Mayo 2014
Llegamos a Tokyo el 17 de Mayo del 2014. El plan de visita de la ciudad a través de sus barrios lo dejamos para los días siguientes para aprovechar que ese domingo en el barrio de Asakusa se festejaba el «Sanja» Matsuri como todos los terceros sábados y domingos de Mayo de cada año.
Es uno de los tres festivales más importantes del Shintoismo japonés y en Tokyo se realiza una de las celebraciones más grandes con miles de visitantes de todo el país y que cubre decenas de manzanas en los alrededores del templo Senso-ji, el corazón del festival.
Apenas empezamos a recorrer las calles nos encontramos con decenas de hombres vestidos con ropa tradicional y una especie de pañal/calzoncillo que a gusto argentino deja poco para la imaginación. La alegría y el festejo se nota en el ambiente. Matsuri significa festival y Sanja «tres santuarios». El barrio entero se divide en diferentes equipos con su propia vestimenta que van cargando sobre sus hombros el Mikoshi, una especie de santuario portátil (según se ve pesa toneladas) y avanzan en procesión hasta el templo principal. Al pedido de las voces de uno que funciona de guía van ubicándose debajo del mismo y haciendo un esfuerzo terrible lo suben y lo bajan gritando y cambiando el puesto con otro compañero o compañera cuando ya no pueden más del cansancio. La multitud se amontona alrededor del espectáculo y vitorea mientras avanzan en zig zag por la calle principal del barrio. Una de las cosas que más nos atrajo fue justamente este sonido del esfuerzo en conjunto y la diversión que mostraban bajo el calor abrasador de ese día de primavera en Tokyo.
Al llegar la primera impresión que tuvimos fue ver a estos hombres y mujeres agotados, tirados en la calle, buscando sombra y tomando cervezas y más cervezas. El panorama se intuía divertido, curioso. Claro, ese grupo ya había terminado su procesión. También fue nuestro primer acercamiento con los japoneses, y ese día nos cayeron muy bien, la cerveza los había descontracturado un poco y empezaban a hacer locuras frente a las cámaras de fotos como esta por ejemplo.
También hay procesiones donde niños pequeños llevan los santuarios, estos por supuesto en miniatura.
Avanzamos por calles comerciales y a paso lento por la cantidad de gente llegamos hasta el imponente templo Senso-Ji. Allí hay varios momentos especiales que se llevan repitiendo exactamente desde hace cientos de años, como ubicarse frente a una fuente con agua y beber de pequeñas cucharas. Según nos contaron es para purificarse antes de entrar al templo. La tradición indica que hay que tirarse agua en las manos tres veces y luego beberla y escupirla a un costado. También hay otras lugares de ofrenda donde se prenden inciensos para que el humo impregne el cuerpo y elimine los malos espíritus. Otro momento importante es cuando frente al templo principal los fieles rezan una oración y hacen sonar las campanas tirando de gruesas sogas.
Nos sentamos unos momentos, protegidos por la sombra del templo, el calor es impiadoso pasado el mediodía. Los fieles por su parte se acercan lo más que pueden hasta el altar y arrojan monedas a manera de ofrenda, dentro un monje de gran seriedad continua con su ritual. A los pies del templo se expanden cientos de puestos de souvenirs y lo más importante de todo, de comida. Pensando en lo afortunados que fuimos de llegar a Japón justo en la fecha del Sanja Matsuri, bajamos lentamente los peldaños en busca de algo rico para llenar la panza y saciar el apetito.
Que buenas fotos!
A que se debe ese atuendo en los hombres??