Kuala Lumpur es una ciudad que tiene mucho para ofrecer al turista. Desde sus increíbles Torres Petronas y la ciudad moderna, hasta los barrios indio y Chinatown entre otros.
El bus nos deja a las puertas del barrio chino de Kuala Lumpur, populoso, colorido, con guirnaldas rojas y doradas colgadas por todos lados, con puestos de venta de pato asado, con un mercado con hileras de pescados y verduras y con bastante tráfico. Falta poco para el gran festejo por la llegada del año Nuevo Chino, una de las máximas festividades y esto se nota en la decoración, en las ofertas, en la gran cantidad de gente que pasea y compra y en el aumento del precio de los hoteles. Caminamos por la calle principal la Janan Petaling que de día está abierta a los autos y que con la caída del sol se llena de puestos y se vuelve laberíntica y un tanto opresiva.
Hace calor y Caro utiliza una remera no muy escotada y apretada para occidente, pero si para un país musulmán, aún para uno como Malasia moderado y abierto, por eso es recomendable que las mujeres vayan más tapadas por esto lares, ya que los hombres suelen ser excesivamente mirones. Es pasado el mediodía cuando salimos a dar una vuelta, el calor es agobiante, húmedo, con amenaza de lluvia.
Como hacemos siempre nos lanzamos a caminar, en esta ocasión en dirección a las Torres Petronas que nos llaman como un imán. El barrio Chino se ubica en la parte sudoeste de la ciudad y a medida que avanzamos hacia el centro pasamos por la famosa torre Menara utilizada para telecomunicaciones.
Luego nos introducimos en el Golden Triangle, corazón económico de la ciudad en donde comienzan a verse varias torres espejadas, hoteles de cadenas internacionales, bancos y hombres de traje que caminan apurados o que bajan de autos costosos. La ciudad posee poco mas de un millón y medio de habitantes, bastante menos que otras grandes ciudades del sudeste asiático como Bangkok, Hanoi o Singapur por ejemplo. Se nota que desde hace años está en un proceso de cambio y modernización ya que conviven varios altos rascacielos con sectores de terrenos en construcción y muchas antiguas edificaciones bastante deterioradas.
Otro ejemplo de “modernización” es la gran cantidad de shopping centers que se han instalado, con enormes patios de comida y locales con las principales marcas internacionales. No somos grandes amantes de los shoppings, tememos que en un futuro no muy lejano ya nadie camine por las calles y todo el mundo se pase el día entero en esos “No lugares” como los definió Marc Augé. El antropólogo francés ideó el concepto de los No lugares para referirse a los espacios de tránsito que no tienen suficiente importancia para ser considerados como «lugares». Un No lugar puede ser una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto, un supermercado o un shopping. Son lugares de paso que no buscan personalizar, ni aportar a la identidad. En ellos la relación o comunicación es artificial, identificada por el dinero, la tarjeta de crédito y el ticket de compra.
En medio de nuestras elucubraciones llegamos a las Torres Petronas que si bien son visibles desde prácticamente todos los puntos de la ciudad, estar parados justo frente a ellas es algo muy impactante. Un folleto nos indica que tienen 88 pisos cada una y unas 32 mil ventanas y que por algunos años fueron las torres mas altas del mundo. El dato curioso es que fueron diseñadas por Cesar Pelli un arquitecto argentino. Hasta el año 2003 eran los edificios más altos del mundo. Después la pelea por la altura la empezaron a batallar en Medio Oriente.
Paseamos un rato por allí y luego decidimos ir a almorzar. Estamos exhaustos por la caminata y por el calor, además de hambrientos ya que no probamos bocado en todo el día y son pasadas las tres de la tarde. Pero, ¿dónde? lo único que hay son shoppings y más shoppings. Tantos pensamientos filosóficos, tanto Marc Augé y los No lugares y…¿qué hacemos? Terminamos entrando a un shopping center que se ubica justo al lado de las torres. La bocanada de aire helado que recibimos al entrar nos cae barbaro, el lugar es bastante grande, con escaleras mecánicas, tiendas lujosamente adornadas y dragones rojos que surcan los techos. Subimos hacia el patio de comidas que está repleto de gente, ruidoso, con grupos charlando y riendo y con aromas que provienen de todas partes del mundo. Los precios son baratos y la comida abundante.
Al salir nos tomamos el subte, la estación está limpia y los vagones son modernos. Kuala Lumpur tiene un sistema combinado de transporte entre subte, monoriel, trenes y buses y hay que tener en cuenta cuál de ellos conviene según cada zona. Minutos después salimos a la superficie y vemos flamear una bandera de Malasia. Su diseño es muy semejante a la bandera de los Estados Unidos y eso nos intriga. Investigando un poco encontramos que siempre existe una historia singular detrás de todo. Tanto esta bandera como la norteamericana en realidad tienen su origen o inspiración en la bandera de la Compañía Británica de las Indias Orientales y justamente fue adoptada en Malasia el 16 de septiembre de 1963, tras la independencia luego de más de un siglo de dominio del Reino Unido.
A la noche quedamos en cenar con Alex, un amigo español que hace años que vive en Kuala Lumpur. ¿Y a dónde nos lleva a comer? Sí, a otro shopping, el Pavillion, enorme, lujoso y repleto de gente. Cuando terminamos de cenar decimos basta de centros comerciales y nos dirigimos a pie hacia una calle cercana, en donde hay bares con mesitas en la vereda, clima festivo y muchos turistas. En el cielo que está oscuro y despejado se ven fuegos artificiales como preludio del año Nuevo Chino que tiene conmocionada a la ciudad. Nos sentamos en un bar llamado Yoko, en donde la misma Yoko, japonesa de unos cincuenta años baila cerca nuestro enfundada en un vestido negro. Pedimos una jarra de cerveza, en Malasia el alcohol es caro y sólo pueden venderlo y tomarlo los que no profesan el islam, y mientras llega nuestro pedido vemos costosos autos pasar por delante nuestro, risas de las mesas vecinas y la música que se extiende por la zona.
Un colombiano que trabaja en el bar se nos acerca a conversar, es uno de esos personajes increíbles que uno se encuentra en los viajes. Divertido, fachero, “imaginativo”, mitómano, ¿quién sabe? En su alegre tono caribeño y verborrágico nos empieza a contar su vida: nos dice que es músico y que gracias a ello viaja por el mundo, que anteriormente fue un valiente piloto de helicópteros de combate a las ordenes del ejército colombiano y que en misión secreta en tierras dominadas por la guerrilla su aeronave fue derribada, salvando su vida de milagro. Que luego de eso decidió dedicarse de lleno a la música, que por unos contactos se vino a Malasia y que fue muy costoso obtener su visa de trabajo, pero que en dos meses ya ha recuperado todo el dinero y que ya está pensando en comprarse un auto y su esperanza es convertirse en socio de Yoko para transformar el bar en el mejor de toda la ciudad. Nosotros lo miramos sin meter ni un solo bocado prácticamente, tratando de entender hacia dónde se dirige su historia y por qué necesita contársela a unos extraños. Mientras tanto su perorata continúa matizada con risas y tragos a nuestra cerveza, ahora el relato se centra en la extensa historia de su banda de música con la que recorrió toda sudamérica y con la que llegó a tocar en un hotel muy caro y lujoso de Buenos Aires, pero que por desgracia no recuerda ni el nombre ni la zona. Tan fugaz como empezó, terminó su monólogo ya que según dijo, era hora de comenzar su show. Tres acordes de su guitarra y un par de gritos desafinados, nos dieron la certeza de que podía haber sido piloto de combate, astronauta o cowboy pero de ninguna manera músico. Así transcurre la velada con nuestro amigo colombiano olvidándose la letra de los temas y sacando chirridos a su guitarra, mientras Yoko le baila sensualmente acariciándole la nuca. No será un buen músico, pero seguramente su pericia en otros terrenos debe ser notable y Yoko lo debe estar disfrutando.
[singlepic id=2282 w=400 h=580 float=right] [P]or las noches Chinatown está irreconocible, toda la calle se ve repleta de puestos de mercaderías, filas y filas de locales, que se suman a los que ocupan las veredas. Por momentos hay que caminar de costado para poder pasar entre ellos por la angosta vereda de baldosas rotas sorteando túnicas y valijas que se balancean colgadas de sogas. Con la caída del sol, la zona empieza a llenarse de compradores, turistas, gente que pasea por la zona y avezados buscadores de delicatessens ya que saliendo de esa maraña de puestos y de vendedores que te llaman constantemente para mostrarte sus mercaderías, se pueden encontrar excelentes puestos de comida. Esto es lo que nos gusta, el movimiento, el ruido, la vida en las calles, los puestos de comida al aire libre. Salimos de la avenida principal y vemos que en las calles laterales hay bastante actividad también, allí los puestos son mas rústicos, pero también más baratos. Tienen pinchos llamados satay, de cerdo, pollo, langostinos, choclos, huevos de codorniz y muchos más. Los comensales se pueden sentar en mesitas bajas con un agujero en el centro en donde hierve una olla para que cada uno se cocine su propia comida. Es muy interesante y divertida la experiencia de cenar codo con codo con malayos, chinos, hindúes y gente de todas partes del mundo.
Nos quedan solo dos días de viaje y no podemos sacarnos de encima la nostalgia por la vuelta. Para divertirnos, empezamos a soñar con nuevas aventuras, a pensar a qué nuevos lugares nos gustaría ir y también a reflexionar cómo haremos para juntar el dinero necesario. Parece mentira, todavía no regresamos a nuestros país y ya estamos proyectando nuevos viajes. Subimos la escalera de nuestro hotel y llegamos hasta el lobby que está en silencio. A un costado una biblioteca tiene filas de libros para intercambiar libremente con el sistema “sacá uno y dejá otro”. Caro toma uno grueso, le da una rápida mirada y me lo pasa – “Es una novela, seguro te va a gustar”. Se llama “Seis sospechosos” del autor indio Vikas Swarup, el mismo que escribió Slumdog Millionaire. Leo la contratapa que explica que es una novela de suspenso en la tradición de Agatha Christie, pero toda ambientada en la India, con sus costumbres y tradiciones. Me parece muy interesante. No nos quedan dudas de que se trata de algún tipo de mensaje, porque para nuestro próximo viaje uno de los destinos que más nos atrae en justamente la India.
Genial chicos, el encuentro con el Colombiano IMPAGABLEEEE JAJAJAJAJAJA. Espero mas relatos
Gracias Ana!!! Los viajes tienen eso de ir encontrándote con personas que te alegran el día y la noche con sus anécdotas y experiencias!
Hola…estamos planeando ir 5 días a KLen sept …cual es la mejor zona para dormir? buscamos algo bueno,pero no caro ….¿tienes algún dato?
Hola!! Sin lugar a dudas en el Chinatown es el mejor lugar. Hay bastantes hotelitos y hostels. Algo que sucede en Asia es que si estás en pareja, los hoteles finalmente son mejores que los hostels para habitaciones privadas. Nosotros llegamos al Chinatown y empezamos a recorrerla y entrar en todos los hoteles averiguando precios y viendo las habitaciones y ahí nos decidimos. Mañana les pasamos el dato puntual si les sirve! Saludos!