Barcelona es una de nuestras ciudades preferidas. Perderse por las calles del Born y conocer la catedral Santa María del Mar, dos de los paseos ineludibles
El día está fresco y la llovizna envuelve de gris todo el barrio de Gracia. Estamos delante de una humeantes tazas de té para Caro (a falta de mate) y otra de café para mí, mientras esperamos a Migus (gran amiga y guía) en el bar de la esquina. Nuestra guía sigue férrea en su intención de que conozcamos toda Barcelona con fusta en mano, para que no perdamos el ritmo.
Nos tomamos el subte y rumbeamos para el lado de la costa, para el barrio “Sant Pere, Santa Caterina i Ribera”, más conocido como La Ribera y mucho más conocido todavía por el nombre del Born. Born o Borne significa Justa o Torneo en catalán y se refiere a las competencias que se llevaban a cabo en la Edad Media. Esas en donde gallardos caballeros de pesadas armaduras, montados en sus briosos corceles corrían a toda velocidad embistiendo con maestría a su oponente que venía de frente. Es al final de la calle Montcada donde se llega al Paseo del Born, hoy una calle peatonal llena de bares y negocios, pero hace cinco o seis siglos era el lugar en donde se daban estos populares torneos.
No lejos de allí se encuentra el antiguo Mercado del Born, reconvertido en un centro cultural y que en sus entrañas guarda restos arqueológicos de la época medieval en muy buen estado de conservación. El barrio de la Ribera por su cercanía con el puerto era en donde vivían y trabajaban los diferentes gremios de la ciudad: marinos, mercaderes, banqueros, plateros, carpinteros, picapedreros y más; y las calles que los agrupaban, aún conservan sus respectivos nombres. Desde hace años es también el barrio de la moda, el diseño y la bohemia. Hasta el gran Pablo Picasso que había nacido en Málaga, pero tenía predilección por Barcelona, instaló su taller en esta zona. Incluso a unos cuantos metros de donde estamos, se ubica uno de los museos más importantes del mundo dedicado a la obra del autor. Un dato curioso que aporta Daniel Balmaceda en su libro “Historia de las palabras”, es el nombre completo del pintor: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso. Mejor lo seguimos llamando sólo Pablo.
Al doblar un recodo nos enfrentamos con la catedral Santa María del Mar, la imponente y antiguamente llamada Santa María de las Arenas. Su entrada es gratuita y está extrañamente desierta. En silencio nos sentamos en penumbras mientras admiramos sus hermosos vitraux.
En ese espacio en donde el tiempo parece eterno, nuestra memoria viaja hasta la excelente novela histórica de Ildefonso Falcones, la “Catedral del mar”. En ella el autor, con gran precisión histórica, relata las aventuras y desventuras de Bernat Stanyol y su hijo Arnau en la Barcelona del siglo XIV. En esa época la ciudad que dependía de la corona de Aragón comenzó la construcción de Santa María bajo la batuta del arquitecto Berenger de Montagut. Su estructura gótica la vuelve impresionante, pero lo que la convierte en la más querida de la ciudad es que fue una iglesia construida por el pueblo y para el pueblo. Al ver sus paredes con miles de bloques de piedra que ascienden hasta el cielo, volvemos a recordar la novela de Falcones. En ella Bernat es un siervo que decide escapar de la zona rural ante las enormes injusticias de su señor feudal. En esa época, en la zona de Cataluña, los siervos de la tierra no podían mudarse a otra parte sin autorización, con pena de muerte si lo hacían. Además existía el derecho de Pernada, que decía que el señor feudal podía tener relaciones sexuales con la esposa de cualquiera de sus siervos en su noche de boda. ¡Se imaginan que locura! Y por supuesto era un derecho que muchos nobles cumplían a rajatabla. Recién en 1486 con la sentencia arbitral de Guadalupe esta ley sería derogada. Entonces tras su llegada a Barcelona y luego de múltiples peripecias Arnau se convertirá en bastaixo, miembro del gremio de los porteadores. Estos hombres esforzados eran los que cargaban y descargaban los miles de barcos que llegaban y partían del puerto de Barcelona. Y también los que en sus espaldas llevaron las pesadas piedras para la construcción de Santa María del Mar. En memoria de ellos, en el portal mayor, en el presbiterio y en varios capiteles de mármol, se pueden ver sus figuras.
De la serena tranquilidad del interior de la iglesia, salimos al bullicio de la Barceloneta, otro de los barrios famosos de Barcelona. Vemos la bella estación de trenes De Francia y recordamos con alegría que ya tenemos nuestros tickets de tren comprados a través de Rail Europe para viajar mañana a Tarragona y al valle del Ebro y en los próximos días a Madrid y a la hermosa Andalucía. En la web Rail Europe se pueden comprar por anticipado tickets y pases de tren para toda Europa. Para nosotros recorrer Europa en tren representa uno de esos placeres impostergables. Del otro lado de la estación se abre una amplia explanada con varios yates anclados y nos introducimos en las angostas calles del barrio, con cantidad de balcones en donde los vecinos se hablan de uno al otro y flamea la ropa colgada.
La Barceloneta es antigua pero no tanto como el Raval o el Gótico, sus terrenos recién fueron ocupados cuando Felipe V mandó construir la Ciudadela tras su victoria en la guerra de Sucesión en 1714. La fortaleza del rey se ubicaba en donde hoy está el bello parque de La Ciudadela (muy cerquita de donde estamos) y todos los desplazados que vivían allí se fueron a la Barceloneta.
En su mayoría pescadores, que por supuesto tenían su modus vivendis a pocos pasos. Caminamos por callejones salpicados de viento y de sal, pasamos por tascas que invitan a comerse una buena paella y llegamos a la playa.
La llovizna fría no invita a tocar la arena, pero la visión de ese Mediterráneo turbulento y gris es más fuerte. En la orilla vemos el contraste de algunas torres modernas y futuristas con las descascaradas fachadas de los viejos edificios.
Cuando las gotas se transforman en gotones, nos guarnecemos en un bar en medio de la playa en donde apuramos un vino que nos devuelva el calor corporal. Como siempre las charlas son divertidas, con anécdotas, amigos y amigas en común y planes a futuro. Como por arte de magia y con gran sentido de la oportunidad, se escucha de fondo al gran Joan Manuel Serrat: “….Cada loco con su tema contra gustos no hay disputa. Artefactos, bestias, hombres y mujeres cada uno es como es, cada quien es cada cual y baja las escaleras como quiere; pero puestos a escoger… prefiero un buen polvo a un rapapolvo; y un bombero a un bombardero; crecer a sentar cabeza; prefiero la carne al metal; y las ventanas a las ventanillas; el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional; y la revolución a las pesadillas. Prefiero el tiempo al oro; la vida al sueño; el perro al collar; las nueces al ruido; y al sabio por conocer que a los locos conocidos. Prefiero querer a poder; palpar a pisar; ganar a perder; besar a reír; bailar a desfilar y disfrutar a medir. Prefiero volar a correr; hacer a pensar; amar a querer; tomar a pedir. Antes que nada soy… partidario de vivir”.
Se acerca el atardecer y en la plaza Real que está pasada por agua empiezan a encenderse los faroles. Los restaurantes comienzan a llenarse de clientes y nosotros junto a la fuente de las Tres Gracias esperamos el llamado de Vicky (otra gran amiga). Quedamos en cenar todos juntos en una arrocería que nos recomendó y que según dice se come como para chuparse los dedos, pero nos falta la dirección. Ring Ring! “¡Hola, por fin, ahora mismo salimos para allá!”.
Regresamos al barrio de Gracia que presenta sus calles llenas de vida, sus bares con tapeos, tintillos y jamón ibérico; sus conversaciones en voz alta en donde no faltan el Joder, Hombre, Avemaríapurisima, Coño y otras tantas frases españolísimas. La arrocería es un pequeño restaurante de manteles blancos y mozos amables. El menú es de 20 euros con entrada, plato y postre, más dos copas de vino y la promesa de una noche inolvidable. Vicky avisa que llega en un rato y nosotros que empezamos a atacar el menú: butifarras con piquillo y oliva (una especie de salchicha de cerdo con pimientos rojos); papas y huevos fritos salteados con gambas; y el principal, paella valenciana de pollo y conejo. De postre, crema catalana. Todo excelente, gran panzada.
Con la llegada de Vicky extendemos la sobremesa con más copas de vino. La anécdotas fluyen y Vicky que es una narradora que bien podría ser una estrella del Stand Up saca de la galera varias de sus historias más divertidas. Con la anécdota de un amigo/novio que se presentó de sorpresa en su casa a la madrugada y que no se sabe bien como terminó en su living, apoltronado y sin querer irse ni llamando a la policía, cerramos la noche camino a casa. ¡Que lindo día, porque como asegura Serrat “…Somos partidarios de vivir..!”
Flor de viaje y descubra armó un lindo listado de los imperdibles de Barcelona
muy lindo el informe de Barcelona, es una bella ciudad que visito habitualmente ya que mi hijo vive allí con su familia. Completé la encuesta del Tren si me llego a ganar los pases serán los 1ros en saberlo, GRACIAS y sigan viajando que asi viajamos tod@s. Abrazo desde Madel.
[…] non c’è niente di peggio per un tranquillo abitante della città, che sia Barcellona, San Pietroburgo o Kotor , che bere una birra in pace e vedere migliaia di […]