Llegamos a Jaisalmer temprano en la mañana, cuando incipientes rayos de sol golpean contra las casas color arena, todas construidas con piedra caliza de las canteras cercanas. Un par de horas más tarde esos rayos se volverán inclementes en esta ciudad que se ubica en medio del desierto del Rajasthán, a 140 kilómetros de la conflictiva frontera con Pakistán. El fuerte también color dorado domina todo Jaisalmer, encaramado en el monte Trikuta con sus murallas y bastiones, templos y palacios. El fuerte de Jaisalmer es la atracción principal de la ciudad.
Dejamos nuestras mochilas en el hotel y raudamente salimos a explorar la ciudad que antaño fuera un importante centro de mercaderes que con sus caravanas de camellos recorrían los diferentes reinos de India de punta a punta. Actualmente el turismo y una unidad militar que se ubica en las afueras le proveen de cierta prosperidad, que periódicamente se ve amenazada por las sequías que la convierten en una de las ciudades con menos lluvias de todo el país. La paradoja es que cada tanto, cuando llega la temporada de monzones, el agua esperada y necesaria arrasa con todo produciendo graves deterioros no solo en el fuerte (corazón de la ciudad) sino también en las antiguas residencias llamadas Havelis.
Ingresamos por la entrada principal de la ciudadela en donde mujeres con sus saris multicolores te gritan “Foto, Foto”, además de intentar vender sus collares y telas. Está claro que con la foto, va también la propina. Todo funciona en base a propinas en India. Constantemente y en todos lados se puede escuchar el pedido de “Tip”, puede ser hasta por el simple hecho de haberte indicado una calle.
Nos perdemos dentro de las estrechas calles de la muralla entre tenderos, bonitos templos hindúes y jainíes, antiguos palacetes convertidos en hoteles, vacas, toros y cabras que se mueven libremente.
Dicen los que saben que la gran cantidad de hoteles ubicados dentro de la muralla ha contribuido enormemente al deterioro de todo el complejo. El problema de la basura es muy grave en toda India, pero todo allí se encuentra “relativamente” limpio. Almorzamos en la terraza de un restaurante desde donde podemos ver el palacio del Marajá, el edificio más alto y sofisticado de todo el recinto amurallado. Allí sí, la entrada es paga y nada barata para el standard indio, 250 rupias cada uno y 100 más por llevar cámara de fotos. (1usd=54 rupias). Los bueno es que con la entrada te dan una audio guía en español.
Mientras caminamos por la sala de armas el audio nos narra los diferentes asedios sufridos por la ciudad, la valentía de aquellos hombres del desierto y una tradición ciertamente espeluznante. Cuando la ciudad estaba por caer y la derrota era inminente, y eso ocurrió tres veces desde su fundación en 1156, antes de partir hacia la última batalla de su vida, estos guerreros quemaban o pasaban a cuchillo a todas las mujeres de la ciudad. Ninguna mujer, princesa o campesina, podía caer con vida en manos del enemigo. Continuamos nuestro recorrido por las diferentes recamaras reales, pasamos por el zenana recinto exclusivo para las mujeres, en donde estaba prohibida la entrada de hombres y desde donde las mujeres podían espiar todo lo que acontecía en el palacio a través de los estrechos agujeros de las ventanas talladas. Luego vamos hasta la parte más alta del palacio. Desde allí se puede ver toda la ciudad de casitas bajas color ocre, con la arena del desierto que lo sobrevuela todo.
Justamente es en el desierto a una hora de aquí en donde se pueden hacer los populares safaris en camello y dormir entre las dunas con el cielo como techo, como dicen los lugareños, en el hotel de las Mil estrellas.
Pero esa es otra historia que podés encontrar acá: Jaisalmer, una noche en el desierto
INFO ÚTIL
Alojamiento en Jaisalmer: Bharat Villas