A las siete de la mañana saltamos de la cama al ritmo de las explosiones que escuchamos en la calle. Nuestra habitación está en un primer piso con un lindo balconcito con dos sillones y nos asomamos con desconfianza para ver qué pasa. Una nutrida procesión en donde no faltan los colores y los fuegos artificiales avanza lentamente.
“Avanzar” “avanzar” es un decir, porque van caminando para atrás (de espaldas) y entre la gente emerge un féretro. Es un cortejo fúnebre y recordamos lo importantes que son los funerales para la tradición china. Tanto que cuantos más asistentes tiene y más fastuoso es el velatorio, más libre será el espíritu del difunto en el más allá y más honrados estarán sus antepasados.
Tan lejos ha llegado esta tradición que para atraer más personas (no alcanza con parientes y amigos) se han popularizado los velorios con strippers. Sí, como lo leen. Durante los días que dura la velada se realizan shows eróticos con chicas contratadas que hasta llegan a hacer desnudos completos, generalmente enfrente de una foto o una pintura del finado y hasta en algunos casos frente a su ataúd. En los últimos años el gobierno chino ha buscado terminar con esta costumbre imponiendo severas multas a los que organicen estos shows, pero de forma un tanto más privada, siguen siendo populares.
Confirmando que en la procesión que estamos viendo está todo el mundo vestido y en consonancia con las buenas costumbres impuestas por el gobierno, volvemos al cuarto para dormir otro ratito más. Cerramos a cal y canto la cortina para que no ingrese ni un rayito de sol, demostrando así que ni en la China nos sacan de la cama a las siete de la mañana. Rato después saltamos de nuestro lecho de nuevo, otra vez con susto. El picaporte de la puerta de entrada se mueve sin cesar y cuando abrimos los ojos tenemos una persona entrando al cuarto. Con nuestros corazones en la boca, buscamos un objeto contundente para arrojarle, hasta que vemos que ese medio cuerpo que se asoma es una de las señoras que se encarga de la limpieza. En un inglés-español-bufido-puteada y algo que podría sonar a chino, le indico que no es necesario que limpie nada y que vamos a seguir durmiendo. La señora cierra de un portazo “ofendida” y nosotros que ya nos dimos cuenta que es mejor que nos pongamos en marcha.
El día está lindo, la lluvia parece lejana y consideramos que es la oportunidad perfecto para hacer una de las excursiones impostergables de Yangshuo, el recorrido en bote por el río Li en busca de la postal que adorna los billetes de 20 yuanes y que es famosa en todo el mundo. Contratamos el tour Bambú boat, así se llama, para después del mediodía y nos vamos a almorzar. Al otro lado del mundo, en unas cuantas horas se juega la final del Mundial en Brasil y para futboleros y demás apasionados por nuestras selecciones como nosotros es un día importante. Poder ser parte de una final de Copa del Mundo no es algo que pase todos los días, en el caso de Argentina, desde 1990 en Italia y justo frente a Alemania, el mismo rival que ahora. Nos da un poco de añoranza, ganas de estar al mismo tiempo en los dos lugares. Familia y amigos nos mandan fotos de los preparativos y ya sentimos la piel erizada por lo que se viene.
Nos pasa a buscar una camioneta y me toca sentarme junto al chofer que no para de hablar ni un segundo a los gritos con unos turistas chinos que se sientan en la última fila. El viaje se extiende por una hora. ¡Después nos dicen que es sanata que es dura la vida del viajero! En el camino vemos pequeñas aldeas que van dejando de serlo para convertirse en pueblos, pasamos por un túnel excavado en la roca, también hay caminos de tierras que se deslizan entre la vegetación, cuevas, sembrados de trigo y de arroz. Cada tanto hombres y mujeres pasan en moto o bicicleta, con sus sombreros cónicos y su diligencia por llegar a sus destinos.
Nos dirigimos a Xing ping town, cerca de Guilín la ciudad más importante de la región, es el lugar desde donde salen las embarcaciones para hacer el trayecto corto por el río Li. El recorrido completo, entre el puerto de Zhujiang (Guilín) hasta Yangshuo tiene más de ochenta kilómetros y lo realizan barcos más grandes y con todas las comodidades y servicio de buffet.
Desde el “puerto” ya se pueden ver las montañas como dedos de gigantes que están inmortalizadas en los billetes de 20 yuanes.
Nos subimos cuatro en el bambú boat, que de bambú no tienen casi nada y andamos con el motor fuera de borda por el río ancho y brillante entre montañas. El relieve kárstico de las montañas les da un toque fantasmal, casi mágico y cuando se reflejan en las aguas que se mueven al ritmo de las embarcaciones que la cruzan, nos parece que estamos viendo un espejismo.
Todo el mundo repite lo de relieve kárstico y nosotros que queremos saber qué significa. No es tan fácil de entender pero más o menos refiere a las formas que van tomando las rocas en este caso las calizas, en contacto con el agua y las reacciones químicas que se producen cuando esta contiene cierto contenido ácido.
Luego de cuarenta minutos de navegación en donde la fuerza de la naturaleza es tan potente y subyugante que nos hace abstraernos de cualquier cosa que no sea ella misma, paramos en una orilla en donde hay algunos puestos de souvenirs y los adiestradores de cormoranes venden su show a los turistas. Esta es otra milenaria actividad de la zona que en los últimos años se ha vuelto redituable gracias al turismo. Los cormoranes son unos pájaros negros, grandes y ágiles, que además son expertos nadadores y cazadores de peces. Sus entrenadores les atan un cordel entre la boca y el cuello para que puedan pescar, pero no tragarse el pez. El ave una y otra vez se introduce en el agua para atrapar a su presa, pero nunca llega a comerla. Eso si, después de unos cuantos chapuzones, su entrenador la premia con alguno de los pescados.
Emprendemos el regreso por el mismo camino que vinimos. Machi me mira por momentos con cara de resignado, por otros intenta atajarme para no terminar de cabeza al agua. Es así, soy inquieta y ansiosa y cuando estoy frente a monumentos de la naturaleza tan impresionantes, quiero aprovecharlos, exprimirlos al máximo, intento que queden grabados en mi retina todas sus formas y accidentes así que con selfie stick, gopro, cámara de fotos y celular ataco cada movimiento y nueva montaña a la vista.
El partido de Argentina comienza a las tres de la madrugada y nosotros que estiramos la cena en un restaurante, después nos vamos a dar una vuelta por el centro, nos metemos por callecitas que no habíamos visitados, pasamos por el río y sus puestos, compramos unas cervezas, charlamos por skype con la familia y chateamos por whatsapp con amigos. La impaciencia y el nerviosismo nos vuelve locos. A la una nos vamos para la habitación, pero todavía faltan dos horas para el partido, que lento que corre el tiempo cuando se necesita lo contrario.
Mientras afuera llueve, aprovechamos para ir armando las valijas, ya que seguimos viaje al día siguiente. Chequeamos veinte veces que no falte nada, colgamos la bandera argentina del balcón, besamos la camiseta y nos ponemos el gorro traído especialmente de argentina en la mochila a la espera del gran momento.
Salgo a la calle empiezo a cantar al son de “decime que se siente” y machi desde el balcón por momentos se suma a la fiesta y por momentos creo que empiezo a darle vergüenza. Los chinos miran divertidos, mucho del mundial no entienden…sólo vimos alguno que otro con la camiseta de Messi en sus espaldas
Encendemos el televisor deseando que comience la transmisión y cuando la ansiedad casi está derivando en sueño, arranca la final. ¡Qué más se puede decir! Pasamos por todos los estados de animo, alegría, orgullo, euforia, inquietud, expectativa.
Cuando el gol de Argentina no llega y Messi se va cansando, la angustia se expande y ni hablar cuando son los alemanes los que consiguen desnivelar. Chau Copa. ¡Que tristeza! Igualmente es un orgullo a donde se llegó. A dormir que por suerte sigue el viaje y en la vida como en el fútbol siempre hay revancha.