De Yangón al lago Inle en el bus del espanto en busca de la belleza prometida: entre pueblos de pescadores, granjeros y unos monjes que se creen los sucesores de Conrad Hilton, fundador de la famosa cadena de hoteles.

Si llegar a Yangón no es nada fácil, salir hacia el Lago Inle es más difícil todavía. La terminal de buses queda a más de una hora de viaje y no existe otro medio de transporte que el taxi para llegar allí. Para que estos sean más económicos siempre es conveniente sumar más pasajeros en el mismo viaje. Entonces nos ponemos de acuerdo con una pareja de franceses y el viaje nos cuesta  8000 kyats (850 kyats = 1 usd) por los cuatro,  si viajábamos solos nos salía 7000. El trayecto es largo y caluroso, la ruta es polvorienta y llena de casas a punto de caerse abajo. La estación de buses no lo es de manera convencional, parece una especie de pueblo convertido en estación. Los buses en su mayoría destartalados  se encuentran estacionados enfrente de sus oficinas, también destartaladas, con los motores abiertos y jóvenes tirándoles agua. Uno tras otro aparecen vendedores ofreciendo sus mercaderías, mientras los empleados muestran su desconcierto con respecto a horas de salida y demás.

Estación de buses de Yangón, Myanmar

Los paquetes que esperan a ser cargados son los que caían sobre nuestras cabezas. Estación de buses de Yangón, Myanmar

Una rápida mirada a nuestro bus nos da la peor de las perspectivas, pero todos son iguales, no existe otra posibilidad. Cuando compramos los pasajes lo único que pedimos fue que no nos dieran los últimos asientos (siempre incómodos y rotos)  y eso en teoría hubiera sido verdad. Solo en la teoría. Nuestros asientos 33 y 34, cómo olvidarlos, no eran los últimos cuando el bus fue fabricado hace más de 40 años,  la cuestión es que vaya a saber uno en qué momento,  sacaron algunas filas para meter bolsas, cajas, paquetes y todo lo imaginable y entonces sí los nuestros se convirtieron en los últimos. Todo repleto hasta el techo, en peligroso balanceo sobre nuestras cabezas y además sin poder reclinar nuestras butacas. Protestamos (sin levantar la voz, en oriente es mejor así) pero todo es tan endeble que cada cosa que mueven empeora la situación. Nos armamos de paciencia y salimos a eso de las 17 (con doce horas de viaje por delante)  incómodos como pocas veces, con el peligro en la nuca y con mucho calor,  porque el aire acondicionado prometido solo tira un espasmódico vientito.

Hoja de Betel y sus nueces

Para completarla  junto a nosotros se sientan dos birmanos que mascan y escupen, escupen y mascan, sin parar. Es una tradición muy extendida por estas tierras la de mascar kum, una mezcla de nuez de areca y hierbas envueltas en una hoja de betel, depende de cuánto masquen puede mantenerlos despiertos como también relajarlos. Continuamente van escupiendo un líquido rojo oscuro, que con el paso de los años les va tiñendo sus dientes de bermellón, tanto como sus calles y veredas.

En la oscuridad más absoluta (dentro y fuera del bus) solo nos queda dejar pasar el tiempo y tratar de dormir entre volantazos, ripio, tierra, piedras, la ruta está en un estado calamitoso.  A medida que avanzamos vemos buses descompuestos detenidos  al costado de la ruta.  Solo deseamos que el nuestro no se rompa,  pero como andamos cortos de deseos,  a las doce en punto en el momento en que arranca el día de los enamorados,  la profecía se cumple y quedamos varados en medio de la nada. Según parece se rompió el eje de la rueda delantera o algo así…El chofer y sus dos acompañantes se lanzan bajo el bus y trabajan a destajo por más de tres horas, se escuchan martillazos; y tornillos y tuercas se deslizan por la ruta a oscuras. No sabemos cómo, pero consiguen arreglarlo y arrancamos, mientras cada tanto sigue el bamboleo y cada tanto también, alguna caja del montón se cae y nos da en la cabeza.

Bus roto camino entre Yangón y Lago Inle, Myanmar

Pasadas las siete de la mañana llegamos al lago Inle,  en realidad el bus te deja a trece kilómetros en el pueblo de Shwenyaung y desde allí hay que tomarse un tuk tuk hasta Nyaungshwe lugar en donde se alojan los turistas para luego visitar toda la zona. Viajamos con una pareja de un alemán y una tailandesa y pagamos 1500 kyats por persona. En el camino hay plantaciones de tomates y huertos, además de canales angostos y niños que van en fila a la escuela. Para entrar al pueblo debemos pagar una entrada de 5 dólares cada uno.  Nyaungshwe es muy pequeño, emplazado entre canales que dan al lago Inle. Todavía siguen siendo un pueblo rural con agricultores, pescadores, un puñado de hoteles y varios templos budistas. Sin poder reservar hotel en Yangón ante la nula posibilidad de entrar a internet y con tantas horas de retraso por la rotura del bus,  comenzamos a buscar hotel en clara desventaja con el resto de los viajeros.  La búsqueda se torna eterna y sin ningún resultado positivo.  Fueron 18, quizás 20 los hoteles en donde preguntamos, de los más baratos a los más caros. Y nada. Todos llenos. Sentados a la sombra de uno de los pocos árboles que hay por aquí, extenuados y a punto de bajar los brazos, una suiza que había pasado por lo mismo el día anterior, nos pasa una data salvadora. Nos asegura que podemos alojarnos en alguno de los complejos budistas de la ciudad, reciben viajeros y son baratos.

Pueblo de Lago Inle

Monje budista

Caminamos por la calle principal y cuando nos dirigimos al templo indicado, una señora birmana nos dice que vamos a encontrar más comodidad en el templo que se ubica del otro lado del río. Así que hacia allí vamos, cruzamos un puente de madera e ingresamos a pequeños patios interconectados en donde se ubican varios edificios. En uno de ellos, en un amplio salón divido con una sábana se ubican colchonetas en el suelo en donde duermen algunos viajeros. Subimos al primer piso y nos ubicamos allí ya que hay menos gente.  Luego de un rato el único monje que habla un poco de inglés (casi nada se le entiende) se acerca y le pedimos permiso para quedarnos, nos dice que no hay problema y que cobran 5000 kyats por dormir en el salón y diez dólares si queremos hacerlo en uno de los cuartos colectivos. Es más caro que lo que nos había dicho la suiza, pero estamos muertos de cansancio y además no quedan opciones. Así que nos quedamos en la parte del salón que si bien es amplia y ruidosa parece mejor que el cuarto colectivo que está lleno de gente.

Durmiendo en un templo budista, Lago Inle

Durmiendo en un templo budista, Lago lnle

Durmiendo en un templo budista, Lago Inle

Salimos a comer algo, el pueblo es ruinoso, con casas de madera repletas de cachivaches, con birmanos sonrientes que te saludan al pasar, con las mujeres con sus caras pintadas de dorado y los varones con la boca roja y vistiendo sus tradicionales longyi (polleras largas). También pasan algunos turistas, la mayoría a esa hora se encuentra en las excursiones al lago.

Lago Inle, Myanmar

Lago Inle, Myanmar

Las mujeres y niños se cuidan la piel con thanaka. Lago Inle, Myanmar

Las mujeres y niños se cuidan la piel con thanaka. Lago Inle, Myanmar

Paramos en un pequeño restaurante llamado Min Min, es el único que tiene gente comiendo, los dueños son una pareja de birmanos con su hijita Su Su de cinco años que juega con los clientes y se les sube encima. Mientras comemos unos buenos panqueques salados y dulces a 2 mil kyats cada uno y cerveza Mandalay al mismo precio,  seguimos pensando en la cuestión del alojamiento y qué haremos al día siguiente. En ese momento se acercan unos turistas y nos cuentan que en uno de los monasterios budistas les acaban de robar cosas de  las mochilas. Cartón lleno pensamos.

Lago Inle, Myanmar

Venta de pescado en mercado de Lago Inle, Myanmar

Paseamos por la zona, vamos hasta el mercado, de olores muy profundos, salimos de allí y caminamos sin rumbo mientras cada tanto aparece una estupa o algún otro complejo budista. Seguimos hasta el canal principal que se llama Nang Chaun y es desde allí de donde salen todas las excursiones al lago.

Canal princiapl de Lago Inle, Myanmar

Vendedoras de tomates en mercado

Continuando el camino del canal se llega hasta una calle de tierra que hace de mercado flotante del pueblo. Parecería haber más tránsito que en la 9 de julio, je. Los tomates perita son la joya del Lago Inle.  El panorama se completa con puestos con canastos llenos de tomates, pequeños ranchos de madera, perros, gatos y mateos tirados por caballos.

Canales de Lago Inle

Canales de Lago Inle

Canales de mercadería en Lago Inle

A la noche cenamos en Min Min, está casi todo cerrado y en penumbras en el pueblo, la oscuridad abunda (llevar linterna). La mayoría de los turistas prefiere cenar en sus hoteles y son pocos los que salen a dar una vuelta a la nada misma.

Resturant Min Min en Lago Inle

Resturant Min Min en Lago Inle

Resturant Min Min en Lago Inle

Resturant Min Min en Lago Inle

Volvemos al monasterio, fue un día largo y estamos muy cansados. Mientras intentamos dormir, los monjes van y vienen, en uno de los cuartos colectivos miran televisión y hablan por celular. Uno de ellos, difícil saber cuál, cada diez minutos recibe mensajes de texto que rompen el silencio con un estentóreo Oppa gangnam style. Contrariamente a lo que uno pudiera pensar, estos monjes no se acuestan temprano y tampoco hacen un culto del silencio. Lo único que les falta es poner música a todo lo que da y que empiece a aparecer el whisky. Igualmente eso no es nada comparado con el ecuatoriano que duerme cerca nuestro y ronca como una topadora neurótica. Varias veces me levanto y lo golpeo para que aminore el ensordecedor estruendo, se detiene por un par de minutos y arranca de nuevo.  A la una de la mañana los ruidos parecen acallarse, pero a las tres suena una campana y los monjes se levantan para rezar y salir a pedir limosna. Imposible seguir durmiendo.

Monjes pidiendo limosna

Monjes pidiendo limosna

Al otro día queremos irnos a la excursión del lago y no pasarnos todo el día buscando hotel, así que dejamos lo del alojamiento para después y nos vamos a lo de Min Min para desayunar  y consultarle sobre los diferentes tours.  Por el trayecto largo nos pide 18 mil kyats por los dos, nos parece bien, el día anterior nos habían ofrecido por lo mismo 30 mil kyats. Así que nos presenta a su hermano, un birmano flaco que trabaja de mozo allí mismo y que será nuestro guía y conductor.  Con todo acordado lo seguimos hasta la lancha larga y de madera y con motor fuera de borda y salimos. En las orillas del canal los lugareños se bañan en el río y junto a nosotros pasan botes con turistas o repletos de mercaderías.

Lago Inle

Lago Inle

Lago Inle

Lago Inle

Lago Inle

Lago Inle

Lago Inle

Luego de un rato salimos al lago propiamente, que tiene una extensión de 22 kmde largo y 11 de ancho. Es extenso, la superficie del agua está quieta, calma, parece un espejo en donde es difícil diferenciar donde empieza el cielo y termina el agua. Siempre con las montañas que se dibujan en sus lejanos contornos. El silencio tranquiliza y la vista panorámica es deslumbrante.

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

A lo lejos se ven pescadores que se paran en el borde del bote y mientras con una pierna manejan el remo, con el resto del cuerpo se balancean mientras pescan con su red. Verdaderos pescadores danzantes. Es una técnica con cientos de años que no tiene una pizca de turística, cultura de la vida. El sol está fuerte pero el viento que da en la cara refresca mucho, el silencio solo lo rompen los motores de las barcazas, mientras miles de gaviotas y otras aves andan por allí a sus anchas.

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Pescadores de Lago Inle

Volvemos a ingresar en otro de los múltiples canales que salen del lago en donde se ven casas de madera y de paredes de bambú, barcazas en donde sacan barro del lecho y hasta un hombre bañando a su buey. En las orillas del lago y los canales se ubican más de 200 aldeas, en donde la etnia más populosa es la de los Intha: hijos del Lago.

Aldea de Lago Inle

Aldea flotante de Lago Inle

Aldea flotante de Lago Inle

Hombre bañando cebú en Lago Inle

Hombre bañando cebú en Lago Inle

Llegamos a las ruinas de Indein y bajamos del bote para recorrerlas. Allí entre cientos de estupas con miles de años de antigüedad, se ubican también restaurantes y locales de souvenirs. Caminamos por allí mientras nuestro guía que no habla una sola palabra de inglés,  a cada cosa que ve nos dice Buda Buda, y nos apura llevándonos por atajos incómodos.

Inthein Lago Inle

Inthein Lago Inle

Inthein Lago Inle

Inthein Lago Inle

Inthein Lago Inle

Inthein Lago Inle

No entendemos muy bien el por qué de su apuro hasta que nos empieza a llevar, uno tras otro a diferentes locales de souvenirs en donde tiene comisión. Claro, no quería que compráramos en otro lugar que no sea el de su elección.  En uno de ellos, tejen para los turistas las chicas de la tribu Karen, las mujeres jirafa.  Demasiado artificial…A la segunda vez que para ahora en una casa donde hacen papel, le aclaramos que no vamos a comprar nada.

Tribu Karen en Lago Inle

Tribu Karen en Lago Inle

Desanimado, nos dirige a uno de los restaurantes ubicados enfrente de la Pagoda Phaung Daw Oo, el templo budista más importante de la zona. De allí vamos a los jardines flotantes, caminos enteros sembrados de tomates sobre el agua misma, bello de verdad.

Pagoda Phaung Daw, Lago Inle

Pagoda Phaung Daw, Lago Inle

Pagoda Phaung Daw, Lago Inle

Pagoda Phaung Daw, Lago Inle

Monasterio de los gatos saltarines, Lago Inle

Monasterio de los gatos saltarines, Lago Inle

Luego bajamos en el popularmente conocido Monasterio de los gatos saltarines.  Según parece el último gato que hizo una pirueta en este lugar hace mucho que se gastó las siete vidas.

Al caer el sol estamos de vuelta en tierra firme con una tormenta que se acerca al pueblo, así que volvemos a nuestro hogar momentáneo, el monasterio. Cuando estamos subiendo se acercan tres monjes,  el del primer día y dos más, les decimos que tenemos que pagar porque partimos al día siguiente.  En ese momento empiezan a hacer cuentas y nos enteramos que el precio que nos habían dado era por cada uno y no por los dos. No podíamos creer que quisieran cobrarnos entre quince y veinte dólares por dormir en el piso, sin ni siquiera un ventilador, con un solo baño para todo el mundo, en donde el agua para bañarse es helada y encima  con ruidos molestos todo el tiempo. Desde el primer día pensamos que los monjes prestaban este servicio al viajero, a todos los que no tenían donde dormir por generosidad,  porque conocen la difícil situación de su país y además y por qué no, para aprovechar  y recaudar  unos pesos. Nunca nos imaginamos que iban a cobrar casi como los hoteles de verdad. En este caso detrás de las túnicas naranjas y la cara de espiritualidad se esconden personas con muchas ganas de aprovecharse de los que no tienen en dónde pasar la noche. Nos vamos a dormir todavía incrédulos por lo sucedido y soñando que estamos durmiendo en la cama mullida de un resort (casi que pagamos por eso)  al día siguiente saldremos para Bagán y veremos que otras sorpresas nos depara Myanmar.

HOTELES:

En toda Myanmar es necesario reservar los hoteles con dos o tres días de antelación. No es una práctica que hagamos usualmente, pero en este país es verdaderamente necesaria si se quiere evitar dormir en el piso o tener que cambiar de destino por no tener dónde dormir. Los hoteles son verdaderamente escasos con precios que oscilan entre los 25 y 30 usd por habitación doble con o sin aire acondicionado, con o sin baño privado.

DINERO: 

Llevar billetes de dólares en perfectas condiciones. Ante la más mínima arruga te los rechazan. Increíblemente el mejor cambio de todo el país lo vimos en el aeropuerto de Yangon al aterrizar. No es fácil cambiar plata en Myanmar, se recomienda solo hacerlo en bancos entre las 10 y las 15 pm, no abren los fines de semana. Los hoteles o guesthouses no siempre cambian dinero y cuando lo hacen, el cambio es bastante malo.

COMIDA:

Myanmar no es como Tailandia o Vietnam en donde en los puestos de la calle se puede comer hasta mejor que en costosos restaurantes. Aquí nada tiene cadena de frío y las verduras no se lavan de la mejor manera. Las condiciones de salubridad no pasarían un control ni medianamente serio.

TRANSPORTE:

Las rutas están es bastante mala condición. Por nuestra experiencia, después del primer bus nocturno, elegimos hacer la travesía durante el día. Los montos de los buses son de 1000 kyats por hora de trayecto aproximadamente.

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