Julio 2014
Mutianyu, nuestra elección para visitar la Muralla China
Esta es nuestra tercera nota de nuestro paso por Beijing.
Nota 1: El cliente nunca tiene la razón y nuestros días en Beijing
Nota 2: Beijing: Historias de la plaza de Tiananmen
Si les preguntaran a todos los que aman viajar qué harían si tuvieran (pongamos una cifra al azar igual estamos jugando) 1 millón de dólares para gastarlos en visitar los diez lugares que siempre soñaron conocer, ¿qué dirían? No nos quedan dudas que La Gran Muralla China seguramente estaría en muchos de esos itinerarios. Esa increíble obra arquitectónica ideada, planificada y llevada a cabo por el ser humano hace cientos de años. Que además llegó a extenderse por más de 21 mil kilómetros sobre montañas, desiertos, bosques, ríos y cuanto obstáculo se le pusiera en frente.
Es tan monumental la Muralla que cuesta imaginarse su tamaño y longitud. En la actualidad queda en pie una tercera parte aproximadamente, unos 8 mil kilómetros. Lo que implica la distancia que hay de Buenos Aires a Nueva York, más o menos. ¡Impresionante! Cierren los ojos, imaginen por un momento un muro de varios metros de alto, construido con ladrillos de piedra recorriendo el continente americano de sur a norte y además repleto de soldados que lo custodian. Bueno, mejor no les demos ideas a los muchachos del Pentágono.
En Beijing hay muchos lugares impostergables para visitar, pero el más impostergable de todos es la Muralla. Hay que tener en cuenta que son varios los tours a los diferentes tramos a los que se puede acceder y los precios no son todo lo económicos que uno podría esperar. Por eso es necesario elegir lo mejor posible, teniendo en cuenta tiempos, dinero, gustos y expectativas. Si bien se puede llegar a la mayoría de los lugares por cuenta propia a menor costo, es complicado ubicar los buses y sus posteriores combinaciones, se tarda más tiempo en llegar (eso hace que tengas menos tiempo en la muralla) y además hay que llevar todas las indicaciones escritas con caracteres chinos en el caso de perderse en el camino. Sino, no sólo va a ser difícil llegar, ¡también va a ser complicado volver! El tramo más concurrido y conocido es el de Badaling, el de las fotos con un millón de personas transitando las pasarelas de piedra. Se ubica a poco más de una hora de Beijing y posee un teleférico para los visitantes que se quieran ahorrar la caminata hasta la parte superior de la muralla. Es también el más barato, 180 yuanes en tour, unos treinta dólares con bus ida y vuelta, entrada, desayuno y almuerzo, aunque todo muy frugal. El otro tramo económico y que se ubica a unos 50 kilómetros de Beijing es Juyongguan. Menos concurrido que Badaling, fue restaurado recientemente y si bien tiene lindos paisajes, ha perdido un poco de su aire antiguo. El tramo de Jinshanling que va hasta Simatai recibe muchos menos visitantes porque queda más lejos y además es bastante complicado de recorrer. Posee partes muy empinadas y otras directamente desmoronadas. Las vistas impresionantes, el espíritu de aventura y la poca cantidad de gente compensan el esfuerzo. Cuesta 280 yuanes, unos 45 dólares.
La sección de Mutianyu se ubica a hora y media de la capital no tiene la masividad de Badaling ni el terreno complicado de Jinshaling, además cuenta con unas vistas espectaculares. Así que finalmente nos decidimos por este último, porque además recibimos varias recomendaciones en este sentido. Como en todos los casos nuestro tour incluye bus ida y vuelta, entrada a la muralla, desayuno y almuerzo. Pagamos 260 yuanes cada uno, unos 42 dólares. Con todas las expectativas nos levantamos a las siete de la mañana y como la excursión la contratamos en nuestro hostel Dragon King, el bar para desayunar está junto a nuestro cuarto. En dos minutos estamos sentados a la mesa. Vale la aclaración que en el item Desayuno, somos dos casos perdidos. No tenemos arreglo. Siempre nos levantamos sin hambre y cuando es muy temprano peor todavía. Nos abruman esos platos con salchichas fritas, huevos revueltos, panceta crujiente y chorreante, porotos negros, ensalada, frutas, tostadas y más. ¡Son las siete de la matina, no podemos arrancar así el día! ¿Dónde hay una medialuna? ¡De grasa o manteca da igual! Para colmo los chinos generalmente le suman una trampita a cualquier evento, excursión o promoción que te venden. En este caso nuestro desayuno no incluye ninguna bebida, ni café, ni té, ni jugo, ni agua, ni nada. ¿Quien se puede imaginar un desayuno en donde no se incluya algo para tomar? Y además un cafecito te sale más caro que toda la comida junta. ¡Paciencia!
Cuando salimos somos unos veinte turistas que nos subimos a un micro con unas treinta personas más y partimos hacia la muralla. Tardamos unas dos horas de viaje hasta llegar al complejo que tiene variedad de restaurantes para todos los contingentes que llegan hasta allí. Son más de las diez y nos dicen que tenemos unas tres horas para pasear con libertad porque a las 14 hs hay que encontrarse para el almuerzo y media hora más tarde estar listos para regresar a Beijing. Eso es lo malo de los tours, siempre todo a las apuradas. Nos parece que tenemos poco tiempo con todo lo que pensamos recorrer, con todo lo queremos ver y sentir y nos decidimos por subir en teleférico para ahorrarnos unos cuarenta minutos en la subida y otro tanto en la bajada donde se puede elegir teleférico o tobogán. Ida y vuelta cuesta 100 yuanes (17 U$). La bajada sola cuesta 80 yuanes, otra trampita más para obligarte a comprar las dos. Dudamos en hacer este gasto, pero pensamos que si estamos muy cansados luego de toda la recorrida y con los tiempos muy justos, al final terminaríamos perdiendo plata. Así que pagamos los tickets y nos montamos en las sillitas que se balancean en el vacío entre árboles y rocas mientras escalan hasta la muralla.
La visión de acercarse en cámara lenta a esa eterna y milenaria muralla de piedra en medio de los bosques, con los acantilados que emergen entre los árboles pone la piel de gallina. Si bien dolió la inversión fue bueno no perder tiempo ni fuerzas en la subida porque ya de por sí es agotadora la caminata por los empinados escalones de la muralla. El cielo está veteado de nubes, con un color blanco parejo no muy bueno para la fotografía. Casi no se ve el sol y la larga extensión de la muralla se pierde en el infinito. ¿Cómo habrán hecho esos miles de obreros para construir semejante muralla? ¿Cómo levantaron esos paredones una montaña tras otra, con un mínimo de la tecnología actual? Lo cierto es que lo lograron.
La aerosillas nos dejan en la torre de vigilancia 4, el guía nos aconsejó caminar y escalar hasta la torre 1 con unas vistas imperdibles y a la vuelta si queda tiempo, recorrer las demás. Y así lo hacemos. Hace calor, pero no importa, las nubes nos protegen como a los antiguos soldados chinos que patrullaban esas murallas de casi cinco metros de ancho y seis o siete metros de alto. Su construcción se inició en el 221 ac con la dinastía Qin y prosiguió en diferentes etapas hasta la dinastía Ming en el siglo XV.Las dinastías chinas vivían en permanente estado de guerra con las tribus nómades norteñas, sobretodo con mongoles y manchúes. Y a pesar de la impresionante obra defensiva no pudieron evitar que Gengis khan y sus tropas mongolas cruzaran la Muralla en 1211 y terminaran tomando la capital del imperio, la antigua Pekín (Beijing) cuatro años después. Y que más de cuatrocientos años más tarde la historia volviera a repetirse, esta vez fueron los manchúes los que consiguieron cruzarla con sus ejércitos hasta tomar la capital.
En las más de tres horas que andamos por allí, podemos disfrutar de varios momentos en que estamos realmente solos en la inmensidad de la muralla en donde aprovechamos para sacar fotos de paisajes impresionantes y también para sentarnos en sus gastados escalones a mirar y a escuchar todo lo que nos rodea.
Después de llegar a la torre 1 en donde cruzando una de sus ventanas se puede ver a lo lejos cómo la vegetación y la montaña comienzan a comerse parte de la muralla, desandamos el camino y llegamos hasta la torre 7, imposible llegar más lejos para nosotros. No importa cuanto se camine, siempre falta más para llegar al final.
Para la vuelta decidimos hacer el descenso en unos carritos que serpentean por un tobogán plateado hasta la base. Rápido, vertiginoso, divertido. Un chino joven que va delante nuestro, detiene el deslizador cada tanto para sacar fotos y Caro que le pega un par de choques como para que entienda que detrás suyo tiene una aguerrida conductora argentina. Rápidamente vamos a almorzar, la comida es variada y frugal, demasiados vegetales para mi gusto, pero Caro come contenta. Tan rápido como llegamos, salimos. En Asia no existe la sobremesa, se come a toda velocidad, se habla poco y nada y cuando se termina la comida se sigue con otra cosa. Nos subimos todos al bus y de regreso a Beijing, dos horas después a eso de las cuatro de la tarde nos bajamos con las pocas fuerzas que nos quedan y casi que nos arrastramos hasta el hotel.
Al día siguiente nos cambiamos de hotel, conseguimos habitación compartida (cuatro camas) en el Beijing Downtown Backpackers por 200 yuanes al día, unos 33 dólares. Un hostel de mochileros, de esos pintarrajeados y con buena onda. Se ubica en la céntrica y repleta de locales y restaurantes calle Nanluoguxiang.
Rápidamente nos volvemos a meter por esos antiguos hutongs; angostos, de casas maltrechas que en sus puertas de madera maciza mantienen el orgullo de tiempos pasados. De bicicletas abandonadas y de baños públicos, uno por cuadra, porque todavía muchas de esas casas no tienen sanitarios propios.
A la vuelta de cada esquina aparece una nueva historia, vendedores que tiran de sus carros, una verdulería multicolor, niños que vuelven del colegio, motos cargadas con frutas o garrafas de gas, algún perro, algún gato. Pasamos por la torre del Tambor y más allá vemos la de la Campana, seguimos por estas calles de viejos silenciosos y centenarios, de hombres que martillean en algún techo y de mujeres que hablan a los gritos. Parecen que pelean. Siempre nos da esa impresión cuando vemos conversando a los chinos, pero no, están charlando animadamente.
En el Baochao Hutong, cerca de la calle Nanluoguxiang encontramos un restaurante según dice especializado en dumplings. Nos sentamos, el mediodía se fue hace rato y solo tiene un par de mesas ocupadas. Es el restaurante de Mr Shi y sorpresivamente nos encontramos con los mejores dumplings que comimos en China. Los dumplings, en el norte de China se los conoce como Jiaozi y en el sur prefieren una versión diferente llamados Wontons, son como unos agnolotis o panzotis, rellenos de una amplia variedad de productos y además se presentan hechos al vapor o fritos.
Tanto nos gustó que volvimos dos veces más a comer allí. En esta primera tanda degustamos dumplings al vapor rellenos de cerdo y langostinos, una gran combinación. También de pollo y hongos y unos fritos de cerdo, hongos y cebolla de verdeo. Tiene más de cien variedades para elegir. Para acompañarlos se utilizan dos salsas, que vienen por separado, una a base de soja, aceite y vinagre con dientes de ajo y la otra bien picante a base de ajíes (en Argentina le decimos putaparió..). Nos fuimos saludando a Mr. Shi y felicitándolo por tener el mejor lugar de comida de Beijing (o por lo menos de los que probamos nosotros,je)
Con la panza llena y el corazón contento caminamos hasta el subte para dirigirnos al Mercado de la Seda. Del antiguo y embarullado mercado no queda nada. Ahora son prolijos locales, distribuidos en varios pisos con escaleras mecánicas, bastante limpios y con vendedores que conocen palabras en varios idiomas. Nos lanzamos a comprar una nueva valija con todas las dudas porque la anterior, que compramos en Hong Kong nos duró exactos veinte días. Luego de mucho regatear, lo que supuso un gran esfuerzo para nosotros que no somos grandes regateadores, logramos una valija grande, con ocho rueditas por 170 yuanes, unos 29 dólares. El primer precio que nos dieron había sido de 70 dólares. Por la cara de amargura del vendedor deducimos que la conseguimos a muy buen precio.
De la misma serie: BEIJING
Para leer la primera nota de Beijing: «En China el cliente nunca tiene la razón» y nuestros días en Beijing.
Para leer la segunda nota de Beijing: Beijing: Historias de la Plaza de Tiananmen
Excelente viaje, relato y muy detallado. Me encanta!
Sin duda voy a volver a leerlos antes de visitar este lugar.
Me sorprendió el banderin argentino en el hostel. Hay muchos visitantes nuestros por esos lugares?
Saludos!
Hola! Muchas gracias por escribirnos y por las felicitaciones! La verdad que no nos encontramos con ningún argentino en todo el camino! Es verdad lo del banderín, a nosotros también nos llamó la atención. Pero justo fue post mundial así que suponemos que fue decoración mundialista. Saludos desde Bangkok!
Buenísimo el post!!! Felicitaciones por el tremendo viaje que están haciendo!
Estoy viendo si me animo a tirarme a la pileta e irme sola para aquel lado, ojalá me decida porque se ve increibleeeeeee. Disfruten mucho y sigan posteando tips, se agradece!!!!!
Saludos a los dos 🙂