Julio 2014
Yangshuo, es la primera ciudad China en la que nos instalamos por unos días. El impacto cultural es grande. Todo nos sorprende. Hay tantas Chinas como pueblos y ciudades en este país. El pequeño pueblo de Yangshuo rodeado de ríos y montañas nos recibe con el calor del verano y muchos turistas locales que disfrutan de la naturaleza y del consumo en todo su esplendor.
Nuestro sueño en el bus es intermitente, el aire acondicionado está a temperatura de hipotermia y nosotros que nos tapamos con unas gruesas frazadas que nos dieron al principio del viaje. Tras nueve horas de viaje desde Shenzen en la frontera con Hong Kong, en donde el bus se detiene regularmente, ya sea para cargar paquetes, subir pasajeros o concurrir a los sanitarios, el viaje finaliza en una calle cualquiera. Así de arbitrario. No en una estación, tampoco en el centro de la ciudad, ni siquiera en la puerta de un bar, un hotel o una plaza. Falta poco para las seis de la mañana y el día amanece caluroso, húmedo y cargado de lluvia. Desconcertados caminamos hasta una rotonda en donde esperan unos taxistas.
Caro tiene cargado el mapa de Yangshuo en su celular y sabemos que estamos a unas doce cuadras del centro y también del hotel que reservamos, siempre caminando derecho por esa misma avenida. Estamos cansados y las valijas pesan dos toneladas cada una, preguntamos precio a los taxistas y empieza el universal juego de estos trabajadores del volante, que mantienen inalterables sus malas prácticas en todos los confines del planeta. Primero se miran como si quisiéramos cruzar a Mongolia, hacen cuentas, cuchichean y al final nos dicen una tarifa cinco veces más alta de lo que debe ser y para rematarla nos indican que el centro queda para el lado contrario. Demasiado agotados para pelearnos con ellos, seguimos camino, lentamente y pidiéndole a los dioses que no se largue la lluvia hasta que lleguemos a nuestro cuarto, por lo menos.
La ciudad se despierta de a poco y solo transitan algunas bicicletas de esmerados trabajadores. Llegamos a la segunda rotonda, doblamos a la izquierda por Pantao road y avanzamos dejando atrás West street la peatonal principal de la ciudad. Tanto cargar mochila y valija por esas veredas ondulantes y de baldosas rotas que un crack en la rodilla derecha me lanza una onda de dolor que me recorre todo el cuerpo. ¿Que pasó? me pregunto ¿se me rompió el meñisco? Ese que cada tanto cruje cuando juego al fútbol. Nos detenemos y nos sentamos con Caro en un escalón mientras pensamos qué hacer. Después del pinchazo inicial, el dolor sigue latente y regular, pero decidimos avanzar igual, no queda otra que llegar al hotel y después veremos como arreglamos la rodilla. En una calle en donde los hoteles pequeños se acumulan unos juntos a otros, emerge el nuestro. La mujer al frente del escritorio se la ve cansada y poco amistosa. Además de no hablar una sola palabra de inglés, tampoco pone ni un poco de voluntad para comprendernos. ¿Qué pueden querer dos occidentales llegados de madrugada, cargados con valijas y caras de extenuados? Un cuarto. ¿Qué otra cosa? Pero no hay manera de hacerla entender, le mostramos la impresión de la reserva, le hacemos un dibujito con dos camas, juntamos las dos manos contra el costado de nuestra cara indicándole que queremos dormir, pero nada hace mella en ella.
Desalentados salimos y en el camino intentamos suerte en otros hoteles en donde nos pasa mas o menos lo mismo. Regresamos a la zona de la West street y nos desplomamos en las mesitas que un Mc Donalds tiene en la parte de afuera, junto a un puente de piedra y un arroyo que deriva del río Li que discurre por debajo. A esta altura ya son las siete de la mañana y en la puerta se acumulan cuatro o cinco personas, algunos recién levantados y otros que todavía no se acostaron.
Un inglés despeinado y con pinta de mal dormido se nos acerca para conversar. El profesor de inglés en Yangshuo hace un año. El tema obligado es la Copa del Mundo de fútbol y su gran notición es que Brasil perdió 7 a 1 con Alemania. Dado la hora, el cansancio y el dolor de la rodilla, mis niveles de cortesía se encuentran en su límite histórico. Me doy vuelta y le digo a Caro en español.
-Bueno. Lo único que nos falta para completar la mañana es que el inglés nos tome por boludos. ¿Brasil va a perder 7 a 1, en su propio país, en su propio Mundial?
Increíblemente después nos enteraremos que tenía razón. Le sonreímos con cara de incredulidad y él palpando la mala onda, aprovecha que acaban de abrir el Mc Donalds y se escabulle en busca de un café, pero antes nos tira una data esencial. Nos recomienda un hostel recién inaugurado con balcones a la calle que vemos desde donde estamos, el West Street International Youth Hostel. Tienen lugar y el cuarto con todas las comodidades cuesta U$ 30, perfecto para nosotros. La ducha caliente y la cama mullida nos empiezan a arreglar el día.
Después de un par de horas de sueño en donde el diclofenac sólo aminora un poco el dolor, salimos a reconocer Yangshuo que dejó atrás la lluvia y está soleada. Esta pequeña ciudad está ubicada en la región Autónoma Zhuang de Guangxi en el sur de China y enmarcada por el río Li (Lijiang) y el Yulong que la rodean.
De ser una tranquila villa de pescadores y plantadores de arroz, con algunas hosterías en donde la paz de la naturaleza circundante era una invitación al relax, en los últimos años se ha puesto de moda y son miles los turistas que llegan todos los días, sobretodo de la propia China. Incluso le mostramos una foto a nuestros amigos Aldana y Dino de Magia en el Camino que habían estado allí hace algunos años y no pueden creer el crecimiento y cambio de Yanghuo.
Sus calles, muchas peatonales, están repletas de hoteles y restaurantes, unidas por puentes de piedra. En la calle principal y en la costanera que mira al río se acumulan puestos de telas, souvenirs, abanicos gigantes y sombreros. Hay agencias de turismo de a montones para alquilar motos, bicicletas y tours a las afueras de la ciudad y también para navegar el río Li.
Dan ganas de comprar de todo, pero en un viaje largo y mochilero…solemos traernos solo recuerditos de cada uno de los lugares que visitamos.
La inspiradora foto panorámica del río con las montañas de fondo que aparece en los billetes de 20 yuanes ha atraído a visitantes de todo el mundo. Vamos a esperar a que la rodilla mejore para navegar sus aguas.
Saliendo de la West street en donde hay restaurantes de gran calidad, comida internacional y precios de primer mundo, se pueden encontrar otros de comida china tradicional, mucho más baratos y bastante menos turísticos. Nos sentamos en uno en donde almorzamos fideos salteados, arroz frito con pollo y dumplings de cerdo (especie de ravioles hechos al vapor o fritos). Los puestos de comida en las calles son muy variados y hasta Caro descubrió una de las frutas que la acompañaría en toda china: el mangosteen.
Tenemos planeado pasar tres o cuatro días más en la ciudad para luego seguir camino a ChengDú, famosa por ser el hogar de los pandas, pero para eso tenemos que conseguir nuestros pasajes de tren. Esto es algo complejo en China, primero porque sin la suficiente antelación están siempre agotados y segundo por la barrera del idioma que hace casi imposible sondear nuevas opciones. Recorremos varias agencias de viaje preguntando y analizando precios hasta que conseguimos dos literas en coche cama de seis por cuarto y con salida desde Guilín, ciudad importante a una hora de donde estamos.
Arreglado este tema aprovechamos las sombras del anochecer para sentarnos a mirar el río de aguas calmas y barcazas. Allí si se respira paz.
Todo lo contrarío que en la peatonal principal que tiene más gente que la avenida 3 de Villa Gesell en los primeros días de enero. Impresionante la actividad y la algarabía. Restaurantes, discotecas, bares y negocios están llenos y los chinos se lanzan a un consumismo que no conocían y que los tiene como nenes en un parque de diversiones. Es entretenido andar por allí entre el bullicio de las vendedoras que posan con sus vestidos puestos, de los rayos laser verdes que iluminan la noche, de la música que se filtra por los parlantes, de los nenes malcriados que tiran de sus madres, en fin de la vida misma de miles de familias de vacaciones.
Además de visitar el pueblo, una de las actividades más placenteras de Yangshuo y que estaba en nuestros planes, es alquilar una bicicleta para recorrer los alrededores entre montañas, ríos y arrozales. Cuando Machi sintió el crack en su rodilla, no solo él empezó a trastabillar, nuestro viaje también. Recién llegábamos a China, nos quedaba un mes por delante de mucha aventura y también de intensa caminata y esfuerzo físico. Estaba bastante inquieta, preocupada primero por el dolor que sentía, después porque ¡estábamos en China! Ya nos imaginábamos viajando a Buenos Aires para una operación de rodilla y el viaje de seis meses trunco a poco de comenzar. Pocas veces lo había visto con tanto dolor. En el cuarto, a pesar del diclofenac y el ibupofreno lo veía moverse sin poder dormir. Por suerte con los días, la rodilla empezó a mejorar, esas cosas casi mágicas que tienen a veces las recuperaciones. Mejoró tanto, que desapareció el dolor, pero la aventura en bicicleta nos quedó pendiente, tampoco era para andar arriesgando tanto. Igualmente pudimos disfrutar plenamente de todo, cuando los planes se transforman hay que barajar y dar de nuevo y por supuesto seguir disfrutando.
Vuelo el domingo para Yangshuo y estoy entre nerviosa y emocionada! Su post hizo que me emocionara mucho de mi viaje. Gracias amigos :)!
Muchas gracias por escribirnos! Contános como te fue y cualquier consulta que tengas, escribinos!
Abrazo