Diciembre 2011
Primera vez en Bangkok. Llegada a la Khao San Road
¡Arriba a las seis de la mañana y con la bronca que nos da levantarnos tan temprano! Un segundo después recordamos que salimos para Bangkok y una sonrisa aparece en nuestras caras con ojeras. El transfer que nos llevará al aeropuerto nos espera en la puerta de la agencia de turismo a una cuadra de nuestro hotel, así que vamos hasta allí mientras la ciudad amanece gris y desierta con el sol que amaga a salir por el horizonte, allá detrás del mar de Ao Nang. El bus llega a los pocos minutos y partimos hacia el aeropuerto que se encuentra a poco más de una hora de donde estamos, pasando la ciudad de Krabi.
Esta vez el vuelo de Air Asia sale a horario y una hora después aterrizamos en Suvarnabhumi uno de los aeropuertos de Bangkok (el viaje en bus es de unas doce horas). A pesar de la cantidad de vuelos que hemos tomado en nuestras vidas nos sigue maravillando la velocidad con que los aviones te trasladan en un puñado de minutos a mundos tan diferentes. Luego de recuperar nuestros bolsos nos dirigimos hacia el Airport rail link, un tren muy moderno, que fue inaugurado hace poco tiempo y que por 45 bath por persona te traslada rápidamente al centro de Bangkok. (funciona entre las 6am y 00hs). El tren serpentea con vértigo por vías que por momentos se elevan por encima de esta mítica ciudad de más de 10 millones de habitantes entre modernos rascacielos, hoteles, shoppings malls con carteles luminosos, oficinas, barrios privados y también pequeñas y tambaleantes casitas humildes. El recorrido del ferrocarril llega hasta las inmediaciones de la ciudad antigua fundada en 1782 por el primer rey de la dinastía Chakri, dinastía que aún gobierna el país. La última estación es Phaya Thai y es ahí donde nos bajamos. Generalmente tratamos de hacer base en los barrios antiguos de las ciudades que visitamos, son los más interesantes y es donde mejor se puede respirar el aire del lugar.
En Bangkok, la parte vieja en uno de los centros turísticos más visitados del planeta y parada obligada de todo mochilero que anda dando vueltas por el sudeste asiático. En la parte antigua es en donde se ubican los maravillosos templos budistas y el río Chao Phraya, el Río de los reyes, con sus canales que envuelven lánguidamente la ciudad. Pero de eso hablaremos mas adelante.
El corazón que late las veinticuatro horas es la calle Khao San Road y sus inmediaciones y es allí hacia donde nos dirigimos. Al bajar del tren estamos un poco desconcertados, es mucho el tráfico y la gente, pero un belga que conoce la zona nos dice en inglés que tomemos un taxi sin problemas que son baratos y además tienen reloj contador. Uno de los principales problemas para los turistas en las grandes ciudades son las estafas de los taxistas y Bangkok no es la excepción, de ahí nuestros reparos iniciales. Aprendemos que la palabra mágica es «taxi meter» y listo. No más problemas. Paramos un taxi y le mostramos al chofer en el mapa hacia dónde nos dirigimos, no habla una palabra de inglés ni español y hasta creemos que tampoco tailandés, solo asiente y arranca. Luego de unos cuantos minutos de viaje y varias vueltas entre un tráfico muy espeso, nos deja a un par de cuadras de nuestro destino. Pagamos 70 bath (2usd) y nos vamos para nuestro hotel por la primera noche, el Rikka Inn en plena Khao San Road.Es cerca de la hora del mediodía y la calle está repleta de negocios de todo tipo que no solo ocupan toda la vereda sino también parte de la calle en donde durante el día transitan autos, taxis y tuk tuk (motitos-taxi) generando un verdadero caos.
El hotel está bien, limpio y moderno, aunque un poco cara para nosotros la habitación. Nos dan un cuarto en el quinto piso por ascensor. Dejamos las cosas y subimos a la azotea en donde se ubica la piscina con reposeras alrededor, está lindo para darse un chapuzón pero la cantidad de gente nos hace desistir por el momento, desde la altura vemos las cúpulas y los edificios de la ciudad y una bandera tailandesa que flamea con la brisa, con sus franjas rojas y blancas y en medio una franja azul más ancha. Más tarde nos enteraremos que esta bandera fue introducida por el rey Rama VI en 1917 y el color rojo representa a la nación, el blanco a la religión que es el budismo y el azul a la monarquía, todo el conjunto representa el complemento entre los tres pilares de la sociedad tailandesa. Luego de unos días vimos que una buena opción para parejas en un hotel con pileta y a precio conveniente es el Rambuttri Village.
Caminamos por la Khao San absorbiendo olores, sonidos y colores. La presencia de turistas sigue siendo enorme pero a diferencia de las playas del sur, aquí hay muchos mas mochileros, barbados, tostados, con rastas y con pantalones multicolores y mochileras de rasgos occidentales vestidas en un mix indio/oriental con pañuelos atados al cabello. Aquí ya son muchos menos los adolescente australianos en busca de aventuras y los sexagenarios suecos, rusos o noruegos en busca de jóvenes «novias» tailandesas.
Después de almorzar en un restorancito de mesas en la vereda nos lanzamos a recorrer la zona, la visita a los templos la dejamos para el día siguiente. Nos deslizamos por la Khao San que si bien no tiene más de siete u ocho cuadras, son tantas las cosas que hay para ver que lleva su tiempo. Cada unos cuantos metros aparecen estrechos pasadizos en donde de pronto se ubican decenas de locales y hoteles, y vendedores y gente, es como si una ciudad nueva apareciera dentro de otra. Caminamos lentamente entre locales de comida que fríen y asan a toda hora, hasta otros de venta de relojes, baratijas y varios de documentos falsos. De no creer, pero si uno quiere cumplir su sueño de convertirse en abogado, contador público o arquitecto en cuestión de minutos sin haber pasado ni una hora en la universidad, sólo tiene que entrar en alguno de estos locales y tramitar su título.
Luego de un rato de descanso, volvemos a salir al atardecer, ya tenemos decidido cambiar de hotel al día siguiente, así que nuestro paseo incluye repetidas visitas a hostels para averiguar precio y ver habitaciones. Las calles paralelas a la Khao San como la Soi Rambuttri tienen su encanto con sus locales de comida thai bien rústicos y mesitas en la calle, en donde se eligen los pescados y mariscos crudos y luego te los cocinan delante tuyo. También hay chiringuitos con sus pequeñas mesitas de plástico abarrotadas de comensales. Los aromas a cerdo agridulce, a pad thai, a curry, a maní, a pollo y pescado a la parrilla, a arroz azafranado vuelan por el aire. Justamente en la soi Rambuttri cruzando la Samsen, la callecita se llena de lucecitas de colores, es «casi» peatonal con pequeños restaurantes con mesas en la calle, que se ubican junto a largas hileras de sillones con los masajistas tailandeses haciendo su labor al aire libre. En Tailandia como en Laos o Vietnam, los delitos violentos son muy raros, así que sus calles se caminan con tranquilidad en cualquier horario. Nos faltan más elementos para reflexionar al respecto y esto será materia de varias conversaciones durante nuestro viaje. También nos llevará a una pregunta recurrente: ¿Por qué es tan fácil y tan común morir por un par de zapatillas o un teléfono celular en nuestra querida América Latina, mientras que esto difícilmente ocurra en cualquiera de los países del sudeste asiático?
Salimos de una de las calles principales y nos internamos por uno de los tantos callejones que muchas veces son la única vía para salir a otra avenida ya que por estas tierras las ciudades no tienen un diseño predeterminado sino que van creciendo a la par de una calle principal y tampoco existe el típico trazado de manzanas a la manera de las ciudades argentinas y tantas otras del continente, heredadas del trazado español. Aún llevando mapa encima aparecen callejones que no existen en ellos.
En este dar vueltas por callecitas en donde el olor de los puestitos lo impregna todo, nos vamos metiendo en una calleja que al principio tiene algunos puestitos de ropa, casas derruidas y pequeños charcos sobre el piso empedrado, tan solo está iluminada por pequeñas bombillas que le dan un aire un tanto espectral. A pocos metros de nosotros unos tailandeses que visten musculosas y juegan a los dados por dinero sobre una mesita de plástico. La sordidez y oscuridad del callejón nos comienza a preocupar pero ya caminamos suficiente por el como para volver hacia atrás. Tras un recodo, aparece una pared media descascarada y nada mas, no hay salida. Dudamos, no podemos creer que la calle termine allí, nos damos media vuelta y un hombre sentado entre sombras en el descanso de la puerta de su casa, donde solo se ve el punto rojo de su cigarro, con un movimiento de su mano nos indica una pequeña y desvencijada escalera que se nos había pasado por alto. Al lado de la escalera un pequeño cartel dice Exit. Dudamos pero subimos, pensando en dónde nos estaremos metiendo. Subiendo las escaleras, de la nada, salimos al lobby de un hotel, ricamente iluminado, todo decorado en madera, con un hombre atendiendo el teléfono en la recepción y unas valijas en el piso. Nos miramos y sonreímos, encontramos nuestro pasadizo secreto que desemboca en la Samsen.
Volvemos a la soi Rambuttri y reservamos hotel para el día siguiente, mucho más barato que el nuestro y ubicado en esta callecita que nos enamoró de entrada, así que cenamos allí mismo, en un chiringuito con mesitas de plástico y manteles de lunares que se ubica junto a una vieja camioneta Volkswagen convertida en barra de tragos con variedad de bebidas y un gran televisor pasando películas. Junto a ella otra hilera de masajistas realizan su trabajo sentados en pequeñas sillas rosas a la luz de la luna.
Luego de la cena volvemos al hotel por la Khao San que esta a pleno de gente, de música, de ruidos, de vendedores, casi no se puede caminar de la cantidad que hay. Ahora los que copan la parada son los promotores que invitan a los boliches y bares de la zona con ofertas que de tan baratas suenan a engaño. Una vendedora nos ofrece larvas, grillos y lombrices fritas, también vende bolsitas de cucarachas o algún otro insecto parecido que asustan de solo verlos, no nos animamos a probar, quizás mas adelante.
Chicos , ahora que lo vuelvo a leer despues de haber ido , me hicieron trasladar a esas callecitas , esos olores, colores !!!
Me acuerdo que al lado de la camioneta con la tele , esta el mejor vendedor de rotis , hace unos con nutella EXCELENTES.
Saludos
Hola! Nosotros mismos cuando releemos todo lo relativo a Bangkok deseamos estar allí una y otra vez. Estuvimos en total en diferentes viajes unas 6 veces y no nos cansamos! Totalmente, esos crepes de nutella eran lo más y también al lado de la camioneta pero de día los pad thai más ricos!!!