Nuestro recorrido en auto (también a pie) por las ciudades y pueblos de las Rías Bajas nos llevó a lugares encantadores como Combarro y Pontevedra.
En nuestra última etapa nos dirigimos a Baiona, al sur de Galicia, cerca de la frontera con Portugal. Sigue nuestro aventura de “Viajando con papá y mamá” o viajando con Javier y Paula los papás de Caro.
Empezar a viajar con dos personas más es todo un desafío para nosotros, ya que de tener el cincuenta por ciento de cada decisión, pasamos a tener solo el veinticinco. La premisa es que todos la pasemos bien y que las negociaciones sobre los pasos a seguir teniendo en cuenta los tiempos, intereses y presupuestos, sean siempre abiertas y en buenos términos. Y también como nos dice Paula, cada vez que se llega a un callejón sin salida: “la libertad es libre”, que quiere decir que cada uno hace lo que más le gusta y a la noche nos juntamos a cenar y a contarnos como estuvo el día.
Hay varios tipos de libertades, depende del lugar y del momento, pero en un resumen extremadamente parcial: Para mi mamá libertad puede ser sinónimo de una tarde de shopping. Para mi papá libertad puede ser “no” pasar la tarde de compras y tomarse su cervecita al atardecer. Para Machi libertad puede ser irse de tapas todo el día y para mí, libertad puede ser tirarme en la playa con un celular con wifi.
Solemos realizar nuestros viajes en pareja, pero cuando se presenta la oportunidad también es lindo compartir las aventuras y desventuras con amigos, padres, hermanos, familiares, etc. Lo que mejor nos sale es dejarnos mimar cuando es “#viajandoconpapáymamá” porque al fin y al cabo ¡Para eso están! Je. Lo principal es sacarnos el chip de viajeros de largo tiempo. En este caso nuestros papás tiene dos semanas de vacaciones para condensar lugares, descansar y conocer. Muchas veces lo que hacemos o visitamos no formaría parte de nuestro cronograma habitual viajero, pero también nos hace relajarnos y dejarnos llevar.
La ciudad vieja de Baiona se despliega frente al mar a los pies del monte Real, antes conocido como monte Boi en donde se encuentra el castillo. La fortaleza del Conde de Gondomar también es un hotel, otro de los Paradores que se despliegan por toda España. Cruzamos la puerta Real y recorremos lentamente la explanada que asciende para dar paso a unas vistas espectaculares de la bahía con sus veleros amarrados en fila y su larga costanera.
El 1° de marzo de 1493 Martín Alonso Pinzón (uno de los hermanos pinzones) ingresó a las costas de Baiona y fue el primero en dar la noticia del “descubrimiento” del América. Cristobal Colón viajaba al mando de La Niña, la Santa María se había hundido en las costas americanas y Pinzón capitaneaba La Pinta. Juntos emprendieron el regreso a Europa pero el mal tiempo en las Azores, los fuertes vientos y la potencia del mar los terminaron separando. Colón finalmente arribó al puerto de Lisboa cuatro días más tarde.
A lo lejos anclada se puede ver una reproducción exacta de La Pinta, en la que junto a Pinzón viajaron veinticinco de sus hombres, animales, productos de la tierra e indígenas que eran llevados como regalo para los reyes católicos. La leyenda asegura que sus cuerpos están enterrados a los pies del monte frente a las murallas occidentales en un lugar secreto. Nos parece increíble que hayan cruzado el turbulento Atlántico en esa pequeña embarcación de madera que luce tan frágil.
Más allá, con el atardecer brillan las islas Cíes, el lugar en donde hace más de cuatro siglos el corsario inglés Francis Drake se preparaba para atacar Baiona con sus 30 navíos. La heroica defensa del fuerte hizo que Drake no pudiera tomar la ciudad. Caminar por los senderos del fuerte es ingresar en el pasado mismo, uno de estilo netamente medieval y otro neo renacentista, elaborado para convertir a la antigua fortaleza en hotel de alta gama que es en la actualidad.
Recorremos el perímetro amurallado que en tres de sus cuatro lados da al mar y a pequeñas calitas rocosas en donde rompen las olas. Las legiones romanas de Julio Cesar pasaron por aquí hace más de 2000 años en su guerra con los lusitanos. También visigodos, celtas, musulmanes y por supuesto portugueses que guerrearon por siglos con los españoles. Ante los continuos ataques enemigos, llegaron a vivir protegidos por las murallas hasta más de 650 personas, entre gobernantes, soldados, sacerdotes y campesinos. Mientras caminamos por sus senderos, imaginamos en dónde estarían ubicadas las huertas, la casa del gobernador, los cuarteles de los soldados, las iglesias con sus claustros, el polvorín, las pequeñas casas, las tabernas y el mercado. En 1425, Baiona, junto a La Coruña, obtuvo el privilegio de ser uno de los dos puertos de Galicia autorizados para comerciar con potencias extranjeras y eso produjo un gran auge en la ciudad.
A la noche damos una vuelta por el centro, por sus calles peatonales que se deslizan hasta el mar y por sus antiguos bodegones. Nos sentamos en un restaurante con mesas afuera y Javier que festeja su cumple ¡invita la comida! Comemos de todo: tapeo de jamón ibérico, empanada gallega bien rellena de atún, paella de mariscos y vino blanco Albariño de la zona. Paula firme en sus convicciones se pide unos fideos a la bolognesa ante la desconcertada cara del mozo, que igualmente cumple con el pedido. Con la cuenta, se nos acerca el dueño de local, un gallego de pura cepa que todavía sigue hablando de pesetas, como si los euros nunca hubiesen llegado y hasta nos dice que si nos gustó la comida, que pongamos un buen comentario en tripavizor. Tardamos un par de minutos en comprender que nos estaba hablando de la famosa web de viajes Trip advisor.
Recomendación
Tras el brindis regresamos al castillo, desde la muralla se ven miles de puntitos rojos y blancos de los barcos que flotan frente a la costa; y de las casitas que encaramadas en la colina al otro lado de la bahía se van sumiendo en la oscuridad. La noche está tibia y la alargamos todo lo que podemos ¡no son muchas las oportunidades de dormir en una antigua fortaleza medieval!
Que Buen viaje Caro, que bien la pasamos¡