y estamos sentados sobre nuestras mochilas frente a la puerta de la agencia de turismo que todavia está cerrada. Las callecitas polvorientas de San Pedro de Atacama están somnolientas y desiertas. La mañana está fresca y clara y los efectos de la altura comienzan a hacerse notar en nosotros. En cuanto llega nuestra camioneta con Ronaldo, el chofer boliviano al volante y otros tres pasajeros, inciamos la travesia de tres días y dos noches al Salar de Uyuni.

Agencia de San Pedro de Atacama, Chile

En pocos minutos cruzamos la frontera chilena y nos internamos en tierra boliviana y media hora después llegamos al destartalado puesto fronterizo para sellar nuestra entrada al país. Unas tras otras las 4×4 se internan en un terreno desértico, con esporádicas y resecas matas y con los picos nevados de la cordillera en el horizonte. Nosotros esperamos un rato allí, mientras un zorrito se acerca en busca de comida y los turistas improvisan un baño en un viejo bus volcado a pocos metros. Nuestros compañeros de viaje son dos norteaméricanos, padre e hijo, divertidos y charlatanes y un italiano grandote y de mirada cálida que trabaja en el Cuzco.

Frontera entre Chile y Bolivia

Frontera entre Chile y Bolivia

Frontera entre Chile y Bolivia

Frontera entre Chile y Bolivia

Frontera entre Chile y Bolivia. El baño de hombres…

A poco de salir el camino desaparece, la arena se lo engulle en un santiamen.  Igualmente nuestra 4×4 se mueve a toda velocidad a través de casi inexistentes huellas de arena, cactus y alguna que otra llama. La vista se nos pierde en un infinito escenario de rocas y un cielo celeste y transparente que cae como una ola a lo lejos. Nos damos cuenta que subimos porque nuestras cabezas comienzan a doler a causa del mal de altura. Tomamos nuestras pastillas para el soroche pero se toman su tiempo en hacer efecto. Cada tanto la camioneta se detiene y bajamos a sacar fotos, pero a los pocos pasos la falta de aire se vuelve dolorosa.

Tour de tres días entre Chile y Bolivia desde San Pedro de Atacama hasta el Salar de Uyuni

Laguna Verde

Llegamos a la laguna Blanca, que parece plateada, su superficie de gases y azufre está inmovil, como congelada. Luego seguimos hasta la laguna Verde, como un cuadro de Monet, sumergida entre colinas y flamencos en sus orillas. En los momentos en donde nos desplazamos por esa inmesidad vamos conociéndonos con nuestros compañeros de viaje.  Mark, el hijo, nos cuenta que estuvo viviendo en Mendoza seis meses, vino a la Argentina para aprender español, pero lo que mas aprendió fue a tomar buen vino tinto y salir de fiesta. André el italiano trabaja para una ONG que ayuda a niños humildes en Perú.

Laguna Blanca

Laguna Blanca

Laguna Verde

Aguas termales

Andamos una hora por el desierto, con el sol inclemente bien alto, entre dunas y montañas, tan solo algún que otro árbol desvalido y nada mas. Unas vicuñas valientes parecen no darse cuenta que se están asando bajo el sol. Al final de lo que parece un interminable arenero llegamos a un parador en medio de la nada. Allí hay una pequeña piscina excavada en la roca, con una canaleta que se pierde en el interior de la tierra. Son aguas termales nos dice Rony, métanse que está muy bueno. Lo miramos incrédulos, hace mucho frío allí, pero le hacemos caso. El agua límpida está hirviendo, nos sumergimos lentamente sin poder creer la belleza agreste del paisaje y el poder relajante del agua.

Aguas Termales

Guanacos libres

Seguimos viaje, pasamos por un pequeño salar, después por una zona de enormes agujeros en la tierra que arrojan agua hirviendo y vapor llamados geisers y mas tarde llegamos a la laguna Colorada repleta de flamencos y con su increible gama de colores que van del bermellón al rosa.

Geisers

Laguna Colorada

Flamencos en Laguna Colorada

Llama en Laguna Colorada

De allí nos vamos al refugio en donde pasaremos la primera noche, una serie de construcciones bajas con diferentes pabellones de forma rectangular, bien rústicas y con los cuartos compartidos. En el salón comedor ya se encuentra un contingente de ingleses y norteamericanos que charlan alegremente, mientras a nosotros la puntada en la sien por la altura nos tiene a maltraer. Para ver si encontramos un poco de alivio, nos dan un té de coca tras otro. Al caer la noche, el tiempo se pone mas frío y Caro se va rápidamente a acostar envuelta en decenas de mantas de pelo de alpaca.  Duerme doce horas seguidas y no exagero. Por mi parte, cada cinco o seis horas la muevo un poco para confirmar que sigue viva.

Refugio de la Puna de Atacama

Refugio de la Puna de Atacama

Refugio en la Puna de Atacama

A la mañana siguiente nos levantamos para desayunar, ya estamos repuestos y el dolor de cabeza ha desaparecido. Jim, con un alto grado de inconciencia había salido a realizar su trote matinal sin pensar que estamos bastante mas altos que el nivel del mar. A los pocos minutos regresa demacrado y a punto de desmayarse.

El paisaje vuelve a maravillarnos, el sol se refleja en las rocas y las montañas tienen un color terroso. Paramos junto al famoso árbol de piedra, una roca con forma de árbol combado por el viento, allí solo en medio de la nada. Impresiona la vista por su belleza y por lo desolado, sin vegetación, sin animales y con un sol que quema la mayor parte del día. Naturaleza en estado puro.

Árbol de piedra

Seguimos viaje hasta la laguna Hedionda, un gran ojo de agua, de olor penetrante y superficie de psicodélicas tonalidades.

Laguna Hedionda, Bolivia

Laguna Hedionda, Bolivia

Pasamos por un pequeño pueblo llamado San Juan de Rosario, de calles anchas y unas pocas casas de adobe en donde vuela el polvo eterno del desierto. Con niños jugando en las calles y pastores que andan con sus llamas. Tenemos tiempo libre para pasear por allí, así que vamos hasta el antiguo cementerio en donde hay tumulos de tierra cocida con momias y restos óseos en su interior. De camino al hotel compramos unas cervezas en la proveduría, en donde paneles solares le suministran la electricidad. Luego nos quedamos charlando con Rony que además de chofer es también mecánico y está desarmando el carburador de la camioneta. Nos cuenta que es felíz con su trabajo, pero que no gana demasiado dinero. Menos del 1 por ciento de todo lo que produce, lo justo para sobrevivir con su familia. Destapamos las cervezas, brindamos por la amistad y el primer sorbo va para la tierra, siempre hay que agradecer a la pachamama.  Llegamos a nuestro hotel que es todo de sal, sus paredes, mesas, sillas y camas. A la noche cenamos pollo al horno y vino boliviano y Caro saca los dados, el cubilete y les enseña a todos a jugar a la Generala. Ninguno conocía este juego, están fascinados y divertidos.

Hostel de sal en San Juan de Rosario, Bolivia

San Juan de Rosario, Bolivia

Todavía es de noche cuando nos levantamos. Una noche fría, oscura. Son las cuatro y media y tenemos una hora de viaje hasta el salar. El motor de la camioneta ronronea mientras cargamos todas las valijas en el techo. A medida que avanzamos en el horizonte comienza a verse una tenue línea anaranjada, mientras nos adentrarnos en una impresionante masa blanca, desierta, infinita, que brilla con intensidad. Todo está cubierto por una fina capa de agua.

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Cuando empieza a amanecer Rony estaciona la camioneta allí en medio de la inmensidad y de la más absoluta soledad, en medio de una belleza que te deja sin palabras. La superficie mojada dispara rayos de sol hacia todos lados, también hacia las montañas y nosotros al caminar vamos chapoteando como chicos. Cada centímetro que el sol trepa en el horizonte produce una nueva sensación de luz en el paisaje, a veces dorado, otras rojizo, diferentes tonalidades de naranja, ocre y amarillo.

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Seguimos avanzando hacia el interior del salar entretanto nuestra camioneta deja surcos detrás nuestro, como la estela de un barco. Al frente nuestro divisamos la isla Incauhasi, mas conocidad como la isla del Pescado. Aquí el agua ha desaparecido y estamos en un océano de sal, que parece de hielo, de nieve, de crema, de algodón, de merengue, de algo blanco y eterno. La visión es casi surrealista una isla de rocas y cactus, con hermosas bahías en medio de kilómetros y kilómetros de sal, impresionante. Desayunamos café, mate y tostadas con dulce de leche y luego nos alejamos de la isla caminando por ese espacio infinito de sal conformado por miles de partículas cristalinas, brillantes, puntiagudas, plateadas.

 

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Seguimos viaje con nuestra camioneta y nos parece impresionante que los choferes se puedan orientar en un espacio tan enorme y cambiante en donde no hay nada, ni un solo punto de referencia. A 10 kilómetros del final del salar pasamos por el antiguo hotel de sal,  reconvertido desde hace años en un museo y más alla comienzan a verse decenas de monticulos de sal y hombres cubiertos de la cabeza a los pies, con su palas trabajando. Cada tanto destartalados camiones pasan para llevarse la carga, de Uyuni se extraen mas de 20 mil toneladas de sal por año.

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Salar de Uyuni

Al final del salar se puede ver una larga fila de hoteles y camino a Uyuni el llamado cementerio de trenes en donde esqueletos ferroviarios resisten allí el paso del tiempo y es la primera atracción para los argentines que llegan al salar a través del norte argentino. Nos despedimos de Rony con un abrazo y buena propina y también de los norteamericanos que siguen su camino. André viene con nosotros a tomar unas copas y quedamos en volver a vernos en el Cuzco. Con el salar todavía en los ojos, ya soñamos con el cerro Rico de la antigua Potosí. Pero para eso falta un rato largo todavía. Por una extraña e inexplicable razón, teniendo en cuenta el mal estado de las rutas, todos los buses salen únicamente las 19 hs y llegan a Potosí de madrugada. Así que armados de paciencia esperamos y seguimos tarareando: “Tres días en Uyuni nunca vienen nada mal, de alguna forma de esto se trata vivir…”

Salar de Uyuni

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14 Comentarios

  • He estado explorando un poco por artículos de alta calidad o entradas en webs sobre estos temas. Explorando en Google por fin encontré este sitio web. Con lectura de esta articulo, estoy convencido que he encontrado lo que estaba buscando o al menos tengo esa extraña sensacion, he descubierto exactamente lo que necesitaba. ¡Por supuesto voy hacer que no se olvide este sitio web y recomendarlo, os pienso visitar regularmente.

    Saludos

    • Hola Luciana, muchas gracias por tus lindas palabras. Esperamos que puedas disfrutar del leer tanto como disfrutamos nosotros al escribir nuestras experiencias. ¡Saludos desde Buenos Aires!

  • Los escuche hablando por radio (no me acuerdo cúal)y me reenganche, por ahora solo miré el salar de Uyuni (debo confesar que si bien me parecen bellísimos los lugares por otro lado siento vértigo,falta de aire, o sea un poquito de cuiqui).De ahora en más los voy a estar chusmeando a menudo,los felicito por las fotos y el relato detallado, aún de lo que les va pasando a Uds. Me encantó. Saludos.

    • Gracias Carlos!!! El cuiqui se pasa!!! Sólo hay que animarse o elegir apropiadamente los lugares por otros atractivos como la comida o la cultura, no por la aventura. Gracias por escribir! Seguiremos de la mano

  • hola, te felicito por tu relato, muyyyy bueno. Pero me quedo una duda porque empezar por San Pedro de Atacama (Chile) y no por la frontera Argentina?

    • Hola Karina, si vas desde San Pedro de Atacama podés disfrutar de muchísimos paisajes y lagunas que están entre ese pueblo y el Salar de Uyuni, si vas desde la frontera argentina vas a disfrutar de otro tipo de paisaje. Nosotros lo hicimos porque veníamos de Santiago de Chile.

  • Hoy, 20/07/2015, pude leer este buenísimo artículo y disfrutar de las hermosas fotografías.
    Guardo todos lo que me envían y los voy disfrutando cuando tengo tiempo para leerlos con tranquilidad.
    Ahora conozco el Salar de Uyuni gracias a una perfecta descripción y también pudiendo ver el lugar a través de las fotos. Allí seguramente nunca llegaría, tampoco sabía de su existencia.
    Los saludo y les doy las gracias por ayudarme con sus viajes a conocer el mundo.